Participación y desencanto
El contundente triunfo de la Alianza Cambiemos en la mayoría del territorio argentino, a menos de dos años de haber dejado tierra arrasada, conmovió las estructuras del gobierno y de la coalición que lo sostiene.
Como se vino advirtiendo desde esta columna de opinión (Es
la economía estúpido), la situación de la población más vulnerable es
dramática. Para un gobierno peronista eso solo es inaceptable. No fue lo único
que determinó el escaso acompañamiento a sus candidatos.
El presidente no tuvo estrategia, reconoció que no le gusta
planificar y configuró casi todo su gabinete con personas sin territorio.
Desconocedores del barrio y el barro, la mayoría porteños, las penurias de la
gente de a pie les fue indiferente. El gobierno no conectó con las arterias por
donde corre vital las ansias, esperanzas y fuerza movilizadora de un pueblo que
en 2019 aupó la llegada de Fernández a la Casa Rosada. El presidente nunca informó
el verdadero estado del país que le dejaban. Eso quedaba como tarea de algunos
a los que el propio discurso presidencial dejaba como resentidos en un rincón
de penitencia, parias en un gobierno que llega porque los 4 años de Macri
fueron enfrentados en la calle por los mismos que luego fueron dejados con la
ñata contra el vidrio. En vez de denunciar las tropelías y el saqueo, y obtener
así mayor margen de acción y comprensión popular, Alberto compartió una misa en
Lujan. Era empezar bendiciendo a Macri. De la comunicación hablamos en
reiteradas oportunidades. Su vocero salió – a desgano -, eyectado del gobierno.
Ñanga pichanga, el resto del equipo continua. Es difícil pensar que algo va a
cambiar. De ostentar el 80 % de imagen positiva y lograr que el jefe de bloque
de diputados opositores, el radical Mario Negri, le diga "a sus órdenes
comandante en Jefe", llega a las PASO del domingo pasado hecho hilachas, y
la paliza electoral queda claro que no fue provocada tanto por los opositores,
sino por el no acompañamiento de sus votantes. En el medio había llegado la
pandemia, Alberto le regaló meses de cadena nacional al “amigo Horacio” y
varios tiros en el pie autoinflingidos.
A la derrota sobrevino una reacción correcta esa misma
noche. Es lo mínimo que se pide de quien hace de jefe. Pero las horas y días
siguientes mostraron a un presidente y a sus principales colaboradores
intentando mostrar total normalidad, atornillados a sus sillones. Mientras eso
ocurría en Palacio, a la accionista mayoritaria no le atendían el teléfono. Lo
que la política debe hacer en forma reservada se transformó en un reality show
que tendrá sus consecuencias.
Es cierto que Cristina había advertido reiteradamente de
funcionarios que no funcionan, y de la necesidad de alinear salarios, precios y
jubilaciones. En su carta queda claro que lo hizo más veces en privado que en
público. Da la sensación que fue poco. Podría y debería haber hecho bastante
más.
Los desafíos del Frente oficial
La urgencia en desalojar al macrismo del poder impidió
debates en 2019. Un día sábado los argentinos se enteraron por un video que
corrió como pólvora por las redes que Cristina había elegido a Fernández como
candidato. Nadie lo discutió. No había dónde y hubiese sonado extemporáneo. La
Patria estaba en peligro.
Pero luego de ganar y asumir el gobierno tampoco se abrieron
espacios para debatir la institucionalización del Frente de Todos. Menos que
menos para debatir el sentido y los objetivos de la acción de gobierno. Algunos
lo plantearon. Otros, como el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá,
incluso intentaron competir por la presidencia del PJ con el propio Alberto
Fernández. Cuán desarticulado estará el espacio que quienes posibilitaron
alguna mesa de café para conversar del tema fueron apenas los asesores Ricardo
Foster y Alejandro Grimson.
Deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, 50 %
de pobreza, crisis habitacional, proyecto pedagógico. No hay posibilidades de
llevar adelante un proceso de desarrollo ni económico, ni social ni productivo,
si no se debate y se definen rumbos para algunos temas centrales. El peronismo,
sin ministerio de Planificación, sin Planes Quinquenales, sin una línea clara
de política exterior, es un barco sin timón que queda acotado a los falsos
debates que instala el poder real a través de los medios de comunicación. Por
caso, en esta semana insisten con la “urgencia” de arreglar con el FMI un plan
de pagos y un plan económico sustentable. Eso es ajuste en las espaldas del
pueblo. Mientras tanto, el negocio financiero ideado por el macrismo sigue
intacto y con lo que se sigue pagando a los bancos por las Leliqs se podría
pagar más de un IFE. Nadie del poder lo dice y en la coalición de gobierno no
hay donde discutirlo. El equipo económico quedó intacto, por lo tanto no hay
razones para pensar en que algo vaya a cambiar. La Argentina recibió del FMI
4.334 millones de dólares en concepto de Derechos Especiales de Giro. Ese
dinero bien podría haber ido a recomponer las paupérrimas jubilaciones mínimas
o destinarlas a mejorar las condiciones de vida de la población pobre. Si había
plafón era justamente durante la pandemia, no después de una derrota electoral.
De todas maneras seguramente será un tema a corregir en el nuevo presupuesto.
En el plano estrictamente político la coalición debe definir
reglas de juego que reconozcan y permitan la inclusión de minorías y otros etc,
a riesgo de ver pasivamente un proceso de desgranamiento que inevitablemente
sucederá si no se actúa rápidamente. La realidad es que desde su creación, el
peronismo en sus distintas versiones nunca utilizó las PASO, con la dramática
excepción de la contienda Aníbal Fernández versus Julián Domínguez, dos de los
flamantes ministros, que terminó con Vidal como gobernadora bonaerense.
La incorporación de Juan Manzur y Aníbal Fernández al
gabineta, son por mucho lo más alentador de este panorama oscuro. Ambos dos
tienen largo recorrido en la política, territorio, calle y respeto para pararse
frente a cualquier situación. Hiperquinéticos, son de aquellos funcionarios que
atienden varias cuestiones a la vez, resuelven, ejecutan, utilizan el poder
hasta el límite que corresponde. A juzgar por lo visto hasta el momento deberán
poner en juego esas virtudes para poner en marcha un gobierno aletargado,
tanto, que en no pocas áreas continúan funcionarios macristas.
Más allá de eso el principal desafío tiene que ver con el
urgente y necesario shock distributivo que recomponga paulatinamente el poder
de compra de los argentinos.
Juntos
Horacio Rodríguez Larreta hizo todo bien y le salió bastante
bien. Quedó mejor posicionado, y si las elecciones generales de noviembre
ratifican el rumbo del domingo pasado, se convertirá de facto en el candidato
opositor. No crecieron ni sumaron votos, es cierto. Les está alcanzando con el
mucho apoyo que pierde el oficialismo. De hecho, olfatearon correctamente, y
más que preocuparse por el Frente de Todos, se ocuparon de cerrar la sangría
que por derecha le podía provocar el surgimiento del fenómeno Milei. Para ello
lo restauraron a Ricardo López Murphi, que de no poder caminar por las calles
les terminó salvando las papas y convirtiéndose en un actor importante que
abona a la construcción del intendente porteño.
Participación y desencanto
Tienen por delante el objetivo de sostener el nivel de
adhesión que -aun sin crecimiento- le va a permitir perturbar el quorum del
oficialismo en la Cámara de Senadores y seguramente ir por la Presidencia de la
Cámara de Diputados.
Dirigentes del sindicalismo, como Sergio Palazzo y Hugo
"Cachorro" Godoy, se animan a patear el tablero y proponen la
"Reducción de la jornada laboral". También empresarios nacionales,
como Teddy Karagozian, proponen ideas para generar empleo, como "Mochila
Argentina", para incentivar la toma de empleos, dado que ni siquiera
cuando crecen toman personal.
Alberto quiere que todo el mundo lo quiera, dice el escritor
peronista Carlos Caramello, y se anima a escribir que el peronismo puede estar
al borde final si no hay cambios profundos.
En Entre Ríos la sorpresa fue la diferencia obtenida por el
frente Juntos por Entre Ríos; en los últimos sondeos encuestadores mostraron
una diferencia de 10 a 15 puntos, similar a la elección del 2019. La novedad la
dio la derrota en Concordia, que hace rato viene dejando de ser la capital del
peronismo. Lo que vale a nivel nacional también lo vale para la provincia y los
municipios. Los candidatos hicieron el trabajo de manual. Pero quedó demostrado
que había algo más profundo que no se quería ver. Cambiemos no obtuvo más
votos, sino que fue el peronismo quien los perdió.
Participación y desencanto
La paliza fue tan grande que el gobierno provincial puede
hacer como si nada. Cuenta aún con la imagen positiva del gobernador y varios
intendentes. Pero está demostrado que después de esta elección todo entró en
jaque. Los mismos desafíos que debe resolver la Coalición a nivel nacional
valen para Entre Ríos. Los mismos cuestionamientos de funcionarios que no
funcionan, de funcionarios con heladera llena y demás, deberían ser evaluados
sin tardanzas. El gobierno provincial requiere de un relanzamiento, si es que
de verdad el gobernador Bordet quiere conservar el gobierno para el peronismo.
Nadie quiso ver la realidad, y el Frente de Todos perdió 5
millones de votos, si se compara con la elección presidencial de 2019.
Comparada con 2017, en provincia de Buenos Aires, el gobierno perdió 700 mil
votos con respecto a lo cosechado por Unidad Ciudadana. Una enormidad que se
extiende a 17 provincias. Una paliza histórica que el peronismo no sufría desde
1983.
La dinámica política de la Argentina es especial. De allí
que siempre el futuro está abierto. En esta etapa, solo es posible si el
gobierno, en todos sus niveles, hace memoria del proceso que le permitió llegar
a gobernar la Argentina en 2019 y hace honor al inconmensurable respaldo
popular que celebró el triunfo frente a Macri.
Entreriosplus
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