“Alberto Fernández debería ser el candidato del Frente de Todos en 2023”
Gustavo Bordet fue entrevistado por el ceo de Perfil, Jorge Fontevecchia, en su tradicional reportaje que se publica los domingos. Habló del peronismo, kirchnerismo, el caso Ertchevehere, Grabois, las PASO, y su charla con Cristina, entre otros puntos.
Entre Ríos tiene una particularidad: es un termómetro
electoral de lo que sucede en la Argentina. Su gobernador representa el centro
en un doble sentido: el geográfico, que lo emparenta con Córdoba y Santa Fe;
pero también el ideológico. Se entusiasmó con Alternativa Federal y una
presidencia de Roberto Lavagna, pero terminó conformando ese panperonismo al
que convocó Cristina. Hoy dice que en la pospandemia “se deberá consolidar el
Frente; y no será tarea sencilla”.
En 2015 ganaste por una diferencia mínima, era 42,3% contra
39,4% del candidato de Cambiemos, el dirigente rural Alfredo De Angeli. En 2019
los resultados fueron muy distintos, ganaste por el 58%, con más de 20 puntos
de diferencia sobre Atilio Benedetti, que era el candidato de Juntos por el
Cambio. ¿Cómo fue que la diferencia aumentó diez veces?
—En 2015 hubo un contexto nacional desfavorable para el
justicialismo en muchas provincias. En la provincia más importante, Buenos
Aires, se perdió por alrededor de cuatro puntos. Al estar unificadas las
elecciones nacionales con las provinciales en Entre Ríos, se constituyó una
desventaja que dejó ese muy escaso margen de diferencia. En números absolutos eran
22.300 votos. Cuatro años después cambiaron muchas cosas.
—Como dijo Mauricio Macri: “Pasaron cosas”.
—Se hizo una gestión que estuvo a la altura de las
expectativas que la población.
— Nos posicionó realmente de manera muy buena. Por otro
lado, la impronta de la gestión, que es la misma ahora, es una propuesta
convocante, que va por el camino del diálogo para construir con oficialismo y
con oposición. Leyes importantes como el Presupuesto casi todos los años se
aprobaron por unanimidad. Eso sucedió también en general este año. Luego, en
particular, la oposición siempre realiza sus planteos. Entre Ríos es una
provincia que tiene una muy buena distribución demográfica. La capital
solamente concentra el 25% de la población, algo que ocurre en pocas provincias
argentinas. Normalmente las capitales aglutinan un porcentaje muy alto.
—El 50% o más.
—También hay mucha población que sostiene la ruralidad. Por
tanto, para llegar con una propuesta electoral hay que tener en cuenta muchos
factores. Luego incide el desdoblamiento de las elecciones. Planteamos una
elección primaria y general desdoblada, que nos permitió discutir para los
entrerrianos. También tienen mucho que ver las propuestas en las intendencias.
—En 2015 fueron unificadas y en 2019 desdobladas.
—Fueron desdobladas. Y también pudimos construir un frente
que fue el antecedente más inmediato del Frente de Todos. Era muy difícil
lograr un acuerdo político entre el kirchnerismo y el sector que representábamos.
Hubo negociaciones intensas. Las llevó adelante Alberto Fernández, cuando nadie
imaginaba que podía ser presidente. Fue uno de los interlocutores que logró ese
proceso de unidad. Se había hecho en San Juan, en un escenario menos complejo.
—En la elección presidencial fue diferente. Mauricio Macri y
Miguel Ángel Pichetto ganaron por un porcentaje mínimo.
—Sí. Se explica por la dinámica del proceso político. En las
PASO se había ganado por entre 9 y 11 puntos.
—¿En las PASO para presidente?
—Sí, en agosto. Hubo aciertos de Cambiemos en ir hacia una
franja de la población que abarca la región productiva, la región centro, con
un mensaje que llegó mucho a esos sectores. Después de las PASO hubo una fuerte
polarización y división realmente muy marcada. Las provincias de la región
centro del país tomaron decisiones similares. Pasó lo mismo en Santa Fe, donde
se ganan las provinciales y no se dio el mismo resultado en las nacionales. Lo
mismo Córdoba. San Luis es el otro caso. Mendoza, no.
—Alfredo Cornejo y Ernesto Sanz plantearon en reportajes
como este que hay dos Argentinas: una que produce y otra que vive de los planes
y la asistencia del Estado. Para ellos, la primera vota oposición; la segunda,
oficialismo.
—Hay una Argentina fragmentada. No es de ahora, viene desde
hace muchos años. Este año se conmemoran los 200 años de la creación de la
República de Entre Ríos, una efímera independencia con Francisco Ramírez,
conformada por lo que es hoy Entre Ríos, Corrientes y Misiones. No fue una
cuestión segregacionista. No era la intención romper con la Confederación que
se había gestado. En las democracias modernas, esas diferencias no deberían ser
llevadas al extremos. La confrontación es permanente. Vamos de una banda a
otra. Debe haber políticas públicas que trasciendan gestiones de gobierno, que
se continúen y que se fortalezca la institucionalidad. Es cierto que hay
provincias eminentemente productivas, como las nuestras, y otras que quizás no
lo son. Tenemos que vivir en un país integrado. No podemos tener un concepto de
insularidad en cada provincia. Sería muy desventajoso para alguna provincia en
el norte que no tenga sistemas productivos como los nuestros. El país es el
mismo. Los dirigentes políticos tenemos que abogar para que esa fragmentación
se reduzca a un mínimo.
—¿Cómo es ser gobernador peronista en esa Chetoslovaquia que
se usaba como metáfora de dos países en uno, en la que están Entre Ríos, Santa
Fe, Córdoba?
—La clave está en la cercanía que se genera con los
ciudadanos en cada uno de nuestros distritos. Interpretar cómo piensa una
persona de campo y llevarle una propuesta con un concepto local o regional. En
una elección presidencial todo es mucho más macro. Se centraliza mucho en lo
que sucede en AMBA y en Ciudad de Buenos Aires. La agenda que tenemos difiere
mucho de la que se instala en Ciudad de Buenos Aires o en el Gran Buenos Aires.
Los hechos que son noticia no son los mismos.
—¿Se podría decir que hay una agenda común en Entre Ríos, en
Santa Fe, en Córdoba, en las provincias productivas?
—Sí, claro. Formamos parte de la Región Centro, que funciona
desde mediados de los 90. En la gestión anterior teníamos una muy buena
relación con el gobernador de Santa Fe, con el ingeniero Miguel Lifschitz, del
socialismo. Teníamos una agenda de trabajo común. Se sostuvo durante muchos
años. Es importante no solo el funcionamiento intergubernamental entre las tres
provincias, también tiene mucho que ver cómo se involucran los consejos
empresariales, las asociaciones comerciales, otras asociaciones civiles,
deportivas, culturales. Es algo muy internalizado en la sociedad.
—En marzo de 2019 dijiste: “Alternativa Federal es una
propuesta que ha generado expectativa en poder sellar la unión nacional.
Alternativa Federal, si algo expresa, es esa idea de cerrar la grieta”. Y
agregabas: “Esto lo compartimos con varios gobernadores. Tenemos que salir de
esta situación de división frente al modelo que lleva adelante el gobierno, al
que uno a priori no le encuentra rumbo”, te referías obviamente al gobierno de
Macri. “Creo que de Alternativa Federal pueden salir los candidatos que
necesitamos para el futuro”. Agregabas: “Roberto Lavagna podría ser un muy buen
presidente para la transición”. ¿El Frente de Todos captó esa necesidad?
—Sí, el peronismo de Entre Ríos tiene también matices.
Teníamos una división y era necesario unirnos. Participé de la construcción de
Alternativa Federal, que en ese momento no estaba reducida solamente a la
candidatura de Roberto Lavagna.
—Estaba también Sergio Massa.
—Y Juan Manuel Urtubey. Estaba Sergio Massa, Juan
Schiaretti. Éramos varios gobernadores que participábamos de ese pensamiento,
como Sergio Uñac.
—¿Qué pasó con ese proyecto?
—No cobró la fuerza necesaria. Vimos que si no teníamos el
proceso de unión que se daba en las provincias, difícilmente podíamos tener un
triunfo electoral. Cambiemos estaba consolidado con su propuesta política y no
íbamos a tener éxito si íbamos fragmentados. Fuimos varios gobernadores los que
desarrollamos ese proceso. Después Sergio Massa integró el Frente de Todos y
Alternativa Federal quedó reducida a una expresión más acotada.
—¿Sin Alternativa Federal Alberto Fernández no hubiera sido
elegido por Cristina Kirchner para ser presidente?
—Cristina Kirchner interpretó muy bien el momento político.
Nadie había descifrado el mecanismo que nos permitiera consolidar un proceso de
unidad. Cambiemos no reaccionó cuando salió aquel video. Y fue lo que permitió
después un triunfo electoral del Frente de Todos. La etapa que viene es consolidar
el Frente, lo cual no es una tarea sencilla.
—¿Cómo se dio el proceso para que Alberto Fernández
trabajara en la unidad del peronismo entrerriano?
—En la provincia necesitábamos agotar las instancias de un
proceso de unidad en un gran frente común. Me senté a hablar con Cristina
Fernández de Kirchner en febrero y le manifesté por qué debíamos hacerlo. Ella
me planteó que no quería ser la responsable de que el peronismo perdiera en
nuestra provincia por falta de unión. De mi parte manifesté la vocación de
abrir las listas para integrarnos. Allí comenzó un proceso de trabajo que duró
cerca de un mes. Ella designó como interlocutor a Alberto Fernández y yo
designé al senador Edgardo Kueider y me sumé a la charla activamente. Fueron
negociaciones arduas. Ahí conocí bien a Alberto.
—¿No lo conocías previamente?
—Había conversado, pero solo una charla informal. No lo
conocía en el trabajo político. Me encontré con una persona cautivante, capaz
de liderar un proceso muy difícil. Llegamos con mucho éxito. Hasta el día de
hoy funciona así. Esa unión está reflejada en la Cámara de Diputados de la
provincia. Hasta hoy funciona perfecto, respetando cada uno su identidad, pero
sin desacoples.
—¿Te sorprendió su designación como candidato a presidente?
—No me sorprendió por la persona. Si alguien podía
sintetizar y generar confianza hacia sectores que veníamos de los gobiernos
provinciales, era justamente Alberto.
—¿Por venir de la construcción de Sergio Massa?
—Sí. Y también por la negociación provincial. Era una
persona altamente confiable. Lo que sorprendió fue la claridad del análisis
político que tuvo Cristina para plantear la fórmula. Fue brillante en ese
sentido.
—En Entre Ríos se da algo análogo a San Juan. Sergio Uñac
también era parte de este proceso de Alternativa Federal. Los dos tienen la
complejidad de suceder a gobernadores importantes y con un sesgo más
kirchnerista. En San Juan, José Luis Gioja y en Entre Ríos, Sergio Urribarri.
¿Cómo se dio esa transición?
—No se dio de una manera traumática, pero sí con altibajos y
tensiones políticas. Tiene que ver mucho con la impronta de gobernar. Más allá
de la pertenencia a un espacio político interno, tiene mucho más que ver con
las formas de gobernar, con la impronta que se impone a la gestión. Las
tensiones se fueron acomodando y limando. Estas diferencias internas no son tan
marcadas en las provincias, y la gestión ocupa un lugar clave.
—Tanto Gioja como Urribarri gobernaban en el momento de
mayor apogeo del kirchnerismo y vos y Uñac llegaron tras un proceso de desgaste
del gobierno kirchnerista a nivel nacional?
—En la provincia de Entre Ríos nunca había ocurrido, por lo
menos en la democracia moderna, el antecedente de un presidente de un partido y
un gobernador de otro. Nunca había ocurrido, de 1983 a la fecha. Hay que ir
muchos años más atrás para encontrar una situación de esa naturaleza.
—¿Podríamos decir que Entre Ríos adelanta? ¿Es un espejo de
un promedio del país?
—Un analista político hablaba de la Ohio argentina (N. de la
R.: Gustavo Marangoni fue uno de los politólogos que usó la metáfora). Decía
que el resultado que se da en Ohio es el que se da en la media de Estados
Unidos; ocurre lo mismo en Entre Ríos. Refleja la media del país. —Y está cerca
de Buenos Aires. Como se dice de México: “Tan lejos de Dios y tan cerca de
Estados Unidos”.
—Sí.
—¿Hay un kirchnerismo que es casi un partido del conurbano
bonaerense y un peronismo que en general es mayoritario en el interior?
—Lo que sucede en el conurbano bonaerense, donde está la
mayor cantidad de votantes, es transversal. Atraviesa a todos los partidos
políticos. En el peronismo se ve con más fuerza, porque el peronismo tiene más
municipios. Sus particularidades constituyen una agenda diferente a la de las
provincias. No lo veo como una polarización kirchnerismo o antikirchnerismo. En
todos los espacios internos que dominan la vida política del peronismo siempre
hay diferencias: por el caudal electoral, por la complejidad que tiene el
sistema de partidos en el Conurbano y por su peso electoral.
—Decías que Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba tienen una agenda
común que tiene que ver con el sistema de producción y la distribución
geográfica. Marcabas que en Entre Ríos la mayoría de la población es rural y
que ese sistema genera más riqueza. El Conurbano es el sector más pobre de la
Argentina. ¿Hay una explicación de las diferencias a partir del nivel
socioeconómico?
—El Conurbano tiene un proceso de industrialización también
muy alto, que no tenemos en nuestras provincias. Nuestras provincias producen
alimentos, lo transformamos en un complejo agroalimentario; hay industria de
maquinarias agrícolas, industrias metalmecánicas incipientes en Entre Ríos, y
está mucho más desarrollada en Córdoba, donde hay industria automotriz. El
cordón industrial de la Argentina está dado en el Conurbano. El Conurbano tiene
necesidad de obras de infraestructura, justamente uno de los objetivos que se
planteó el presidente Alberto Fernández, como el gobernador Axel Kicillof.
—¿La salida de María Eugenia Bielsa del gabinete constituyó
una pérdida de representación de la zona centro?
—No. No me gusta cuando se integra el gabinete parcelado por
una distribución geográfica. Nos pasa lo mismo en Entre Ríos, donde está la
costa del río Uruguay y la costa del río Paraná. Hay que nombrar a las mejores
mujeres y hombres para ocupar los cargos. No lo sentimos como una pérdida. Fui
intendente de mi ciudad ocho años. Que un intendente de un municipio importante
como Avellaneda esté a cargo justamente de la política de viviendas habla a las
claras de qué va a pasar en la gestión futura con un programa ágil para
construir viviendas. Hay una ecuación y un cálculo muy sencillo: si se destinan
fondos para construir viviendas, 50 mil viviendas a cuatro personas, por cada
vivienda hay 200 mil puestos de trabajo. Se puede hacer rápidamente. En la
gestión de Mauricio Macri, el gobierno nacional no tenía una política clara de
vivienda. No se construyeron nuevas dentro de lo que era el antiguo Plan Federal
de Viviendas. Nosotros salimos a construir con un plan provincial 2 mil
viviendas, que quizás no sean mucho, pero eso nos dio un efecto redinamizador
muy importante. Generalmente estaban destinadas a pueblos pequeños, a juntas de
gobierno. Las empresas que ganaban las licitaciones eran pequeñas. Posibilitó
generar trabajo. Me entusiasma mucho la política de vivienda como método
keynesiano para poder salir a generar fuentes de empleo y cumplir con un
derecho constitucional.
—¿Y qué sentiste cuando leíste la carta de la vicepresidenta
Cristina Kirchner cuando hablaba de funcionarios que no funcionan?
—Es una opinión. Expresó con mucha autenticidad que era
necesario realizar cambios. Quizá Cristina tiene la estatura política para
hacerlo a través de una carta. No es el rol que nos cabe como gobernadores.
—Alberto Fernández dijo que ejercería su cargo con los
gobernadores. ¿Se cumplió esa expectativa este año?
—Sí. Se cumplió con creces, a pesar de lo atípico que ha
sido este año, que no nos permitió reuniones presenciales. Permanentemente hay
consultas. Este año se motorizó muchísimo lo que es la obra pública, sobre todo
obras viales. En Entre Ríos se puso en marcha la autovía de la Ruta 18, que
atraviesa toda la provincia. Hay una consulta permanente, y el ejemplo que
mejor lo grafica es cómo se abordó la pandemia. Fue con interconsultas entre
todos los gobernadores y con consensos para implementar medidas muy duras, como
aislar a la población. Son medidas desconocidas, porque no son de manual. Es la
primera vez que ocurre en el planeta desde la gripe española en torno a 1918.
—Antes de ser gobernador, fuiste intendente de Concordia, el
lugar donde además fue intendente tu padre. A principio de año, el ministro
Daniel Arroyo anunció el lanzamiento del Plan Contra el Hambre en Concordia
afirmando que era una de las provincias que tenía mayor necesidad de asistencia
alimentaria. ¿Cuál es la situación en la ciudad?
—Concordia es una ciudad que tiene muchas asimetrías, quizás
muy marcadas. También hay un mito construido en torno a la pobreza de
Concordia. En la Encuesta Permanente de Hogares, que mide un poco más de
treinta ciudades en todo el país, Concordia está siempre al tope, o cerca de la
medición, como la más pobre. Pero si uno la conoce, encontrará una ciudad
pujante, con economías regionales fuertes. Hay citricultura, forestoindustria,
arándanos.
—¿A qué atribuís esa pobreza?
—A múltiples factores. Concordia empezó un proceso de
inmigración poblacional cuando se construyó la represa Salto Grande. Comenzó en
1973 y se terminó en el 80. A la construcción de la represa vinieron 7 mil
personas de distintos lugares del país porque eran muy buenos los sueldos que
se pagaban. Cuando se terminó la construcción, esas familias quedaron
desocupadas. Eso coincide con el momento en que se cierra el ramal Urquiza,
cuya gerencia central estaba en Concordia. Eso implicó que 2.500 trabajadores
perdieran su empleo. Cerró Pindapoy, la empresa citrícola más importante que
había, con 900 puestos de trabajo. Cerró el frigorífico CAP Yuquerí, que
empleaba 1.800 personas.
—¿Concordia sería un espejo del Conurbano?
—Sí, pero diferente porque tiene un flujo permanente de
personas que vienen por trabajo. La citricultura o la cosecha de arándanos
insumen mucha mano de obra, y mano de obra no calificada. Los salarios son
bajos. Un cosechador de citrus o de arándanos está debajo de la línea de
pobreza para la medición de la Encuesta Permanente de Hogares, pero tiene
empleo. En el momento pico de la producción de arándanos se necesitan 17 mil
trabajadores. Tienen que venir de otras ciudades. Pero quitando el tema de la
pobreza, hay una Concordia muy potente que vive de la actividad privada.
—¿Por qué sos partidario de suspender las PASO?
—De suspenderlas transitoriamente este año. De haber PASO
estaríamos enfrentando un proceso electoral de armado y cierre de listas en
mayo. Nos quedan cinco meses. Tenemos la pandemia sin resolver. Tenemos que
hacer un plan masivo de vacunación como nunca. Nos exige un esfuerzo enorme que
nos pone a prueba. La pandemia, a pesar de la vacuna, no va a estar
solucionada. Hemos tenido gastos realmente extremos. Por eso es mejor que las
internas las resuelvan los partidos políticos. Es mucho más importante lo de la
pandemia, más allá del costo. Todavía queda la incertidumbre de que comiencen
las clases presenciales. En Entre Ríos ya empezaron en escuelas de todos los
departamentos. Nuestra aspiración es que en marzo esté la presencialidad
completa.
—Si se puede ir a la escuela, también se puede votar. ¿El
esfuerzo logístico debe aplicarse a la pandemia?
—Absolutamente.
—¿Cómo afectó la pandemia el empleo, la creación de riqueza?
¿Qué cantidad de empleos se perdieron, y empresas y comercios cerraron
—Entre Ríos es una provincia que produce alimentos. La
producción de alimentos nunca se detuvo, incluso en el primer semestre de este
año. A pesar de todas las dificultades, las exportaciones entrerrianas
aumentaron un 7%. Nunca se detuvo el proceso de producción agropecuaria y de
transformación de los productos primarios en proteínas animales, como el pollo,
nuestra principal economía regional. Pero hubo otro sector muy castigado,
servicios como el turismo, por ejemplo. Recién en diciembre se pudo
rehabilitar. Fue muy duro. Se solucionó en gran medida por los ATP que
sostuvieron muchas fuentes de trabajo. El IFE que contribuyó para quien trabaja
por cuenta propia, como un emprendedor o alguien que hace changas. No hubo
catástrofe en Entre Ríos. Pero sí dificultades; y muchísimas.
—¿Fue una de las provincias menos afectadas?
—Exactamente, en términos económicos. Hay excepciones. Gente
que lo pasó muy mal.
—Dijiste que “el turismo es el motor del desarrollo de
muchas localidades en Entre Ríos y genera una gran cantidad de puestos de
trabajo genuinos. Nos alegra poder dar este paso y sabemos el difícil momento
que le tocó atravesar al sector a partir de la pandemia”. Vos tenés, decías,
dos Entre Ríos, la del río Uruguay y la del río Paraná. La del Río Uruguay
limita con Uruguay y con Brasil. ¿Cómo es la comparación entre el manejo de la
pandemia de un lado y del otro del río Uruguay y cómo afectó económicamente?
—Con Brasil prácticamente no tenemos frontera. Pero sí
tenemos 450 kilómetros con Uruguay. Tenemos una relación de muchos años que es
muy buena.
—Te expresaste frente a la muerte de Tabaré Vázquez.
—Lo sentí mucho. Me había entrevistado con él en un par de
oportunidades. Era una persona muy interesante. No solo para conversar, sino
también en sus conceptos y posiciones. Lo respetaba mucho. En cuanto a la
pandemia, Uruguay tiene una población mucho más pequeña. Y su población es como
la de una provincia argentina.
—¿Comparable a Entre Ríos?
—Nuestra población es menos de la mitad de la de Uruguay.
—¿Cómo Entre Ríos y Corrientes?
—La suma es más o menos la población de Uruguay. Tiene
solamente fronteras terrestres con Brasil, únicamente al norte. Eso le dio una
barrera. También se abordó la pandemia con un criterio sanitario exitoso para
Uruguay. Hoy las fronteras están cerradas. Pedimos la apertura de las
fronteras. Nos beneficia mucho el hecho de la diferencia de cambio. Hay
ciudades con familias entrecruzadas. Jóvenes que estudian de un lado y de otro
del río.
—¿Entre Ríos se parece más a Uruguay?
—Entre Ríos estuvo aislada durante muchos años por su
situación geográfica y por aquella vieja hipótesis de conflicto donde no había
que construir puentes en Entre Ríos porque habría una invasión lusobrasileña.
Fue algo bastante disparatado. Recién a mediados de los años 70 se empezaron a
construir los primeros puentes. Con quienes más se interactuaba históricamente
era con Uruguay, porque estábamos enfrente.
—Concordia está sobre el río Uruguay.
—Está frente a Salto. Si una persona se para en la orilla
del río ve desde muy lejos a otras personas. Cada vez que pierde Argentina,
Uruguay toca bocina del otro lado, y cuando pierde Uruguay, lo hacemos
nosotros. Cuando volvió la democracia a la Argentina en 1983, todos los vecinos
de Salto fueron a la costanera a tocar bocina para saludar su regreso. Pasó lo
mismo en 1985, cuando se recuperó la democracia en Uruguay.
—¿Cómo será el resultado electoral en octubre próximo?
Ernesto Sanz dijo que Juntos por el Cambio obtendría un resultado mucho mejor
que el de 2019?
—En Argentina los procesos políticos son muy rápidos. Lo más
importante es fortalecer nuestro frente y encontrar soluciones económicas que
permitan una rápida recuperación de la economía. Si eso ocurre, el Frente de
Todos va a ganar ampliamente las elecciones en octubre.
—¿Ocurrirá eso?
—Trabajamos para que ocurra. Desde lo político, el
fortalecimiento de nuestro espacio permitirá que podamos cumplir con los
objetivos.
—¿Cómo se vivió en el electorado de Entre Ríos el episodio
del intento de expropiación de Vicentin?
—Como Vicentin es una empresa santafesina no tuvo mayormente
repercusión en Entre Ríos. Para una provincia productiva como la nuestra generó
que muchos sectores pudieran ver con algún temor algo que el Presidente se
encargó permanentemente de desmentir: que no habría expropiaciones y que se
garantizaría la propiedad privada. La oposición lo usó para decir que vendrían
por la propiedad privada, cuando no fue la intención del Gobierno.
—Durante el conflicto de la familia Etchevehere escribiste
que “en Entre Ríos no se usurpan tierras”. ¿Cuál es tu lectura del conflicto?
—Lo que pasó se inscribe en el marco de una larga disputa
familiar que viene por la herencia y los bienes residuales. Muchos fueron
enajenados, como el diario de Paraná. Hay un proceso judicial donde hace poco toda
la familia declaró de un lado y del otro por la venta de propiedades que
supuestamente se desviaron hacia otras sociedades con el fin de vaciar los
bienes a distribuir de la herencia. Es un problema judicial que no me incumbe.
—No es un tema público.
—Exactamente. En ese marco, aparece la toma o la usurpación
del campo cerca de Santa Elena. Cuando me enteré de la situación, me preocupé
muchísimo. Pensé que si se estaban usurpando campos en Entre Ríos era realmente
grave. Cuando fui intendente de mi ciudad, cada vez que veía un intento de
usurpación actuaba automáticamente. Cuando vi que dentro del campo estaba la
hermana de la familia, que se había mezclado el tema de Juan Grabois con su
movimiento social y se había judicializado, esperamos la resolución en primera
instancia, que fue en un sentido; luego hubo otra en otro sentido en la Cámara
de Apelaciones en Paraná. El desalojo lo hizo la Policía de la Provincia de
Entre Ríos sin lastimar a nadie. En el medio de todo eso hubo una pirotecnia
verbal inusitada acerca de que corría peligro la propiedad privada en la
provincia. Me cansé hasta el hartazgo de decir que en Entre Ríos se respetó y
se iba a respetar a rajatabla la propiedad privada. Pero no hay peor sordo que
el que no quiere oír. Se buscó instalar el mensaje de que el presidente de la
nación y el gobernador estaban poniendo en riesgo la propiedad privada. Tanto
el Presidente como yo dijimos de manera enfática que no había ningún riesgo de
que se usurparan campos, que este problema se iba a solucionar por la vía
judicial y rápido. Algo que efectivamente ocurrió. Lo que pasó es que los
Etchevehere fueron una familia que tradicionalmente recibió beneficios de los
distintos gobiernos; no fue mi caso. Quizá por eso haya tanta animosidad. Este
campo perteneció en primera instancia a la fábrica Bovril, un frigorífico
inglés, y después le compraron a un precio muy bajo al estado entrerriano las
tierras. Después se tomaron más tierras que correspondían a una escuela
agrotécnica. Siempre fue una cuestión conflictiva y con prebendas del Estado.
Cuando uno tiene un concepto de ser liberal o ser socialista, tiene que serlo
en todo el sentido de la palabra: uno habla de ser liberal, pero resulta que
después aprovecha las prebendas del Estado.
—¿El diario puede ser la causa de que distintos gobiernos le
otorguen privilegios a la familia Etchevehere?
—Tiene que ver con el diario, por supuesto. Con un sistema
de querer imponer por historia, por peso familiar.
—¿Los gobiernos compraban el beneplácito y las posibles
críticas del diario con alguna ventaja económica a la familia Etchevehere?
—No todos; pero fue una práctica habitual para poder tener
beneficios desde el Estado. En mi caso querían que tomara decisiones que le
correspondían al Poder Judicial. Cuando se vende el diario, que se vende, creo,
el 66% de las acciones, la familia Etchevehere se queda con un 33%. Ahí hay un
despido de cerca de ochenta trabajadores.
—¿Hubo un punto en el que fue perdiendo su peso específico?
—Sí. Después de los despidos, el diario quedó en una
situación realmente muy precaria, y sigue estando ahí. Después se transfieren
las propiedades del diario, se transfieren todas a otras sociedades. Esto es lo
que reclama justamente la hermana de la familia, que dice que vendieron las propiedades
para vaciar el diario. Es un culebrón familiar y económico. Como gobierno no
teníamos absolutamente nada que ver. Esta gente quería que nos involucremos a
favor de ellos. No tengo ningún compromiso con la familia Etchevehere, ni lo
quiero tener.
—¿El hecho de que Juan Grabois haya estado allí apoyando a
Dolores Etchevehere y que haya habido algunos funcionarios nacionales te generó
alguna incomodidad?
—Un funcionario prestó un auto para que fueran al campo y
automáticamente lo separé del cargo. Era director de la Casa de la Cultura en
la ciudad de Paraná (N. de la R.: se refiere a Sebastián Bergallo). No lo dudé
ni un minuto. Sin embargo, se tomaron de eso para hacer un escándalo.
—¿Cuál es tu opinión sobre Dolores Etchevehere?
—No quiero entrar en temas familiares sobre quién tiene
razón y quién no. Es un problema intrafamiliar que tuvo ribetes políticos al
intervenir Grabois.
—¿Te afecta electoralmente?
—No en Entre Ríos. En Entre Ríos todo el mundo sabe que hay
respeto a la propiedad privada. Hay un campo en la provincia de Entre Ríos de 2
mil hectáreas que, fruto de una denuncia de enriquecimiento ilícito de un
legislador, pasó al Estado. Nos pusimos de acuerdo con la Federación Agraria
para hacer una colonia. En la provincia hay muchos. Hacía cincuenta o setenta
años que no se constituía una colonia nueva. Hicimos una colonia de productores
con Federación Agraria, que funciona espectacularmente.
—¿Hay algo especial del realismo entrerriano y el valor de
la tierra que es simbólico y tiene aún más dimensión que en cualquier otra
provincia?
—Mis abuelos eran chacareros, tenían pequeñas porciones de
campo, no más de 200 hectáreas. Esto es muy frecuente en la provincia, no hay
grandes extensiones ni terratenientes. Es una provincia de gente de trabajo; la
ruralidad es muy fuerte. Alfredo De Angeli es un emergente de esa ruralidad.
—¿Cómo imaginás las posibilidades de Juntos por el Cambio en
el futuro y el escenario a 2023?
—No me gusta opinar acerca de cómo va a construir la
oposición. Hoy Cambiemos tiene problemas en la provincia para poder integrar la
coalición.
—¿Necesitan de un Alberto Fernández?
—A lo mejor la llaman a Cristina y les soluciona el
problema.
—¿No está amalgamado?
—Para nada. Porque el radicalismo es un partido que tiene muchos
años, con mucha tradición. El PRO irrumpió en los últimos años y compatibilizar
hoy resulta sencillo. Rogelio Frigerio puede encabezar por el PRO. El
radicalismo tendrá otros dirigentes que disputarán ese espacio político.
Nosotros tenemos que fortalecer nuestro espacio político.
—¿Dónde te ves en 2023?
—Como gobernador seguro que no. La Constitución me lo
impide. Entre Ríos es la única provincia que tiene una cláusula de reelección
tipo americana. Un gobernador solo puede serlo dos veces. Después nunca más.
Cumplo ocho años. Pero sí me siento o me veo siendo parte de la construcción
del proceso político en 2023 en Entre Ríos.
—Sergio Urribarri fue embajador.
—Cuando dejó la gobernación fue presidente de la Cámara de
Diputados en la provincia, después embajador...
—¿Alberto Fernández es un presidente de transición?
—Para que un ciclo presidencial sea exitoso tiene que ser de
ocho años. Depende de la voluntad popular. Mauricio Macri no lo pudo lograr.
Alberto Fernández debería ser el candidato del Frente de Todos en 2023.
Producción: Pablo Helman, Débora Waizbrot y Adriana Lobalzo.
Fuente: Perfil
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