Saint-Exupéry en el Palacio San Carlos
Antoine de Saint-Exupéry tenía 29 años cuando al realizar el vuelo de reconocimiento de la ruta Buenos Aires – Asunción del Paraguay, aterrizó junto al Palacio San Carlos. “Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas”.
Llegó a nuestro país el 12 de octubre de 1929. Conoció los
vientos patagónicos en su carácter de piloto y director de la Aeroposta
Argentina.
Al realizar el vuelo de reconocimiento de la ruta Buenos
Aires – Asunción del Paraguay, aterrizó junto al Palacio San Carlos. Se llamaba
Antoine de Saint- Exupéry y tenía 29 años.
En “Historia de la aviación”, el poeta Juan Meneguín nos confiesa:
“He visto al viejo navegante, chalina blanca y antiparras, y fuselaje de pino y
tela por los mares del sur… Por colinas entrerrianas un mediodía de abril, como
un sueño combado al vuelo rasante sobre el lino, girar a inclinar las alas
sobre las vizcacheras”.
Hijo de Jean y Marie de Fronscolombe, Antoine, nacido el 29
de junio de 1900, en Lyon, se formó con los jesuitas en Le Mans, y voló por
primera vez a los 12 años: “Las alas temblaban bajo el soplo del atardecer, el
motor con su canto mecía el alma adormecida, y el sol nos rozaba con su luz
lívida”.
Ya conocía a la salvadoreña Consuelo Suncín, con quien se
casaría en marzo de 1931, al regresar a Francia, cuando descubrió Concordia:
“Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas”.
Las hermanas Suzanne y Edda, llevaron la noticia a su padre,
Georges Fuchs Vallon, quien a partir de entonces se convirtió en su afectuosa
referencia entrerriana: “Mis amigos deliciosos vivían en un castillo de
leyenda, una casa donde se aspiraba como incienso ese olor de vieja biblioteca
que vale por todos los perfumes del mundo”.
Con 43 años, Saint Exupéry se integró a las Fuerzas
Francesas Libres, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
Desapareció en el Mar Mediterráneo, cerca de Marsella, el 31
de julio de 1944, cuando observaba el movimiento de tropas alemanas. Había
publicado “El aviador” (1926), “Correo del sur” (1928), “Vuelo nocturno”
(1931), “Tierra de hombres” (1939), “Piloto de guerra” (1942) y “El Principito”
(1943).
En 1998 un pescador encontró su pulsera de plata. Dos años
más tarde un buzo descubrió los restos de su avión que, desde 2004, se exponen
en el Museo del aire y del espacio. Desde un rincón azul su espíritu de
humanismo y libertad luce bandera y pájaro.
Entre las ruinas del Palacio San Carlos, construido por
Eduardo De Machy en 1888, y que habitara la familia Fuchs Vallon entre 1926 y
1935, devorado por un incendio el 25 de septiembre de 1938, levanta vuelo un
piloto de aventuras niñas: “Ya tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo
reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. Tú
tendrás estrellas que saben reír”.
Nosotros, en la orilla feliz del río de los pájaros, a la
puesta del sol, con el aviador cuidamos la rosa.
Desde la soledad del castillo alguien describe un oasis,
cerca de Concordia, en la Argentina, mientras El Principito, sobre el asteroide
de Amanda mayor insiste: “Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que
poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”.
El Diario
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