¿Hasta dónde? Olas de calor, lluvias y sequías, los fenómenos extremos se tornan casi imparables
Tras las
temperaturas récord en el hemisferio norte, los expertos alertan que por el
cambio climático habrá años aún más cálidos con efectos devastadores; el ritmo
de recalentamiento desde 2015 fue excepcional, advirtió la OMM
El hemisferio norte
se muere de calor. Pero será mucho peor en el futuro para todo el planeta:
2015, 2016 y 2017 fueron los años más tórridos registrados en la Tierra, aunque
se cree que esos récords podrían ser batidos en 2018, según un informe de la
Organización Meteorológica Mundial (OMM). Pero ¿hasta dónde podría llegar ese
fenómeno, aparentemente imparable? La respuesta no es agradable.
"Aun cuando lo
hagamos mejor que los objetivos fijados por los Acuerdos de París [poner un
tope de 2° más que en la era preindustrial, es decir, un grado más que ahora],
cerca de la mitad de la población mundial estará expuesta a mortíferas olas de
calor antes de 2100", alertaron los científicos en un estudio publicado
esta semana en Nature Climate Change.
Esa advertencia
parece confirmarse en el terreno, en especial en el hemisferio norte: solo en
este mes, 118 récords de temperatura fueron superados o igualados en el mundo.
En todos los casos existen evidencias de que el principal responsable es el
calentamiento global.
"De los 18 años
más sofocantes de la historia, 17 fueron en este siglo y el ritmo de
recalentamiento de estos tres últimos años fue excepcional: 2017 fue
particularmente caluroso en el Ártico, lo que tendrá alto impacto en el nivel
del mar y los regímenes meteorológicos de otras regiones", dijo Petteri
Taalas, director de la OMM.
El fenómeno
climático inquieta por múltiples razones ecológicas y medioambientales, pero
sobre todo por sus riesgos letales.
"Las olas de
calor serán cada vez más frecuentes, particularmente en zonas tropicales,
incluso si el alza de temperatura mundial logra ser limitada a 2°C, objetivo
del Acuerdo de París" alcanzado en abril de 2016, insiste Camilo Mora,
profesor en la Universidad de Hawai y principal autor del estudio publicado el
lunes pasado.
Y, si por ventura
las emisiones de gases de efecto invernadero no fueran contenidas y continuaran
aumentando al ritmo actual, entonces sería el 75% de la humanidad que se vería
en situación de extremo riesgo por lo menos una vez al año antes de finalizar
el siglo XXI.
Los científicos
ponen el acento en los efectos nefastos del fenómeno en las zonas tropicales
porque consideran que la combinación de calor y humedad crea "un cóctel
mortal".
Cuando se unen esos
dos fenómenos, la temperatura del cuerpo no consigue evacuarse, ya que el
mecanismo de transpiración funciona lentamente, explican los expertos. Y si las
emisiones de gas continuaran aumentando al ritmo actual -lo que provocaría un
incremento de temperatura de 3,7°C-, Indonesia, Filipinas, el norte de Brasil,
Venezuela, Sri Lanka, el sur de la India, Nigeria y gran parte del oeste de
África soportarán olas de calor durante más de 300 días por año.
Pero no hace falta
llegar a esos guarismos para alarmarse. Con un aumento de la temperatura
mundial limitada a 2°C a finales de este siglo respecto a la era preindustrial.
-nivel acordado en la cumbre en París que, sin embargo, será prácticamente
imposible de respetar-, las zonas golpeadas serán más reducidas en extensión.
Sin embargo, metrópolis como Yakarta (Indonesia), Lagos (Nigeria), Caracas
(Venezuela) o Manila (Filipinas) superarán el umbral de "calor letal"
durante la mitad del año, prevén los investigadores.
Ciudades como Miami
o Hong-Kong, situadas en regiones subtropicales, también se verán expuestas a
ese umbral letal entre 80 y 140 días por año con un aumento de temperatura
limitado a 2°C, y entre 150 y 200 días con un incremento de unos 4°C.
Recursos
Si bien es imposible
predecir el número de muertos que provocarán esos episodios de calor extremo,
no es difícil imaginar que las primeras víctimas serán aquellos que carecen de
medios para hacerles frente.
El aumento de
temperatura solo representa una parte de las consecuencias del cambio
climático, ya que el calor llega acompañado de condiciones meteorológicas
extremas en todas partes del mundo.
"El año pasado
fue el más costoso para Estados Unidos en términos de catástrofes
meteorológicas y climáticas. Mientras que en otros países los ciclones
tropicales, sequías e inundaciones provocaron una parálisis, incluso una
degradación económica", señala Taalas.
Los incendios
registrados este año, tanto en Europa como en Estados Unidos, cuestan fortunas
a los Estados y las colectividades, y tampoco hacen distinción entre sus
víctimas. Residencias lujosas, vehículos, extensas plantaciones son arrasadas,
afectando a ricos y pobres por igual.
En la Argentina, la
mayor sequía en 50 años, entre diciembre y marzo pasados, tuvo en vilo al campo
y afectó a más del 80% del área agrícola a nivel nacional. Por la sequía, la
producción de soja, el principal cultivo del país, cayó cerca de 20 millones de
toneladas respecto del ciclo agrícola pasado. La merma en términos porcentuales
fue de más del 30%.
En Grecia, los
recientes incendios que devastaron zonas turísticas cercanas a Atenas dejaron
88 muertos, mientras que en Japón hubo unos 200 muertos por inundaciones y
deslaves.
"Es hora de que
la gente deje de pensar que las catástrofes meteorológicas solo afectan a los
indigentes. Y que se convenza de que se trata de una cuestión de supervivencia
y que es necesario que todos hagan esfuerzos", advierte Geert Jan van
Oldenborgh, investigador en el Instituto Meteorológico de Holanda (KNMI).
Porque, en efecto,
todos los estudios encuentran "pruebas evidentes de influencia
humana" en los récords de calor. Las actividades del hombre aumentaron diez
veces la probabilidad de las olas de calor registradas en 2017 y este año en
Europa.
"Para 2017,
hallamos pruebas evidentes de la influencia humana en la ola de calor bautizada
'Lucifer' que padecieron el sur de Francia, Italia y Croacia durante el verano
boreal", indica Van Oldenborgh. "Ahora son innumerables las
comunidades del sur europeo que tienen una posibilidad sobre diez de padecer
este tipo de canícula, mientras que en el siglo XX era extremadamente raro que
eso sucediera", señala.
Huella
Hace 20 años, en
efecto, el cambio climático era una noción abstracta que solo podía
visualizarse a través de proyecciones científicas: "Hoy es increíble ver
cómo las olas de calor que azotan a Europa llevan la huella del calentamiento
climático", reflexiona el experto.
Van Oldenborgh,
junto a sus colegas de la red internacional World Weather Attribution (WWA),
ejecutaron este año un complejo ejercicio. A partir de datos obtenidos en siete
estaciones meteorológicas a través de Europa (Irlanda, Holanda, Dinamarca,
Noruega, Suecia y dos en Finlandia) fueron capaces de establecer que el cambio
climático multiplicó la probabilidad de "extremos calóricos" por dos
en Dublín; por poco más de tres en De Bild (Holanda) e incluso por cinco en
Copenhague.
Por su parte, la
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos
advierte que Europa acaba de vivir su segundo mes de junio más caluroso,
después de la canícula registrada en 2003. Pero señala que ciertos países, como
Gran Bretaña o Dinamarca, cambiaron de color, al pasar del verde al amarillo,
en las imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea.
Entonces, ¿qué nos
espera? Para la mayoría de los expertos, no solo los programas de prevención,
como la limitación del calentamiento decidida por el Acuerdo de París, son casi
imposibles de respetar, "también han sufrido un atraso considerable los
programas llamados 'de adaptación' a los cambios extremos que deberemos
enfrentar", señala Robert Vautard, del Laboratorio de Ciencias del Clima y
el Medio Ambiente, cerca de París.
A juicio de Vautard,
"el mundo no toma las medidas necesarias". Y advierte: "Solo nos
quedan unos pocos años. Tal vez una década, para hacer los cambios mayores
necesarios".
Por: Luisa Corradini,
La Nacion
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