Exministra de Educación pide dar clases los sábados y suspender las vacaciones por un año


La exministra de Educación de Corrientes habló con El Litoral para repasar su trayectoria y conocer su opinión sobre lo que deja la pandemia y las políticas educativas.

Catalina Méndez de Medina Lareu, la correntina que se recibió de profesora y comenzó a trabajar en otra provincia, fue directora en dos colegios importantes del país y vicedirectora en otro. Una mujer con una gran trayectoria que también supo ser ministra de Educación de Corrientes y diputada nacional, reveló aspectos de su vida personal, su carrera y sus libros. También dio la primicia de que está culminando uno nuevo.

Sentada en un sillón del living de su departamento de Capital, con una gran biblioteca a su espalda y algunos de los reconocimientos que obtuvo a lo largo de su trayectoria arriba de una mesa. La profesora que supo dar un extraordinario aporte a la educación de los correntinos, cuenta a El Litoral cómo vivió cada momento de su carrera y su vida. Ofrece café, agua y, lo más importante, su predisposición.

Pese a haber pasado los 90 años, se la ve lúcida y entera como si el tiempo no hubiese transcurrido para ella. Muestra energía y la alegría que tiene es contagiosa. Tras una vida dedicada a su trabajo insiste en que hizo lo posible para que las escuelas recibieran lo mejor.

Anticipa que está terminando un nuevo libro que todavía no tiene fecha de salida, pero que espera sea lo antes posible. Aclaró que no le gusta la pasividad y que comenzó a escribir por la necesidad de hacer algo.

Por otra parte, asegura que siente orgullo de los profesionales que estuvieron con ella como alumnos y que hoy se desempeñan como grandes estandartes de la sociedad.

Luego de recibirse de profesora de Física y Matemáticas en 1955, no conseguía trabajo en la ciudad, por lo que decidió emigrar a la provincia de Formosa. Allí tuvo su primera experiencia como docente. “Fue cuando comencé a apasionarme por la profesión”, asegura.

En solo tres meses de carrera se convirtió en directora de la Escuela Normal Superior. “En un principio, me negué rotundamente porque no tenía experiencia y me parecía poco serio. Pero me llamó el gobernador, Guillermo de la Plaza, para decirme que la provincia quería que fuera directora y le dije que no porque quería volver a Corrientes, y me dijo ‘no se viene a la frontera de la patria a ganar dinero sino a cumplir una misión’. Yo me morí de vergüenza y acepté”.

Estuvo 11 años en esa provincia, cuando llegó tenía 120 alumnos y se fue con casi 1600, además de un gran prestigio ganado. Volvió a Corrientes y se convirtió por concurso en vicedirectora de la Escuela Normal Dr. Juan Pujol y al poco tiempo en directora de la Escuela Regional “José Estrada”. Su carrera siguió y trabajó en una infinidad de cargos relacionados a la Educación.

—¿Por qué decidió irse a trabajar a Formosa?

—Porque me fue difícil conseguir trabajo en Corrientes, mis ganas de ser mejor profesional cada día comenzó en Formosa. La escuela quedaba a 25 cuadras de donde vivía, era de turnos discontinuos, así que ese trayecto lo hacía cuatro veces por día y caminando porque no había medios de transporte. Eran unas 10 cuadras de tierra y con todos los contratiempos que se pueden tener, como la lluvia, el barro y el viento norte. Me contagió el entusiasmo de los chicos por aprender y algunos hasta iban del interior y eso me conmovía. Veía que los alumnos iban todos los días a clases y a pesar de las adversidades lo hacían con alegría. Así que pensé “si ellos pueden, por qué yo no”, y me compré unas botas. Después descubrí un sulky en la escuela y pedí a la cooperadora que me consiguiera un caballo, y lo usé por dos años. Más adelante, compré una motoneta y, finalmente, un Citröen.

—En su regreso a Corrientes, ¿Con qué se encontró en los colegios que estuvo?

—Cuando volvimos a la provincia, fui por unos meses vicedirectora de la Escuela Normal “Dr. Juan Pujol” y en agosto de 1967 me llega la designación como directora de la Escuela Regional Estrada, sentía orgullo de tener el cargo en una institución con ese prestigio. Sin embargo, curiosamente, era un colegio que había quedado detenido en el siglo XIX y yo venía con otras ideas, quería una renovación. Me daba cuenta de que el mundo estaba cambiando. Comencé a hacerlo y tuve algunas resistencias. Además, les resultaba raro cómo había llegado al cargo, que fue por concurso.

Era la primera directora que llegaba de esa forma, y también porque eliminé tarimas, puse en las aulas pizarrones murales, dejé que los ventanales airearan los salones amplios, restauré los gabinetes de física, química y biología. Además, recuperé la biblioteca que había quedado encajonada y guardada en rincones porque en su primera etapa fue prestada a la Facultad de Derecho de la Unne en el turno tarde. Por suerte estaban construyendo una ampliación por calle Salta y se mudaron rápido liberando el espacio. Entonces pudimos resucitar todo lo que había antes e incorporar la sección comercial y hacerla mixta. Eran cambios para los que Corrientes no estaba preparada, cuando deje la escuela tenía 2500 alumnos funcionando mañana y tarde.

—¿A qué se debió su alejamiento de la institución?

—Fue en 1976, me eligieron como miembro de la Junta de Clasificación de Enseñanza Media, pero para mi sorpresa el gobierno militar me declara prescindible por razones de servicio. Era un eufemismo para ocultar lo que era una cesantía, fue una de las sensaciones más dolorosas que tuve en mi carrera profesional. Me pareció una injusticia enorme y en lugar de esconderme, recorrí persistentemente los despachos de los militares para pedir mi reincorporación porque no habían tenido en cuenta mis esfuerzos anteriores. Estuve tres años sin trabajar y en 1979, el gobierno de Corrientes me designa supervisora de Enseñanza Media, pero seguía insistiendo en recuperar mi cargo nacional, lo que sucede en 1981, gracias a la colaboración de gente de Formosa como la de monseñor Scozzina. Los militares que prestaron servicio en el Regimiento 29, el arquitecto Gómez Vara que era secretario de Políticas Universitarias de la Nación, además de otras personas que tuvieron el coraje de abogar por mi situación. Me hice cargo un día y al otro presenté la renuncia. Mi carrera continuó en la jurisdicción provincial; primero, como supervisora y, después, como directora de Enseñanza Media y Superior en ese cargo me jubilo en el año 1987 pensando que mi carrera se había terminado.

—¿Y cómo siguió?

—En los primeros meses del año siguiente, con el senador José Antonio “Pocho” Romero Feris me convoca como asesora de Educación en el Senado trabajé con él siete años. También era  su coordinadora parlamentaria y participé  de leyes fundamentales para la educación, entre ellas, la ley federal, la ley de transferencia de los servicios educativos nacionales, la ley de titularización de los docentes transferidos. En todas esas normas participé en la redacción.

—Estuvo en la Dirección General de Enseñanza Media y Superior para luego ser ministra de Educación, ¿qué recuerda de esos años?

—Fueron años positivos, de crecimiento profesional y personal. En la Dirección de Enseñanza Media estuve casi cinco años y me preocupé mucho por la parte pedagógica y de la presencialidad de los directores y supervisores. Viajamos al interior porque entendíamos que para trabajar con los docentes teníamos que estar al lado de ellos, ver sus necesidades, carencias y preocupaciones. Así que esos años los encaré de esa forma: estar cerca de las escuelas, recorriendo la provincia constantemente.

—¿Por qué era necesaria una Ley Federal de Educación?

—Estaba convencida de que era un acierto legislativo, venía a llenar un gran vacío que había en la educación nacional en general. Fue la primera ley que abarcó todos los niveles hasta el posgrado. Otra de sus virtudes fue ampliar la obligatoriedad desde los cinco años hasta completar la segunda etapa de la educación general básica.

La ley que la reemplazó y se extendió a tres años más. Además, daba a las provincias la libertad de generar sus propios lineamientos curriculares. Los equipos del Ministerio estaban preparados para redactar los lineamientos y aplicarlos. Entiendo que fue una injusticia derogarla porque en algunas provincias se estaba aplicando exitosamente y sin dar explicaciones, Filmus, que era el ministro de Educación de la Nación en ese momento, la reemplazó por la 26.206. Una ley que la califico como unitaria y centralista porque hace depender del gobierno nacional absolutamente todas las decisiones para ejercer el gobierno de la educación en las provincias. Era una falta de respeto a las autonomías provinciales y al sentido federal de la Constitución Nacional.

—¿Qué balance hace de sus años como diputada nacional?

—Fueron años difíciles, me tocó ser diputada desde 1997 hasta el 2001. El 1999 fue un año convulsionado para Corrientes. El gobierno de transición, las huelgas docentes, la falta de pago de los haberes, una serie de problemas políticos en la provincia. Desde Buenos Aires no podía resolver nada, hice todo lo que estuvo a mi alcance, en esos cuatro años presenté 450 proyectos, de los cuales 39 fueron de ley. Como formaba parte de un bloque minoritario (solo dos diputados), mis leyes les parecían buenas, pero no llegaban al recinto. Otra ley que merecía ser aprobada era la de mecenazgo educativo que disminuía el peso de los impuestos a las empresas que ayudaban a las escuelas. Estaba también la ley nacional de arquitectura escolar que regulaba las condiciones que debian respetarse para construir edificios educativos, entre otras.

—Las escuelas estuvieron cerradas un largo tiempo a causa de la pandemia del coronavirus, ¿Podría afectar el futuro de las generaciones?

 

—Suspender las clases por tanto tiempo influye enormemente en la calidad educativa. Estos dos años de pandemia seguro van a tener consecuencias. Por eso hay que asumir el problema con toda su gravedad no puede ser que la presencialidad sea como es ahora, alternada, un día sí y un día no. Hay que trabajar de lunes a sábados y tratar de recuperar el tiempo perdido con la mayor exigencia y olvidarse de las vacaciones por un año. Está bien que es un trabajo agotador, no estoy de acuerdo con las alternancias y los viajes de estudio, hay que dejarlos para después.

 

—¿Qué hace falta para mejorar la educación?

 

—Este país es republicano y federal, es decir que reconoce explícitamente la autonomía de las provincias y les confiere la obligación de ocuparse de la educación. Mientras el Gobierno nacional se entrometa en las provincias nada va a mejorar, debe respetar la descentralización y confiar en la calidad de las provincias en su educación. Hay gobernantes en Corrientes que se preocuparon por esa cuestión, José Antonio Romero Feris creó varias escuelas: 35 secundarias y se las llenó de equipamiento. Este Gobierno crea escuelas todos los días, hay capacidad profesional firme para que la descentralización funcione. Tenemos que reconvertir la política educativa para que el Gobierno nacional se olvide de meter la cuchara en las provincias a cada rato y que cumpla con la ley de financiamiento educativo, y que confíe en las provincias y en la responsabilidad de sus propios sistemas educativos.

 

 

—Con respecto a ser docente o directiva, ¿qué cargó le gustaba más?

 

—Los dos me gustaban. Extraño el trabajo de aula porque tenía contacto directo con los alumnos y eso enriquece mucho la carrera docente. Tuve una jefatura de trabajos prácticos en la Facultad de Humanidades de la Unne, así que también tuve estudiantes universitarios, sabía cuáles eran sus inquietudes, sus problemas y sus deficiencias. Me sirvió mucho esa etapa para saber qué tenía que hacer la escuela secundaria para entregarle a la universidad mejores alumnos. Las dos experiencias fueron muy enriquecedoras.

 

—¿Qué les diría para lograr un buen desempeño de los actuales educadores?

 

—La primera condición es la vocación, la segunda es el compromiso. Uno tiene que entregarse, y eso significa enriquecerse todos los días con respecto a lo que hace. Hay cosas que se deben seguir aprendiendo. Deben admitir y aceptar que cada estudiante es una persona y que la educación debe ser personalizada. Los problemas de los chicos tienen que conocerlos y acompañarlos en el proceso de crecimiento, sobre todo si son adolescentes.

 

 

—A lo largo de su trayectoria, ¿le quedó algo pendiente?

 

—Mucho me quedó por hacer, como seguir acompañando los institutos de formación docente.

 

Hubo una política errónea en la que todos los intendentes cuando querían mostrar algún hecho político importante pedían la creación de la carrera de profesor de enseñanza primaria o secundaria y así se crearon 65 institutos. Lo que hice fue transformar algunas en tecnicaturas a término, porque no pueden ser permanentes. No se puede crear una en el interior y dejarla que dure 20 años, porque dónde van a trabajar los egresados. Las tecnicaturas a término fueron una creación de mi ministerio. Los institutos de formación docente deben tener un perfil propio. Los alumnos te despiertan las ganas de ser docente, te contagian el entusiasmo que tienen y siempre los recuerdo con un enorme afecto.

 

—En su libro “Magisterio y formación docente” hace un relevamiento histórico de la educación en Corrientes. ¿En qué cambió después de tantos años la educación teniendo en cuenta su trayectoria?

 

—La formación docente se creó en el siglo XIX. Ese modelo no puede funcionar ahora, los institutos de formación docente deben ser rediseñados. Se ha hecho en 1968, se rediseña y se convierte en educación superior por dos años y medio, pero no salieron buenos docentes por el divorcio con la práctica. Eso les falta a los institutos, las hacen en distintas escuelas pero no con profundidad, necesitan intensidad y una modernización de los métodos de enseñanza. Lo histórico es muy importante, porque ahí vemos todas las dificultades que tuvo que pasar la educación para llegar a estos momentos. Ferré le dio un gran impulso a la educación al igual que Pujol. En la época de la epidemia del cólera y fiebre amarilla se crea el Colegio Nacional General San Martín y traen a un profesor egresado de la universidad de Oxford. Se notaba el criterio y sentimiento de grandeza que inspiraba a los hombres de ese entonces con respecto a la educación y la apuesta que hacían para el progreso de los pueblos. La educación históricamente es muy importante para que el docente moderno comprenda que hubo un trabajo profundo y continuo.

 

 

—Tiene varios libros publicados relacionados con la educación, ¿qué fue lo que hizo que se inicie en la escritura? ¿Vendrán nuevos proyectos?

 

—Comencé a escribir para evitar la pasividad, y lo único que podía escribir era sobre educación. Estoy terminando un nuevo libro que se llama “La memoria de las palabras”. Se trata de una recopilación de mis escritos desde el año 1960 hasta la actualidad. Son discursos, conferencias, trabajos de investigación, entre otros. La publicación del libro aún no sabemos cuándo será.

 

—¿Cómo se siente que la hayan nombrado ciudadana ilustre en Corrientes?

 

—Además de la sorpresa, para mí es un orgullo enorme, agradezco mucho a la Municipalidad y al Concejo Deliberante. De alguna manera, las escuelas tienen mi sello también.

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