Nota de opinión: ¿Que deja al descubierto esta pandemia?


Soy un ciudadano común y corriente. Un trabajador que, como otros tantos, a partir del 20 de marzo pasado debió cambiar radicalmente sus condiciones de vida y de trabajo.

Soy autónomo, monotributista y siempre me enorgulleció no depender de nadie, ni siquiera del Estado.

Hoy, por desarrollar una de las actividades consideradas esenciales, tengo un permiso único de circulación que me indica “podés ir a trabajar”, el problema es que, al salir a trabajar, me encuentro con una situación por lo menos desoladora, donde lo que brilla por su ausencia es, justamente, el trabajo: comercios cerrados o en vías de extinción, cadenas de pagos cortadas, fábricas que no producen o producen poco, despidos encubiertos…

Desde el 20 de marzo, el Estado nos conmina (ahora a muchos, nos “recomienda”) “quédate en casa”, para cuidarnos y proteger nuestra salud. Pero ese mismo Estado supone que podemos vivir sin trabajar.

Es un Estado burócrata que desconoce la realidad de miles de ciudadanos que generamos nuestros propios ingresos, que vivimos “al día, pero en blanco”, que hacemos nuestros aportes y pagamos nuestros impuestos y que, por todo eso, no calificamos para los programas de apoyo que el mismo Estado diseña.

Hoy, cuando nuestro país está dividido en “fases”; cuando tenemos un mapa federal del coronavirus con provincias y zonas más o menos comprometidas; cuando algunos estamos saliendo, avanzamos y retrocedemos, y otros están más más complicados en una curva que no para de subir, podemos ver el camino recorrido y aventurar algunas ideas.

Esta pandemia nos muestra que somos creadores de protocolos ineficaces e impracticables. El protocolo simple de prevención y cuidado (lavado frecuente de manos, uso del alcohol en gel o del alcohol al 70%, barbijo, distancia de 2 metros…) está fuera de discusión y debería ser respetado y puesto en práctica por todos los ciudadanos, sin excepción.

Hablo de los otros protocolos; de los ineficientes e impracticables, que el Estado, so pena de protegernos, promueve y que cada estamento estatal aplica como le parece.

Como dije, soy un trabajador afectado a una actividad esencial, la cual involucra viajes permanentes entre Concordia y CABA.   A cada ingreso a la cuidad, se me aplica “el protocolo”, es decir, la obligatoriedad del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (cuarentena) o me escolta con un patrullero hasta mi casa…

El mismo Estado que aplica el protocolo es el que me extendió el certificado de circulación que me permite desplazarme para realizar mi trabajo.

El mismo Estado que pone a mi servicio a una cantidad importante de recursos humanos y materiales (combustible, instrumental, vehículos) para ir hasta mi domicilio a tomarme la fiebre es el que alienta el uso de la aplicación (CUIDAR), gratuita y diseñada por el mismo.

El mismo Estado que me autoriza a trabajar porque considera que la actividad que realizo es esencial, desperdicia sus escasos recursos en controlarme la temperatura todos los días, durante 14 días y si, en algún momento no estoy en mi casa (porque como ya dije, ¡¡estoy trabajando!!), me labra un acta de notificación y genera una nueva maquinaria burocrática de nuevos recursos humanos y materiales malgastados…

Algunos dirán “No te quejes, te están cuidando”. Sí, efectivamente, es una forma de ver la cuestión. Yo pienso en términos de responsabilidad cívica y ciudadana, no en términos individuales ya que sería imposible que a cada uno de nosotros nos pusieran un “custodio” o un “cuidador” personal. Pienso, como un adulto responsable de su propio cuidado y del cuidado de los suyos, acompañado por un Estado que lo monitorea, a través de la aplicación CUIDAR, por ejemplo, y que usa sus siempre escasos recursos para equipar sus hospitales y a sus médicos.

Otro ejemplo: desde hace días, al ingreso a la provincia, no es posible controlar la temperatura de las personas que entran a Entre Ríos. Otro protocolo inaplicable: sin instrumental (el termómetro digital está roto), sin recursos humanos formados no hay protocolo que valga, todos se vuelven ineficaces e impracticables.

Por último, no quiero dejar de mencionar el carácter estigmatizante de ciertos protocolos: basta ver en las redes sociales de aquellas personas que son visitadas asiduamente por la Cruz Roja, por ejemplo, en el proceso de control del cumplimiento de la cuarentena y de los síntomas del COVID.19. Muchas de ellas reciben comentarios estigmatizantes, que los califican como portadores del virus al barrio, como enemigos de sus vecinos o como personas no gratas en sus propios espacios. 

La pandemia también nos está mostrando que naturalizamos una manera de gobernar, por DNU.
Hace 90 días, se decretó el ASPO (20/3/20), en todo el país. Hoy nuestra Argentina vive distintas fases de este ASPO y algunos ciudadanos empiezan a recuperar el ejercicio de sus libertades individuales: la libertad de ejercer su profesión, de circular libremente, de peticionar ante las autoridades, de usar y disponer de su propiedad,… todos derechos garantizados por al nuestra Constitución Nacional (todavía no podemos ejercer el derecho constitucional de entrar, salir y transitar libremente por todo el territorio nacional! ).

Siempre entendí que este periodo es excepcional y que como tal, requiere y justifica medidas de excepción: los DNU van en esa dirección ya que “acotan”, “reacomodan”, “limitan” el ejercicio de las libertades individuales sustantivas, en pos del bien común. Hasta aquí todo es comprensible, lo que provoca cierto resquemor es la frecuencia de la utilización de los DNU y su extensión en el tiempo. Recién hace muy pocas semanas, el poder legislativo comenzó a sesionar.

Desde el 20/03/20, todos los argentinos aceptamos el “Quedate en casa” como una forma (la única, según los especialistas), de protegernos y de proteger a los demás y, sobre todo, como una manera de ganar tiempo y de reforzar y fortalecer el sistema de salud en vista al tan mentado “pico de contagios”. Hoy estaríamos transitando este pico y, algunos mensajes, siempre contradictorios, nos alertan sobre el colapso certero del sistema sanitario, el cual no podría atender a todos aquellos que necesitaran de él, garantía tantas veces evocada por el Presidente en sus recurrentes anuncios de extensión de la cuarentena.

Así entonces, la correlación entre la limitación por DNU, pero consentida por la población, de las libertades individuales y constitucionales en pos del bien común y la garantía de acceso a un sistema de salud fortalecido no se materializa en un beneficio para el ciudadano argentino inmerso en este panorama generado por el COVID-19.

No es “natural” gobernar por DNU, no es “natural” ver recortadas las garantías constitucionales, no es “natural” aislarse por 90 días, no es “natural” que el sistema sanitario colapse cuando estaban dadas todas las garantías para que eso no suceda. NO naturalicemos las decisiones políticas.

Por último, la pandemia nos muestra que nuestros funcionarios públicos, muchas veces, no están a la altura de las circunstancias.

Las diferentes fases del ASPO y del Distanciamiento Social en las que se encuentra nuestro país hacen que las realidades cotidianas de los argentinos sean muy diferentes: hay quienes pueden reunirse con sus familiares y amigos y quienes permanecen aislados de los suyos como el primer día; hay quienes pueden salir a caminar y a correr y quienes sólo pueden ir “de la cama a living” como dice la canción; hay quienes pueden salir de compras y quienes debe seguir comprando a través de la pantalla…Unos y otros nos fuimos habituando a estos nuevos escenarios y añoramos o disfrutamos cada nueva “apertura” que la mayoría de las veces, se materializa en una vuelta al trabajo para diferentes grupos de ciudadanos.

Los trabajadores monotributistas, autónomos cuyas empresas o microemprendimientos no aplican para recibir ayuda del Estado, son los perjudicados en este contexto: muchos desaparecieron; otros desaparecerán en los próximos meses y algunos más, sobrevivirán y deberán reinventarse como en cada crisis. Mientras esto sucede, el Estado y sus funcionarios, muchos de los cuales parecen no estar a la altura de las circunstancias, (véase el episodio de la semana pasada en nuestra ciudad) siguen “sin ajustarse el cinturón “, dejando que una vez más, el esfuerzo recaiga sobre el ciudadano de pie, el trabajador que todos los días apuesta al país con su trabajo y sus impuestos.

Este contexto de pandemia debería ser una buena ocasión para que los funcionarios públicos de cualquier estamento del Estado demuestren su idoneidad, su capacidad y su solidaridad para con los ciudadanos.
Darío FAVRE
18241766
dariofavre619@hotmail.com

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