Belén San Román: Pornovenganza? ¿Femicidio? o instigación al suicidio agravado por violencia de género?, por María de los Ángeles Petit
El “suicidio" de la policía Belén San Román, luego de la viralización de un video íntimo publicado por su ex pareja ha puesto en tema de debate y análisis, los que alguno consideran una “pornovenganza”mientras otros solicitan se encuadre en un femicidio.
En verdad, el caso de Belén es un caso típico de los tantos
casos que son caratulados por la justicia en el país como “suicidio” cuando esa
acción fue instigada, provocada por una serie de conductas violentas que pueden
ir desde la laboral, sicológica, sexual y física.
Son muchas las mujeres, que presionadas, agobiadas por las
actitudes de sus parejas o ex parejas, generalmente en privado, deciden que la
única forma de poder salir de esa tortura es la muerte.
Quizás, el caso de Belén , joven, bonita y policía, que
elige el camino de la muerte ante la publicación de un acto íntimo y privado
como lo son las relaciones sexuales, en esta
época de primacía de la tecnología, hace que aparezcan nuevos términos
como el de “pornovenganza”, término popular con el que se denomina la
sextorsión o pornoextorsión del que hay un
proyecto de ley con media sanción en el Senado Argentino en julio de
2020, que busca aumentar las penas para los casos de difusión sin
consentimiento de imágenes y videos sexuales obtenidos en la intimidad
estableciendo como condena una multa de hasta $267 mil y hasta 10 años y medio
de prisión a aquellas personas que pongan al alcance de terceros ese material
que viola el derecho a la privacidad.
Sin embargo, el caso excede esa sola acción y algunos
analistas consideran que debe ser caratulado como femicidio, una agravación del
homicidio definido en el art.80 del Código
Penal.
Aunque a muchos les pese hablar de ello, en Argentina el femicidio no es una
figura penal autónoma, sino que es una figura de agravación del homicidio
cuando éste se realice “con el propósito de causar sufrimiento a una persona
con la que se mantiene o ha mantenido una relación”. ... Y digo esto, porque en
el país en que muchos hablan del tema, no han podido a la fecha determinar
expresamente al femicidio como figura penal.
Entiendo, que la muerte de Belén no encaja en esa
definición, así que o bien esperamos que se apruebe la ley de sextorsion o será
muy difícil encuadrar el accionar de su ex pareja en delito penal que implique
cárcel efectiva.
Sin embargo, de las notas y análisis publicado, la decisión
de Belén no se corresponde solo al hecho de la publicación de su intimidad,
sino que evidencia que es producto de una serie de hechos que eclosionaron con
la publicación, por lo que el hecho del suicidio, de determinar su propia
muerte, fue instigado por quien desde hace tiempo la presionaba sicológicamente,
al menos.
Desde hace un año, y se encuentra en estado parlamentario,
existe un proyecto en el que hemos
trabajado con la Diputada Mayda Cresto sobre el agravamiento de la pena de
instigación al suicidio cuando éste sea el resultado de la violencia de género
que la victima ha sufrido y que la ha
llevado a un camino sin un final visible para ella.
Como expresé al principio, son muchas los casos que estadísticamente se encuentran
caratulados como suicidio de mujeres cuando en realidad son instigados,
provocados por las actitudes y acciones de un agresor.
Párrafo aparte merece el hecho de que Belén era Policía y
que se entiende fue su agresor el que envió el mensaje anónimo a Asuntos
Internos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires denunciando la
existencia de las imágenes sexuales de ella con el fin de perjudicarla también
en su lugar de trabajo.
¿En una época en que la defensa de los derechos de la mujer
es una bandera y que se buscan aplicar
nuevas políticas de género destinadas a reconocerlos y defenderlos, puede
aceptarse que un caso de violencia laboral, psicológica, laboral y/o física de
una mujer pueda ser analizada y resuelta por hombres?
Hace más o menos un año, luego de una serie de charlas que
realicé en la Departamental Concordia de Policía, y escuchando, en privado, a
muchas agentes mujeres, surgió la urgente necesidad de que las fuerzas de
seguridad cuenten con oficinas especializadas dentro de ellas para la atención
de las denuncias que las oficiales y agentes mujeres puedan realizar sobre
violencias ejercidas por sus compañeros o por sus parejas, porque ellas mismas
nos dicen que no pueden denunciar porque son castigadas, hostigadas y hasta
dejadas de lado por equipos compuestos por hombres.
Belén es una víctima.
Víctima de su agresor, pero también de un sistema legal e
institucional que no hizo ni hace nada para comprenderla y ayudarla.
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