“Hacia una nueva cultura económica, innovadora e inclusiva”, por Luis Edgardo Jakimchuk
El coronavirus desnudo que nosotros no sólo somos lo que
pensamos que somos, sino también lo que no siempre somos conscientes de ser.
Cuando achiquemos lo que no sabemos (economía y sociedad
debe sostener un Estado solidario para que las mayorías tengan una vida digna),
tanto mejor nos irá como sociedad.
Quiero decir, que con frecuencia criticamos las
orientaciones económicas, pero dejamos de lado que todo sistema necesita de
personajes que actúen y se comporten de determinada manera para funcionar y que
somos nosotros los que, consciente o inconscientemente, lo hacemos funcionar,
por las razones que sean.
En efecto, actuamos como asociales y concluimos subordinado
por completo a los fines económicos que impulsan un puñado de actores
monopólicos, acompañado por medios masivos monopolizados que crean formatos de
“normalidad” y formatean la realidad que consumimos.
Es lo que Erich Fromm califica como la “patología de la
normalidad”, en el sentido de que nos acostumbramos a ver y convivir con una
realidad enferma, patológica e injusta, además, la justificamos y nos adaptamos
a ella, pero, al mismo tiempo, estamos esencialmente disociados de ella pues no
“vemos” con claridad qué es lo que está ocurriendo, e incluso negamos que
nosotros nos comportemos de manera deshumanizada.
Hoy transitamos la incertidumbre y ausencia de perspectivas
ante el futuro y nos devuelve al espejo (lo que no fuimos suficientemente
consciente ser), la alta irracionalidad y ética en décadas arrumbado por el
dominio neoliberal; las causas y la razón de tanta miseria social.
La pregunta que recorre esta cuestión, es saber si somos
capaces de aprender algo de la cantidad de cicatrices que nos dejó estas
políticas y, que la única salida es colectiva para reconstruir un nuevo
pensamiento social que deje una huella permanente en una vida digna, con
derechos humanos sin avasallar.
No va a ser fácil cambiar un paradigma de acumulación del
capitalismo inhumano, a un sistema de crecimiento social solidario, sin
profundos cambios en la concepción del Estado. Resulta imposible pensar que
tantas muertes y sacrificios no traerá consecuencias tremendas económicas y
sociales para millones de personas.
El escenario post-pandemia requiere un despertar de la
razón, generando la plena consciencia en la sociedad de nuestra fragilidad
frente a los problemas que tenemos desde hace décadas: desigualdad, hambre,
desempleo, subempleo e informalidad, distribución de la riqueza, monopolios,
rentabilidad, sistema tributario, sistema financiero, negocios bancarios, la
concentración de la tierra, medio ambiente, servicios públicos entre otras
tantas cuestiones que nunca terminamos de incluirla en la agenda de la política
nacional.
Se aproxima un maremágnum de problemas económicos y sociales
tremendamente complejos.
La economía argentina no va a volver a la normalidad.
De acuerdo a lo estimado por Centro de Estudios para América
Latina (CEPAL) la caída de la economía será un 6,5 por ciento para este año.
Esto ayudará aún más agudizar la recesión, la inflación, el cierre de empresas,
se multiplicará la desocupación con impacto en la pobreza e indigencia que
muestra una preocupante evolución por la cuarentena. Derrumbe de las
exportaciones. Caída de recaudación en las provincias y municipalidades.
Pero lo más preocupante es la disposición de sobreponerse
las personas a los momentos críticos que se vendrán. La situación económica
será muy dura para la gran mayoría.
Hacer frente a esta complejidad de dramas se requiere
recursos. Hay consensos (el FMI, entre ellos), que debería provenir de un impuesto a la riqueza y de
todos los sectores económicos que han ganado inmoderadamente. A esta medida,
como era de esperar levantó una férrea oposición de los multimillonarios.
Esgrimen la alta presión tributaria. Mito que han logrado instalar los voceros
afines a la acumulación de los grandes grupos económicos y familias ricas, que
lejos está de ser real.
Magdalena Rua, en un artículo en Elcohetealaluna de este
domingo, muestra datos que la presión tributaria está por debajo del promedio
de los países “desarrollados” y, que gran parte de la riqueza de las personas
de alto patrimonio se encuentra en el exterior y una porción de ésta podría no
estar alcanzada por el fisco argentino. En su análisis sostiene “según
información de la AFIP, en conjunto las 14.440 personas de mayores fortunas de
Argentina poseían casi tres veces más bienes en el exterior que en el país en
2017. A su vez, los argentinos declararon bienes en el exterior por alrededor
de 78 mil millones de dólares en 2017, según los datos de la AFIP, mientras que
INDEC estimó 266 mil millones de dólares de activos externos del sector privado
no financiero para ese mismo año”. Estos mismos personajes pretenden que el
Estado pague los títulos de deuda que administran los grandes fondos de
cobertura porque tienen parte de su fuga allí.
Una cosa esta clara, no va a ser fácil entenderse con la
burguesía, porque eso pondría en juego no solo las grandes fortunas, sino sus
rentabilidades. Ayer el presidente resaltó que la política es conflicto de
intereses. Reconoce las dificultades que entraña un cambio profundo de modelo
social, y está convencido de que éste no surgirá de un iluminado, sino de
arraigar en la conciencia colectiva la idea de que otro modelo es posible y
beneficioso para todos.
Qué bueno sería que nuestros ricos copien el ejemplo de
Warren Buffett, que un artículo de opinión en el New York Times (14 de agosto
de 2011) con el título: “Basta de mimar a los multimillonarios”, llamaba a
hacer reales los “sacrificios compartidos” que exigía la situación de la
economía americana, y por tanto a aumentar los impuestos a los multimillonarios
como él. El llamamiento de Buffett en Estados Unidos fue acompañado de otros
similares en Francia, Alemania e Italia, basados asimismo en afrontar los
dilemas éticos latentes en aquella situación. En Alemania se creó la
organización “ricos por una tasa para los más ricos”. Su líder, Dieter
Lehmkuhl, planteaba: “No necesitamos todo este dinero para vivir”. En el
manifiesto inicial de la organización se afirmaba: “Queremos ser un ejemplo de
cómo los pudientes se pueden comprometer más para la superación de la crisis
económica y financiera”.
Alguien dijo: la pos-pandemia será como un período de
pos-guerra. Encontraremos sólo escombros. Necesitamos un nuevo norte. Repensar
el significado de nuestras vidas, nuestra forma de sociedad. ¡¡¡¡ Ojo!!!! El
capitalismo se reinventa. Necesitamos un capitalismo que su actividad
económica, el éxito y las ganancias, no se vuelvan fines en si mismo.
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