Columna de opinión de Sergio Urribarri: “El interés nacional es nuestra brújula”
El Embajador argentino en Israel, Sergio Urribarri, realizó un análisis del proceso electoral que tuvo lugar en Estados Unidos y que depositó a Joe Biden en la presidencia del país del norte. En este marco, se refirió al rol de Argentina y dijo: “Nuestra tarea central como argentinos es identificar y perseguir nuestros propios intereses nacionales, sin quitar la mirada de ellos, para que sean nuestra brújula”
“Una sola temática ocupó en los últimos días los lugares
principales en medios de comunicación de todo el mundo: la elección
presidencial de Estados Unidos. Es unánime la concentración pública y
periodística en un fenómeno político que no deja de ser una elección
presidencial en un país extranjero, como se dan decenas en el curso de cualquier
año. El hecho de que transcurra en una de las potencias del planeta explica
esta generalizada atención, que ninguna persona comprometida con el quehacer
político y el destino de su país puede soslayar.
El primer factor a tener en cuenta es que, si bien el
extendido proceso eleccionario estadounidense ya dio como claro ganador a Joe
Biden, Donald Trump adoptó la actitud que se preveía y no se reconoce como
presidente saliente. Las circunstancias específicas en las que el líder
republicano habrá de reconocer su derrota -si finalmente esto ocurre- serán
fundamentales a la hora de bosquejar el panorama político interno de Washington
y, por ende, su proyección internacional.
En segundo lugar, en los últimos cuatro años Trump catalizó
y canalizó pasiones e intereses que atraviesan a la sociedad norteamericana y
que abrevan en diferentes orígenes ideológicos y casi la mitad del electorado
estadounidense le dio una nueva muestra de confianza. Quienes estamos hace años
en política vemos con claridad que erran quienes piensan que el 20 de enero de
2021 desaparecerá el movimiento político que llevó a Trump al poder y que
definió su administración. Su estilo y políticas internas y externas
representan el pensamiento de un amplio sector de la sociedad norteamericana.
En tercer lugar, Biden mereció en los últimos meses una
enorme y uniforme corriente de simpatía en la opinión pública internacional, al
mismo tiempo que la figura de Trump iba en sentido contrario, y mucho tuvo que
ver con eso el tratamiento político y mediático que dio a la pandemia de
covid-19. Es posible entonces prever que el mundo recibirá con cierto
entusiasmo y esperanza a Biden, quien tiene una extensa trayectoria y conoce
como pocos el sistema político estadounidense, así como también las políticas
del Partido Demócrata que postuló a Hillary Clinton hace solo cuatro años.
El cuarto factor a tener en cuenta es que la emergencia de
la pandemia y la efervescencia política que viven los Estados Unidos convierten
toda tentativa de “vuelta a la normalidad” en una utopía. No existe hoy en
ningún lugar del mundo, una normalidad a la que volver. Del futuro solo sabemos
que será distinto del pasado.
La política de los Estados Unidos en Medio Oriente merece un
párrafo aparte. Trump será recordado en esta región desde donde escribo por sus
decisiones y gestiones audaces, algunas de las cuales rompieron la práctica de
décadas y llevaron al aporte de logros concretos en los últimos meses. La
alianza estadounidense-israelí es estructural para ambas políticas exteriores y
está cimentada en profundas realidades geopolíticas más que en las personas que
transitoriamente ocupan roles o espacios de poder. Se trata de una amistad
basada en valores e intereses cuya transformación radical, si no imposible,
resulta sumamente improbable dado que la relación Israel-Estados Unidos es de
Estado a Estado y trasciende las contingentes personalidades.
Perón nos decía que la política es la política
internacional, y lo que se discute en política son intereses. Y si bien los intereses
y las posiciones de los países en los temas de la agenda internacional son más
estables de lo que suele creerse, se aguarda que la administración demócrata
entrante retome de todas maneras la participación y la mirada de los Estados
Unidos en ciertos asuntos (ej.: cambio climático, reducción de armas nucleares,
inmigración) y regiones (ej.: Latinoamérica) que Trump descuidó.
Con todo eso en mente, nuestra tarea central como argentinos
es identificar y perseguir nuestros propios intereses nacionales, sin quitar la
mirada de ellos, para que sean nuestra brújula.
A nivel doméstico, Biden ya comenzó a llevar adelante la
tarea de restañar las diferencias que generaron las políticas públicas del
gobierno saliente, o la falta de ellas, que fueron en detrimento de las
minorías. Desde sus primeras declaraciones, procuró demostrar que aspira a ser
el presidente de todos los estadounidenses, tanto de quienes lo votaron como de
quienes no lo hicieron, intentado superar las diferencias internas que dañan el
conjunto.
Esta declaración inicial del candidato ganador nos remite a
nuestra propia vida política. Ya desde la campaña a presidente, Alberto
Fernández se ha esforzado por superar las antinomias y bregar tanto por la
construcción de consensos amplios como por la expresión pacífica de los
disensos propios de toda democracia. Cristina Fernández de Kirchner habla de
unidad desde hace muchos años. En 2013, en el acto por el Bicentenario de
Paraná, dijo: “Un mundo difícil exige que luchemos muy unidos. Estoy convencida
de que la inmensa mayoría de los argentinos sabe que peleados y desunidos no
llegamos a ninguna parte”. Reiteró el concepto recientemente en su carta del 27
de octubre cuando remarcó la necesidad de lograr “un acuerdo que abarque al
conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la
Argentina”. La vocación de diálogo y acuerdo es una constante en nuestra
tradición política.
Existen otros signos recientes y positivos de la arena
internacional que debemos agregar a nuestro análisis: el referéndum en Chile y
la elección boliviana. “El universalismo constituye un horizonte que ya se
vislumbra y no hay contradicción alguna en afirmar que la posibilidad de
sumarnos a esta etapa naciente descansa en la exigencia de ser más argentinos
que nunca”, advertía Perón hace más de 40 años en el Modelo argentino para el
Proyecto Nacional. La interdependencia que hoy compone las relaciones
internacionales, en particular en países como el nuestro especialmente sujeto a
las volátiles alteraciones del mercado mundial, es una realidad. El proyecto
nacional es el que nos guía y caracteriza a nuestra fuerza política, en una
combinación útil de pragmatismo en los medios y de convicción en los fines”.
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