La “Re-evolución” en contexto de pandemia


La humanidad lleva millones de años evolucionando para poder caminar y luego correr. En pocos años la involución (desde la revolución industrial) hacia el sedentarismo y la obesidad dinamitó los logros de la evolución afectando la expectativa de vida de las poblaciones preocupantemente. Nuestras múltiples articulaciones y los amplios beneficios demostrados de la actividad física son prueba fiel que fuimos diseñados para movernos y la actividad física recuperaba terreno, pero esta “re-evolución” se pudo haber afectado desde el inicio de la pandemia.

Las actividades realizadas o no en estos casi 90 días por las diferentes personas de acuerdo a sus capacidades de espacios, tiempos y tecnologías pueden haberse transformado en sólidos cimientos para la reactivación de la actividad física o en la calma que antecede a la tormenta perfecta.

Hay personas que en cuarentena han dispuesto de tiempo y han cambiado largas horas de oficina por trabajos a distancia con pausas activas más frecuentes para tareas laborales domésticas…los músculos paravertebrales han pasado más tiempo sosteniendo la columna vertebral (cumpliendo su función), activados al hacer esas tareas de pie y no “durmiendo” en el apoyo del respaldo de una silla. Aparecieron quizá tareas domesticas olvidadas como jardinería, pintura, etc que requirieron esfuerzos de levantar pesos, de moverse, de equilibrarse sobre una escalera.

En el polo opuesto personas con trabajos que disponían muchas horas de actividad en movimiento han pasado a muchas horas de sedentarismo como “entretenimientos” en las pantallas y las redes sociales a causa del aislamiento.

Y en el intermedio, personas que nunca se han movido empiezan a moverse.
En general, muchas lesiones deportivas tienen base en la “involución” humana a causa del sedentarismo.

El exceso de sedentarismo o el abuso de posiciones donde la carga de la gravedad no actúe sobre la bipedestación es, entre otros, un posible factor lesional por perjudicar el control motor articular debido a la «disfunción» de la musculatura antigravitatoria/ monoarticular/ estabilizadora. En palabras simples, si nos hemos pasado la cuarentena en el sofá, nuestro cerebro ha perdido la capacidad de la coordinación y los mecanismos de protección del movimiento. Para que quede aún más claro, pasar de 90 días de sofá correr en arena y con los desniveles del Parque San Carlos es un gravísimo error.

Por lo antedicho, creo muy conveniente que las personas que hayan vuelto a encontrarse con el movimiento luego de tanto tiempo o aquellas que no hayan aprovechado el encierro para entrenar la estructura corporal con especial importancia en la zona media, cintura escapular y estabilidad lumbopelvica…busquen el asesoramiento en los profesionales del deporte (profesores de educación física, deportólogos, etc) para programar la vuelta a las actividades deportivas desde esa preparación y alejarse de la tan temida lesión que asecha luego de calmas prolongadas justamente por las alteraciones de los patrones de movimiento y protección osteomiotendinosos.

Los gimnasios dirigidos por profesores tendrán en este punto un rol fundamental ni bien se pauten las normas de trabajo bajo protocolos de bioseguridad, ya que permiten un trabajo detallado y personalizado en la reestruccturación corporal.

Sea cual fuese el deporte a realizar debemos “alinear y balancear” el cuerpo antes de darle cargas de volúmenes e intensidades para evitar lesiones. Con la estructura lista, el profesor/entrenador podría retomar la carga de entrenamientos progresivamente, pero volver al entrenamiento o iniciar el entrenamiento sin estructura y sin el control motor reestablecido sería timonear directo al ojo de la tormenta de la lesión que nos devolvería a la quietud y nuevamente a la involución del sedentarismo.

Por Nicolás Hollmann – MP 9322
Especialista en Medicina Familiar
Especialista en Medicina del Deporte
Triatleta
Gentileza, Gustavo Cardozo.

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