Mujica dice que la muerte de su perra Manuela fue clave para que dejara el Senado
El expresidente habló sobre la nostalgia que siente por la
ausencia de su mascota
El exsenador José Mujica tuvo un asado de despedida en Buceo
luego de que esta semana dejara el Palacio Legislativo.
En diálogo con Telemundo, Mujica dijo que "hay tiempo
de llegar y de irse" y que el "tiempo no perdona ni a las
piedras".
"¿Sabés? Mi decisión (de dejar el Parlamento), te voy a
confesar, ¿sabés cuándo la tomé? Cuando se murió Manuela. Todavía la extraño.
Miro al rinconcito donde dormía", dijo Mujica, emotivo sobre la perra que
lo acompañó durante 23 años.
"Cosas que tiene la vida. pensar que un tiempo bancó,
bancó, bancó. Que un bichito así me haya matado el niño viejo que tenía dentro.
Cosas de la vida".
El expresidente enterró a su mascota en el patio de la
chacra donde vive, en Rincón del Cerro.
La perra se hizo famosa en el mundo entero por ser la
mascota de tres patas que el mandatario uruguayo mencionaba siempre que tenía
oportunidad. Mujica contó reiteradas veces que el animal era uno de los
vínculos más fieles que había cultivado en su vida
La historia de la perra Manuela
La perra también fue el tema de conversación entre el portal
de mascotas Mypets y la senadora y primera dama Lucía Topolansky en 2014.
"¿Ves que para la oreja? Está escuchando el motor.
Antes lo acompañaba yendo y viniendo con el tractor, ahora, como se cansa, Pepe
(Mujica) la sube. Le gusta estar a su lado, tiene pegote con Pepe", contó
Topolansky sobre la relación de la mascota y el presidente.
Según relató en ese momento, Manuela nació en Paysandú, y
era hija de Dunga, la perra de la hermana de la senadora. "Ese es el
origen racial, digamos. Ella es medio marca perro, pero tiene algunas
características de Foster", dijo entre risas Topolansky.
Cuando se la llevaron a vivir a la chacra, Mujica y
Topolansky tenían una perra ovejera alemán, con la cual al principio la
relación no fue fácil. "Al final se hicieron amigas. Salían juntas a
cazar. El perro suelto es más feliz, ¿no? En esa época dormían las dos
afuera", agregó su dueña.
Topolansky contó que la ovejera era "bastante
ladrona", y un día le robó un pedazo de lomo al carnicero. "Un día
vimos que Manuela estaba medio desesperada, como perdida, y estuvimos un rato
buscando a la otra perra, hasta que la encontramos. La habían envenenado.
Típico. Desde ahí Manuela quedó como la reina de la casa. Y en la medida en que
se fue haciendo más viejita, se ganó el derecho de estar adentro, y después el
de dormir al lado de la cama; ella ha conquistado sus derechos", relató la
entonces primera dama.
Llevaba su nombre gracias a una niña, vecina del presidente,
que quiso llamarla igual que a la tortuga Manuelita. Tuvo cría tres veces
"con perros de la vuelta" y después fue castrada. "Andan por ahí
los hijos de Manuela", señaló en la entrevista Topolansky, y advirtió el
costo que genera tener perros, a diferencia de los gatos. "El perro es
mucho más dependiente. Tenemos algunos perros más, pero ya achicamos el paño.
Igual la Perrita es ella. Con mayúscula", añadió.
Una pata menos
Topolansky contó cómo Manuela se quedó con una pata menos.
"Un día estaba acompañando el tractor y como todo pichicho chico se peleó
con unos perros de al lado y estos la corrieron y ella reculó, y fue a parar
abajo de la disquera, y por más que Pepe frenó, se la llevó por delante. No le
llegó a cortar la mano en ese momento, quedó con el tendón colgando. Ahí salió,
pero después fue y se peleó con otra perrita, que le cazó ese brazo, que era el
que no tenía movimiento. Casi que se lo cortó. Debe haber sido hace ocho o
nueve años", expresó.
La senadora contó como Manuela distinguía los ruidos del
tractor y del Fusca. "Le encanta ir en el auto. Cuando empiezo a armar el
bolso porque nos vamos para Anchorena, ya sabe que ella va. Cuando Pepe va a
viajar se da cuenta, porque aparece la otra valija. Además a Pepe es increíble
como lo extraña. Cuando se enfermó, en el año 2005, que él estuvo un mes en el
hospital, yo iba a las seis de la mañana a cuidarlo y volvía a las seis de la
tarde. Y cuando llegaba en el auto, ella estaba ahí esperando. ¿Qué esperaba?
Que se bajara Pepe. Y estaba toda contenta y después... Las orejitas p'abajo.
El día que llegó parecía que se le iba a salir la cola de la alegría",
relató.
Topolansky describió en ese momento a Manuela como "una
perrita finoli", que "huele todo" antes. Como ya se le estaban
cayendo los dientes, empezó a comer carne picada con cebolla saltada. Tenía
también algunas mañas. Por ejemplo, le gustaba que le dieran de comer en la
boca, en vez de levantar la comida del suelo. Tampoco le gustaba usar collar.
"Recuerdo un acto del 1° de mayo que la llevamos con el
collar y la correíta. Pero le contraría muchísimo el collar, no le gusta. Yo,
que siempre intenté colgarle el cosito de la hidatidosis, la patente, le
colgaba del collar, ahora ya no se lo cuelgo, se lo guardo ahí", comentó.
También salía a comer afuera con sus dueños. "Siempre
le pedimos un tachito con agua, y por lo general le traen algo, que a veces
come y a veces no, porque es mañosa. El otro día estábamos en Colonia, en un
boliche, se paró en la mitad de la vereda y cagó todo. Entonces el Pepe le
dice: 'Pero, ¡me dejaste pegado!'", contó.
Mujica es el que le puso "todas las mañas".
Manuela nunca salió del país, pero sí ha recorrido bastante dentro del
territorio. Una vez, incluso, fue con la pareja al Festival del Olimar, a pesar
de que, según su dueña, "los lugares que hay mucha cantidad de gente"
no le gustaban.
Cuando visitaba Anchorena, tenía dificultad para caminar
dentro de la casa debido a la cera de los pisos. "Si por alguna razón,
porque hay reunión, esto o lo otro, se tiene que quedar afuera, se pone a
llorar en la puerta hasta que le das pelota. Es implacable", dijo
Topolansky.
La perra de tres patas ha sido parte del repertorio de
murga, y hasta tiene una cuenta de Twitter, aunque esto último Topolansky no lo
sabía. "Le hacen reportajes al Pepe y ella viene, como mimosa que es, y
los periodistas se enteran de que hay una perrita y que no es un perro
presidencial como el de Obama, que no tenía perro pero tuvo que comprar uno porque
es tradición. Nada de eso. Ella ya venía como parte del paquete... Con sus tres
patitas", contó en aquella entrevista la actual vicepresidenta.
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