Lula da Silva desiste y Fernando Haddad toma el relevo de la carrera presidencial
Después de meses luchando por su derecho a volver a la
presidencia de Brasil, Lula da Silva tiró la toalla. El expresidente, preso
desde el mes de abril por corrupción, desistió ayer de su candidatura y pasó el
relevo a su número dos, Fernando Haddad.Poco antes del anuncio oficial, el
Partido de los Trabajadores (PT) ya dejaba entrever el desenlace en el anuncio
más reciente de la campaña electoral.
"Desgraciadamente insisten en
apartar a Lula, contrariando a la ONU y la voluntad del pueblo brasileño. Lula
lo ha pedido: continuemos juntos, unidos, pase lo que pase", dice en un
vídeo Haddad, hasta hace unas horas candidato a vicepresidente."Ya somos
millones de Lulas y, de ahora en adelante, Fernando Haddad será Lula para
millones de brasileños", expresó Lula en una carta escrita de su puño y
letra desde la celda en que está preso en Curitiba (sur). La plana mayor del
Partido de los Trabajadores (PT) y cientos de simpatizantes se dieron cita
frente a la cárcel para presenciar el relevo histórico.
En su 'Carta a los
brasileños', leída por un militante del partido, Lula insistió en que ha sido
víctima de una persecución para evitar que volviera al poder, agradeció la
lealtad de Haddad en su posición de candidato a vicepresidente y alabó su
trabajo como ministro de Educación, pidiendo "de corazón" que los que
iban a votarle a él ahora se decanten por su sucesor.Haddad, visiblemente
emocionado, dedicó sus primeras palabras como presidenciable a remarcar que
Lula supuso un antes y un después en la historia de Brasil, y aseguró que el
"gran pecado" por el que está pagando con la cárcel es haber luchado
contra la injusticia y la desigualdad. Lo dijo en un tono más beligerante de lo
que es habitual en sus discursos, avisando de que, ahora sí, ya está en campaña
con todas las de la ley.Acaba así una larga batalla judicial y el sueño de Lula
de volver al Palacio del Planalto según el guión previsto: Dilma Rousseff
completaría sus ocho años de mandato y luego él tomaría de nuevo el relevo.
Pero las cosas empezaron a torcerse con un 'impeachment' que apartó a la ex
mandataria del poder en 2016, y sobre todo con el escándalo de corrupción
destapado por la 'Operación Lava Jato', que afectó de lleno al antiguo líder
sindicalista. Lula acabó siendo condenado a 12 años y un mes de cárcel por
presuntos delitos de corrupción y blanqueo de dinero, por haber recibido un
apartamento de lujo de manos de una constructora involucrada en la trama de
Petrobras.
Lula fue condenado en un proceso no exento de irregularidades y que
avanzó más rápido de lo normal, lo que dio combustible a sus seguidores para
que se empezara a hablar de persecución para apartarle de las urnas a toda
costa.Amado y odiado a partes iguales, Lula entró en la cárcel en volandas, mientras
el partido iba dando señales de que no renunciaría a presentarle como candidato
a la Presidencia porque confiaba en su inocencia. La batalla legal para
liberarle (con decenas de recursos en todas las instancias posibles) no dio sus
frutos en los juzgados, pero sí a nivel electoral. Entre muchos brasileños caló
la idea de que el ex presidente está siendo injustamente perseguido, y de que
él es el único capaz de sacar a Brasil de la tremenda crisis económica,
política y social en que está inmerso el país.
En la última encuesta divulgada
a finales de agosto sus apoyos habían subido hasta rozar el 40%.Sin embargo, el
último día de ese mes, al filo de la madrugada, la Justicia Electoral lanzó el
esperado jarro de agua fría. Los jueces rechazaron el último as en la manga de
los abogados de Lula, una petición del comité de Derechos Humanos de la ONU
pidiendo que Lula pudiera ser candidato hasta que no se hubieran agotado todos
los recursos. El Tribunal Electoral vetó la candidatura por amplia mayoría,
alegando que los dictámenes de la ONU no son vinculantes y que la ley brasileña
no permite que haya candidatos con condenas en segunda instancia a sus
espaldas.
Junto con la inhabilitación, los jueces prohibieron que el PT siguiera
dando a Lula trato de presidenciable en los anuncios de televisión, bajo
amenaza de retirar toda la publicidad. De esta forma, Haddad empezó a aumentar
su tiempo de exposición. En los anuncios difundidos hasta ahora el partido
recuerda que Haddad fue el hombre a quien Lula confió la expansión de las
universidades y escuelas técnicas por todo el país, lo que permitió que
"la hija del analfabeto tenga diploma universitario".
Encuestas
favorables
Antes de la inhabilitación, Lula era el claro favorito para los
comicios.
Tenía casi el doble de simpatías que el que ocupaba la segunda
posición, el diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro. El miedo en el PT era
que con Lula fuera de juego Haddad no heredase todos sus votos, pero los
temores empiezan a disiparse; las encuestas traen buenas noticias para la
formación izquierdista. Según un sondeo del instituto Datafolha divulgado el
lunes, Haddad ya tiene un 9% de intención de voto, el doble que en agosto.
El
trasvase ya ha comenzado y se espera que acelere ahora que Lula ya ha bendecido
oficialmente a su sucesor. Técnicamente, Haddad ya está empatado en segundo
lugar con los rivales más fuertes: Ciro Gomes (PDT, centro-izquierda), Marina
Silva (Rede, centro-derecha) y Geraldo Alckmin (PSDB, la derecha tradicional
brasileña).Para todos ellos el reto es desbancar a Bolsonaro, que sigue aislado
en primer lugar.
El pasado viernes, el candidato ultra fue apuñalado en el
estómago durante un acto de campaña y tendrá que pasar parte de la campaña
recuperándose. Sus contrincantes temían que el atentado catapultase su
popularidad, pero eso no ha sucedido: según Datafolha, sus intenciones de voto
han crecido muy poco, apenas un 2%, dentro del margen de error, y su índice de
rechazo (el porcentaje de personas que no le votaría de ninguna manera) ha
crecido, del 39 al 43%. En principio, sea quien sea el candidato que se
enfrente a él en el segundo turno podría derrotarle.
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