1 cada 14 niños en nuestro país nace con bajo peso
De este grupo, un 10% no recuperan espontáneamente la talla
durante los primeros años de vida y deben ser controlados por un endocrinólogo
pediatra para evaluar la causa del retraso de crecimiento y decidir el
tratamiento necesario. Si no hay otras patologías subyacentes, pueden necesitar
tratamiento con hormona de crecimiento para alcanzar una talla adecuada.
El 90% restante, segun se informo a 7Paginas, deberá ser controlado clínicamente aun
cuando resuelva el problema de altura, ya que tiene más riesgo de presentar en
la adultez alteraciones metabólicas y enfermedades cardiovasculares. Por esto
último, es muy importante que estos niños lleven una vida saludable en cuanto a
alimentación, actividad física regular, evitando aumentos bruscos de peso y
consumo de sustancias tóxicas en la adolescencia (alcohol, tabaquismo).
Se está investigando para dilucidar los procesos
epigenéticos que hacen que se modifique la expresión de genes que condicionan
el desarrollo fetal.
El retardo de crecimiento intrauterino se produce cuando un
bebé dentro del útero materno deja de crecer durante la gestación, lo que puede
dar origen a un niño con bajo peso de nacimiento (BPN). Las causas de esta situación
pueden ser ambientales, insuficiencia placentaria, maternas (edad, paridad,
nutrición, enfermedades crónicas, medicaciones, tabaquismo, alcohol), y de
origen genéticas o epigenéticas del propio feto. Es una condición que en
Argentina afecta al 7,3% de los niños[1], lo que representa una proporción de 1
cada 14 recién nacidos. De ellos, un 10% no recupera espontáneamente la talla y
debe ser controlado por un endocrinólogo pediatra para evaluar la causa del
retraso de crecimiento y decidir el tratamiento necesario. Si no hay otras
patologías subyacentes, estos niños pueden necesitar tratamiento con hormona de
crecimiento para alcanzar una talla adecuada
En el marco de un encuentro científico denominado Jornadas
de Actualización en Endocrinología Pediátrica ‘Connect 365’, organizado por el
laboratorio Merck, los especialistas recomendaron un diagnóstico y seguimiento
temprano para todos los niños nacidos con BPN, no sólo para aquellos que
presentan retraso de crecimiento posnatal, sino también para el restante 90%
que -aun presentando un crecimiento normal posnatal- podrá en la adultez
desarrollar otras patologías como hipertensión, diabetes, alteraciones
metabólicas y enfermedades cardiovasculares. Por esto último, es muy importante
que estos niños lleven una vida saludable en cuanto a alimentación, actividad
física regular, evitando aumentos bruscos de peso y consumo de sustancias
tóxicas en la adolescencia (alcohol, tabaquismo).
“El retardo de crecimiento se da en todo el mundo, con
prevalencias y etiologías diferentes. Es una condición que, por distintas
causas, se presenta en todos los niveles socioeconómicos. Por ejemplo, en
madres de bajos niveles socioeconómicos predomina la nutrición inadecuada,
anemia o mayor prevalencia de infecciones, mientras que en los niveles medios y
altos, por técnicas de reproducción asistida, tabaquismo, exceso de estrés o
por otras patologías crónicas”, sostuvo la Dra. Marta Ciaccio, endocrinóloga
pediatra y Jefa del Servicio de Endocrinología del Hospital Juan P. Garrahan.
“Un trabajo reciente, de nuestro país1, muestra en espejo
cómo aumentó la incidencia de BPN luego de la crisis económica de 2001, cuando
bajó el Producto Bruto Interno. Luego, cuando se recupera el PBI, vuelve a los
niveles habituales. La crisis socioeconómica afecta la nutrición, la calidad de
vida y las prestaciones médico-asistenciales de prevención y protección de la
salud, que son tan importantes durante el embarazo y lactancia, explicó la Dra.
Ciaccio.
En la misma línea, el Lic. Juan Llach, sociólogo y
economista de la Universidad Católica Argentina y de la Universidad de Buenos
Aires, señaló que “predominan las evidencias de que, junto a los factores
genéticos, el nivel socioeconómico es determinante de la altura de las
personas, vía la nutrición de los progenitores (especialmente de la madre) y
las prácticas de crianza. Sin embargo, todavía no está claro si estos
determinantes, o sus resultados socioeconómicos, no pueden compensarse a
posteriori con la estimulación, la nutrición y la educación a partir de los
jardines de infantes y aún en la educación primaria. Tampoco están claros los
roles de los factores genéticos y su interacción con los socioeconómicos”.
Para la Dra. Nora Saraco, doctora en Biología Molecular y
Bioquímica del Laboratorio de Endocrinología Molecular del Servicio de
Endocrinología del Hospital Garrahan, quien también participó del encuentro,
“está descripto -mediante el estudio en placentas- que en algunos casos de
retardo de crecimiento intrauterino está modificada la expresión de genes y
esto está relacionado con la epigenética”.
La epigenética comprende a las modificaciones en la
estructura del ADN que hacen que cambie la expresión fenotípica del genoma sin
alterar la secuencia del ADN, en la cual pueden intervenir factores del
ambiente, alimentación, clima, estado psicológico, estrés, tóxicos y
medicamentos, entre otros.
“Todos estos factores pueden modificar el ADN, por procesos
epigenéticos, y eventualmente estar involucrados en el retraso de crecimiento
intrauterino. Lo que se está estudiando actualmente es qué mecanismos
epigenéticos y qué genes están involucrados”, afirmó la Dra. Saraco.
Según explicó la Dra. Ciaccio, nacer con BPN no es una
enfermedad, pero es una condición de la que pueden esperarse problemas a corto
y a largo plazo. “Los niños nacidos con BPN tienen una prevalencia mayor de
complicaciones a corto plazo, como exceso de glóbulos rojos, hipoglucemia e
infecciones neonatales, que pueden requerir internación y cuidados especiales.
Entre las consecuencias a largo plazo, puede haber talla baja en la infancia y
adultez y en la edad adulta son más frecuentes las alteraciones metabólicas e
hipertensión arterial. No es causa-efecto, pero estas condiciones son
epidemiológicamente más frecuentes en este grupo de pacientes”, señaló.
“Al momento del nacimiento, no hay subdiagnóstico, sí puede
haberlo después, durante el control pediátrico de los niños, en el caso de que
el pediatra no conozca el antecedente de BPN, y por lo tanto no pueda
considerarlo como posible diagnóstico de la causa de la baja talla del niño.
Hay una ventana de tratamiento que es aproximadamente a partir de los 4 años,
que es cuando se debe investigar si los niños nacidos con BPN han recuperado un
carril de crecimiento dentro de lo normal o persisten bajos. Si persisten bajos
es el momento de ser derivados a un endocrinólogo pediatra para realizar el
diagnóstico y eventualmente iniciar un tratamiento. La magnitud de respuesta al
tratamiento hormonal en líneas generales se traduce en 8 centímetros más de
ganancia de talla adulta para las niñas y en los varones, entre 9 y 10 cm;
representa la ganancia de talla comparada con la que iban a tener si no eran
tratados”, describió la Dra. Ciaccio.
La edad mínima para la indicación de terapia con hormona de
crecimiento es de 4 años y los niños se tratan hasta que dejan de crecer. El
costo del tratamiento está cubierto al 100% por las obras sociales y el Plan
Médico Obligatorio.
El grupo de niños que integran el 90% que recuperó
espontáneamente la talla, también debe hacerse controles con sus pediatras, ya
que tienen más posibilidades de presentar trastornos metabólicos. “Son una
población que hay que controlar, hay que prevenir en materia de Salud Pública
todos los efectos a largo plazo del BPN. Además del crecimiento durante la
infancia, hay que mantenerlos con peso adecuado, haciendo ejercicio, con una
vida sana, alimentación saludable, evitando el alcohol, el cigarrillo, de modo
de disminuir la probabilidad de que en el futuro, como adultos, presenten estas
patologías que son más prevalentes en esta población”, subrayó la Dra. Ciaccio.
Para la especialista, una manera de prevenir el retardo de
crecimiento intrauterino es estar atentos a las causas evitables. Esto se logra
mejorando las condiciones de vida de las mujeres, previniendo el embarazo
adolescente, ya que esta condición es más frecuente en madres menores de 18
años, evitando la desnutrición en las madres, las enfermedades crónicas, el
tabaquismo y el alcohol durante el embarazo. Otra cuestión importante es que
las madres tengan un control obstétrico adecuado para detectar la preeclampsia,
es decir, la presión arterial elevada, durante los dos o tres primeros meses de
gestación.
Para el Dr. Daniel Luna, médico especialista en Medicina
Interna y doctor en Ingeniería Informática -también presente durante las
Jornadas- a futuro, la incorporación de sistemas inteligentes y tecnologías de
la información van a generar una mejora en la calidad y seguridad de la
atención médica.
“Las tecnologías en la Medicina como los sistemas de
información, las redes sociales, internet, la capacidad actual de las
computadoras -que son más veloces y con mucha más capacidad de procesamiento-
toda esa conjunción de fuerzas converge junto con la inteligencia artificial y
el Big Data, en un nuevo modelo de atención en donde seguramente los sistemas
de información van a actuar de una manera mucho más cotidiana con el médico y
van a hacer que se trabaje mejor”, consignó el Dr. Luna.
“A su vez, la digitalización de nuestro código genético y lo
que se denomina ‘medicina de precisión’ van a proporcionar nuevos horizontes
sobre lo que hoy conocemos como diagnóstico y tratamiento de las enfermedades
actuales. Las tecnologías de la información aplicadas a la vida diaria del
paciente en forma ubicua van a permitir una mejor comprensión de lo que
realmente pasa cuando el paciente no está con el equipo de salud, y ese flujo
de información, esos canales de información que hoy no están utilizados, van a
generar un mayor entendimiento, no sólo de lo que les pasa a los pacientes sino
de las enfermedades y su evolución”, concluyó.
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