Medios nacionales reflejan la historia de Ramona Villalba, la mujer que todos señalan tras el doble crimen del Gaucho Gil
El diario Clarín publica hoy datos precisos de Ramona Olga Villalba (56), la mujer que para muchos es la lider de una asociación mafiosa que maneja los puestos en el santuario del Gaucho Gil. Ramona, oriunda de Mercedes, en la década del '90 lavaba la ropa de los puesteros
Después de lavar ropa y limpiar los
baños, llegó a su primer puesto del santuario. Y con el tiempo instaló otros,
atendidos por sus hijas. Aunque el comienzo de su gran salto económico sería la
asunción como presidenta del Centro Recreativo Devotos Cruz Gil, una (supuesta)
asociación sin fines de lucro. Fue en 2013. Hoy una parte de su capital es vox
populi: algunos de sus vecinos y puesteros hablan de tres hoteles, cuatro
viviendas, campos, camionetas de alta gama.
Hasta la semana pasada, su nombre apenas
sonaba en la ciudad, de 40 mil habitantes. Pero el doble crimen de Sergio
Canteros (33) y su padre Julio César (64) la puso en el centro de la escena a
nivel país, ya que el Gauchito tiene creyentes en todas las provincias.
Si bien no forma parte del grupo de once
detenidos que tiene la causa, el Gobierno de Corrientes decretó la intervención
del Centro y designó como interventor al comisario inspector retirado Víctor
Isnardo, por el término de 180 días. La familia de Canteros sigue exigiendo el
arresto de Ramona. La acusan de ser autora intelectual del doble asesinato. En
las últimas horas cayó una de sus hijas.
Según pudo saber Clarín, Villalba sería
una de las cuatro personas de la ex Comisión Directiva del Centro que son
investigadas por la Fiscalía Federal de Paso de los Libres, Corrientes.
La causa se inició en 2018 por una
llamada anónima al 145 que afirmaba que cuatro puesteros del santuario se
dedicaban, también, a la comercialización de drogas.
"Es todo mentira", se defiende
ella, quien advierte que el caso "está politizado".
En
las tareas de inteligencia no se pudo comprobar lo denunciado, pero se
identificó a las personas y se llegó a una conclusión: los bienes de Ramona no
concuerdan con sus ingresos. Eso derivó en una investigación por presunto
lavado de activos, que se encuentra en etapa de instrucción.
Para tener dimensión del dinero que mueve
el santuario, hay que conocer algunas cifras que consultó Clarín. Solo durante
los primeros días de enero, el predio recibe cerca de 200 mil fieles. Es la
"temporada alta".
"En esos 10 días, un puesto chiquito
puede facturar 1,5 millón de pesos. Un buen fin de semana largo, 300 mil",
asegura una puestera con cerca de 30 años en el lugar.
Un puesto puede venderse a 5 millones de
pesos. Ramona y su familia, que en total tendrían unos quince, administraban
los de mejor ubicación. Por lo que la recaudación sería mucho más alta. Pero el
principal ingreso que manejaban eran las donaciones de los fieles: una cifra
imposible de calcular.
Otro negocio que tenían era el de las
velas: si bien las venden todos los puesteros, la comisión es la única que
tiene permiso para quitarlas. Los promeseros las colocaban, pedían sus deseos y
se iban. La comisión llegaba detrás: las apagaba por la mitad, las retiraba,
las cargaba en una carretilla y comenzaban un proceso de reciclaje. Días
después recibían velas nuevas, que volvían a vender. Aunque solo en en sus
puestos. El paquete de 3 velas cuesta cien pesos. No hay un solo visitante que
no compre.
"Otro fiel donó una camioneta (Ford)
Ranger. Maradona pasó de visita y dejó dos camisetas. Riquelme y su padre,
también. El Chino Maidana, Locomotora Castro y Látigo Coggi dejaron sus guantes
firmados en el museo. Goycochea regaló sus guantes del Mundial '90. No quedó
nada. Se vendió todo: las botellas de vino, los vestidos de quince y de novia,
oro, joyas y lo que se te ocurra de valor. Eso sí: la bandera que dejaron los
combatientes de Malvinas sigue. Lo que no se puede vender continúa en el
lugar", agrega
Los únicos que tienen acceso a las
donaciones son los miembros de la Comisión Directiva. Lo mismo con los
depósitos en efectivo en las alcancías o por transferencia de plataformas no
bancarias.
"Algunos fieles llaman a la Comisión
y preguntan qué se necesita y donan efectivo. O se acercan y te dicen 'quiero
donar 500 dólares'. El problema es que el santuario no tiene un baño digno, ni
iluminación. Llueve y nos inundamos todos. Y el promesero ni siquiera accede a
una parrilla para hacerse un asado. Ni siquiera se contrata a una enfermera: en
verano hace mucho calor y viene gente grande. La pregunta es dónde va a parar
el dinero", cuenta otro puestero, indignado.
Los inicios
Los más memoriosos recuerdan que los
primeros puestos (que en realidad eran simples mesitas) se instalaron entre
fines de los '80 y principios de los '90. Eran entre doce y quince: algunos de
Itatí (los mismos puesteros de la Virgen de Itatí) y el resto de Mercedes. En
su regreso a Buenos Aires, los proveedores que abastecían a los puestos de
Itatí se desviaban para pasar por Mercedes y ofrecer los primeros productos con
imágenes del Gauchito.
Trabajaban los fines de semana y de lunes
a viernes, de 20 a 23.30: en ese horario frenaban los colectivos de larga
distancia. Y si bien ofrecían cintitas y velas rojas, vendían todo tipo de
productos: chipá, café, gaseosas, yerba, casetes de música, pilas.
Durante años atendieron sin agua ni luz,
hasta que un diputado donó un grupo electrógeno. Con la crisis de 2001, los
fieles se multiplicaron. Lo mismo pasó con los puestos. La mercadería no solo
llegaba de Buenos Aires. Había proveedores de Paraguay y de Uruguayana, Brasil.
"La ciudad se mantiene gracias a los
empleados estatales, los trabajadores arroceros y todo lo que genera el
Gauchito: con el tiempo se instalaron restaurantes, pizzerías, rotiserías y
hoteles en el centro de la ciudad, porque los visitantes comenzaron a quedarse
a dormir", detalla otro puestero. Entre la ciudad y el santuario hay ocho
kilómetros de distancia.
Los puestos crecieron en todo sentido.
Primero, en cantidad: hasta antes de la pandemia había 150 fijos. El número
aumentaba entre diciembre y marzo, los días 8, Semana Santa y los fines de
semana largos. Y pasaron a vender, además de todo tipo de productos del Gauchito,
juguetes, artículos regionales, cuchillería, artesanías, santería, electrónica,
ropa y polirrubro, entre otras cosas.
El clan Villalba-Astarloa
Aunque la personería jurídica del Centro
prohibía familiares directos en la Comisión Directiva, la lista que tenía a
Villalba como presidenta incluía a dos de sus hijas, un hermano, un yerno, su
marido, su concubino y hasta su mecánico de confianza.
"Muchos puesteros querían asociarse,
pero te daban vueltas", cuenta un mercedino. Y agrega: "No anunciaban
elecciones. Directamente comunicaban que habían sido reelectos. Los puesteros
no decían nada porque facturaban bien".
Hubo un momento que el santuario se
"conurbanizó". Fue cuando llegaron dos hijos de la familia Astarloa.
Vivían en Lomas de Zamora, y en Mercedes, donde residían sus padres, formaron
pareja con dos de las hijas de Villalba.
Son Samuel (preso por intento de
homicidio, y con al menos una fuga de la comisaría local) y Jonathan (detenido
por el doble crimen). El padre de ellos y Gisela, otra de sus hijas, también
fueron arrestados por los crímenes.
"Llegaron con la idea de mostrar que 'acá
mandamos nosotros'. Fue para 2015", calcula otro puestero. "Empezaron
a demostrarlo con una paliza a un puestero que era ex policía. Lo lastimaron,
lo echaron y se quedaron con el puesto. Al tiempo hicieron lo mismo con otro.
Fueron ganando terreno", señala
El puesto añade: "Nosotros hicimos
todo lo contrario a lo que pregona el Gaucho: nos callamos. No fuimos
solidarios entre nosotros, como colegas. Deberíamos habernos metido. Pero
nuestra cultura como correntinos es otra". Jonathan Astarloa era
protesorero de la Comisión.
Otro ingreso que administraban es el de
los alquileres. Cerca de treinta puesteros debían pagarle a la Comisión (el
resto no paga por estar en territorio de Vialidad nacional). En un principio,
Ramona les cortaba el agua a los que no pagaban. Pero como nunca recibían
recibos de pago, y para la Comisión era el negocio menos rentable, con el
tiempo se dejó de exigir el valor del alquiler.
El siguiente paso de los
Astarloa-Villalba fue construir puestos en el frente del santuario, tapando la
imagen principal del Gaucho. La actitud fue repudiada por la mayoría de los
fieles. En total, entre las dos familias, se estima que tenían cerca de quince
puestos, todos bien ubicados.
A algunos de sus proveedores les
prohibían venderle a otros puesteros. De ahí que ofrecían productos exclusivos.
Sus colegas los acusan de robos a puestos. Ellos eran los únicos que se
quedaban de madrugada. Durante la cuarentena varios fueron saqueados, y los
dueños perdieron entre 4 o 5 millones de pesos en mercadería.
El comienzo del fin fue el plan de
instalar nuevos puestos frente al santuario, del otro lado de la ruta 123. Los
construyeron al frente de las cinco propiedades de la familia
Rodríguez-Canteros.
El doble crimen
"Checho" Canteros, después de
discutir durante varios días con los Astarloa y los Villalba, se cansó y
derrumbó uno de los puestos. "Lo iba a atender Samuel, que está por salir
de la cárcel", le advirtieron. Realizó dos denuncias en la comisaría local.
Pero el viernes 6 lo asesinaron de 22 puñaladas.
La otra víctima fatal del ataque fue su
padre, Julio César, conocido como "Minto". Murió 48 horas después. Un
cuñado de Sergio y un tío de su mujer fueron heridos, pero se recuperaron en el
hospital.
Con la llegada del nuevo interventor, los
puesteros comenzaron a organizarse. Fijaron normas: se prohibió la música a
volumen alto, el consumo de alcohol mientras se trabaja y los precios
excesivos. El estacionamiento será a voluntad.
"La política es cambiar la imagen
del Santuario, y valorar al promesero. Nos da vergüenza leer sus quejas en
redes sociales", le confía un puestero a Clarín. Al parecer, se viene un
gran cambio. El rumor es que el Gobierno de Corrientes habló con las
autoridades de San Juan, con el fin de construir un paseo de compras y un
centro comercial como el del santuario de la Difunta Correa.
Fuente. Clarin
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