“Cuando volverán a jugar los niños”, por Fernando Spiazzi

El juego es tan necesario para la educación del niño, que no tenerlo por tanto tiempo, los hará crecer menos sabios y menos humanos.

«El juego de los niños consiste en “perder el tiempo”, en perderse en el tiempo, a encontrarse con el mundo a través de una relación excitante, llena de misterio, de riesgo y aventura. Y el motor de esta acción es el más potente que conocemos los seres humanos: el placer. Por eso los niños y niñas, cuando juegan de verdad, pueden olvidarse incluso de comer». Francesco Tonucci.

A Jose de diez años de edad le gustaba levantarse tarde, comer algo apurado, casi sin lavarse la cara ir a la computadora a meterse en su mundo de dragones y de juegos espaciales.

Carolina remoloneaba para despertarse, con la última alarma y en el enésimo grito de su madre. Se levantaba para ir a la escuela en la mañana, a la tarde mientras alguien dormía la siesta pasaba horas en su Tablet jugando juegos de lucha y de futbol.

Mama y papa los querían todo el día cerca de ellos. Se decían para sí mismos, mejor adentro de la casa, que convivir con los peligros de la calle.

Hace tiempo que la pandemia cambio la vida de todos, la educación del individuo tiene tres soportes importantes la familia, la escuela y los clubes, hoy han desaparecido dos pilares la escuela presencial y el club de barrio.

José se despierta temprano, mira la computadora con desdén ya está cansado de jugar con ella y lo vuelve a hacer por solo costumbre, interactúa con el teléfono, charla con un amigo y así lentamente observa pasar el tiempo.

De reojo mira por la ventana, que tiempo raro se dice para sí, temperaturas altas en pleno invierno y estamos en el corazón de agosto, observa a ver si escucha a alguien picar una pelota, no escucha nada, solo ve a la gente apurada que pasa con barbijo y no se detiene, vienen con bolsos cargados, sin hablarse, observa gente corriendo con tapabocas, parece una película de zombis.

Carolina se levanta eyectada de la cama son las siete am, si, ya no puede dormir más, parece mentira pero extraña el colegio, los recreos, juntarse con amigos, extraña salir a jugar a divertirse, se acomoda en la almohada y piensa para sí, le voy a decir a mama que hoy voy a ir a la casa de José y voy a invitar a Manuel y Agustina, de repente, recuerda que le dijeron que estaban prohibidas las reuniones sociales y vuelve a la realidad.

La vida transcurre lentamente casi pidiendo permiso, los días son grises, no hay más color, son grises casi que, sin emoción, son un sinsabor de aquel que sabe que está atrapado y sabe que no va a salir a jugar ni siquiera un ratito, que tragedia.

La salud, la salud que significa estar sano, que es el perfecto equilibrio físico y mental, se puede estar atrapado 24 horas, dormir, jugar a la compu, comer, jugar, y volver a dormir, como se extrañan las pequeñas cosas, esas que son gratis, que parecían naturales y que hoy son las cosas más malas del mundo. No salgas a jugar está el bicho afuera puedes contagiar al tata o a la Abu, quédate en casa ya vas a tener bastante tiempo para divertirte dice mama.

Era un día radiante de sol, José se sintió pletórico, caminaba con el pecho hinchado con Carolina a su lado, en su brazo una hermosa pelota de futbol, nueva sin uso, bueno en verdad lustrada tantas veces por no poder ocuparla, estaba guardada en un rincón cuidada, brillosa, reluciente.

Llegaron a la cancha montón de chiquillos se agolpaban alrededor del profe; este los miro de a uno y les dijo, bueno hoy arrancamos, despacio y con paso firme, dejen la pelota al costado, tres vueltas a la cancha, ejercicios para entrar en calor y nos juntamos en el círculo.

Marcelo el que se destacaba del grupo porque era el más estudioso, dice con voz fuerte ¡qué bueno apareció la cura! ahora todo vuelve a la normalidad, alguien le gasto una broma y los chicos y chicas siguieron corriendo.

Eran unos 30 purretes, gurises como le decimos los entrerrianos, de distinto genero se mezclaron de a poco y con paso cansino después de la rutina llegaron a la mitad de la cancha, el profe pidió los chalecos, llego la hora de jugar, ¡qué momento!, por fin.

Risas, emoción, ansiedad, eran treinta jugadores, ocho no serían de la partida, se cruzaban los dedos nadie quería quedar afuera.

 El profe los observo como si fueran sus propios hijos, con voz ronca para poder tener más autoridad, mirándolos fijamente les dijo ,hoy cambian las reglas, hoy juegan todos, jugamos un quince contra quince, lo importante ahora es jugar, desde hoy venimos a divertirnos ,tomen chaleco azul para la izquierda y rojo a la derecha de la cancha ,disfruten chicos.

El partido empezó José tomo la pelota observo cabeza levantada, amago el pase y la tiro larga, el marcador quedo despatarrado, con otra finta se sacó de encima otro contrario, miro al arquero estaba lejos, contemplo los compañeros, por el medio vio a Carolina que le mostraba el piso y le gritaba tírala ,tírala, José le apunto a las piernas, la pelota caprichosa hizo un extraño efecto y se levantó a media altura, Carolina se apronto arqueo el cuerpo hacia atrás la pierna izquierda tomo impulso y se volcó ,la pelota  impacto de lleno en su botín , cuando caía podía ver como su envió iba recto hacia el arco.

 El portero la vio venir, camino un paso hacia la derecha y se lanzó ,su vuelo fue estéril ,la pelota le rozo el guante y se metió pegada al palo,¡ gol!, ¡golazo! , ¡golazo! ,Carolina se llenó la boca de gol ,corriendo fue al encuentro de Jose y se fundieron en un abrazo interminable ,se festejaba todo, el gol ,el fin del suplicio ,la pandemia finalizaba ,los niños estaban jugando, José y Carolina lloraban pero de emoción.

En el festejo de pronto  Jose sintió un golpe en su mano, y otro y otro ya estaba molesto, porque algo lo sacudía y no podía ver quien era, lo buscaba entre las camisetas azules ,hasta que de pronto abrió los ojos, era su mama ,Jose te quedaste dormido, no mama estaba jugando al futbol, la mama lo miro con una ternura inmensa ,esa ternura con la que solo te puede mirar una madre y despacio como en un susurro le dijo ,te prepare el chocolate caliente y te compré las galletitas que a vos tanto te gustan,-

La madre dibujo su mejor sonrisa para lanzarle una mentira, piadosa su mano izquierda le toco la cabeza y le dijo con mucha seguridad te juro hijo que pronto muy pronto vas a volver a jugar.

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