15 días activismo contra la violencia de género
“mujeres con vos y voz” de Federación
mujeres rurales y violencia de género
La violencia doméstica hacia las mujeres puede asumir
variadas expresiones en contextos de ruralidad. Algunas de ellas son de
carácter patrimonial, como la falta de acceso a la titularidad de la tierra y a
la posesión de herramientas de labranza. Siguiendo el informe ya citado de FAO
(2017), pueden producirse además formas bastante específicas de violencia
económica: por ejemplo, cuando el varón esparce agrotóxicos en los huertos
agroecológicos cultivados por la mujer o se rehúsa a alimentar a los animales
estando ésta fuera del hogar. En cuanto a la violencia física y sexual hacia
las mujeres perpetrada por sus parejas, dicho informe consigna que de acuerdo
con diferentes estudios su prevalencia es significativamente mayor en las zonas
urbanas en comparación con las rurales pero que, no obstante esto, la
aceptación de la violencia infligida por el compañero es mayor en las segundas.
En relación con esta observación, advierte asimismo que pese al incremento de
la legislación y las políticas públicas específicas, “las medidas de lucha
contra la violencia hacia las mujeres sigue teniendo un sesgo urbano” (Ballara,
2004, citado por FAO, 2017, p. 43). De acuerdo con otro informe elaborado por
el Grupo de Acción Interinstitucional sobre la Mujer Rural (2012), salvo
excepciones, en todo el mundo las mujeres rurales están en peores condiciones
que los hombres rurales, y también que las mujeres y hombres urbanos/as. Ello,
tanto con respecto al trabajo (el remunerado y el familiar no remunerado) como
con relación a la educación y la violencia. En cuanto a esta última, un estudio
multipaís realizado en 2005 por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
subraya que las mujeres rurales padecen más violencia física que las urbanas.
Sin embargo ─y significativamente─ los datos reunidos no arrojan una tendencia
clara que indique que en estas circunstancias las mujeres rurales acuden más a
servicios de ayuda que las urbanas. En tal sentido, siguiendo dicho estudio,
las mujeres rurales suelen mostrar dudas sobre la capacidad de estos servicios
para ofrecerles la ayuda que necesitan y además, manifiestan temor por su
propia seguridad y la de sus hijos/as si denuncian el abuso sufrido. Este
estudio también llama la atención sobre los problemas de aislamiento que
afectan a las mujeres rurales en situación de violencia y al respecto asevera:
“Es probable que el acceso a los servicios legales y de orientación, así como a
la policía, sea peor para las mujeres de áreas rurales que para las de áreas urbanas,
por ejemplo a causa de la falta de transporte o por la distancia hasta tales
servicios” (p. 5). En esa dirección apunta también el documento formulado por
la sección Argentina de Women 20 (W 20), la red internacional de mujeres
conformada alrededor del G20 y entre cuyos ejes de acción planteados para el
año 2018 se encuentra justamente la inclusión de las mujeres rurales. Estas
últimas ─siguiendo dicho documento─ corren el riesgo de ser víctimas de la
violencia a causa de la persistencia de actitudes tradicionales relativas a su
subordinación, pero además, se encuentran más vulnerables al no tener acceso a
la justicia y a los servicios de protección social.
Diferentes instrumentos internacionales de política pública
con enfoque de género se refieren a las mujeres rurales y promueven acciones
para remover las desigualdades que las aquejan. Muchos de ellos se concentran
en las asimetrías que las mismas enfrentan en materia económico-patrimonial, de
salud y educativa, tres dimensiones claves para asegurar su autonomía y, a
través de ésta, una vida libre de violencia. En su artículo 14, la Convención
sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer
(CEDAW) solicita a los Estados parte adoptar “todas las medidas apropiadas para
eliminar la discriminación contra la mujer en las zonas rurales a fin de
asegurar en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres, su participación
en el desarrollo rural y en sus beneficios”. En esa dirección, llama a
garantizar un conjunto de derechos entre los que cabe destacar aquí el acceso
al crédito, a los programas de seguridad social, a servicios adecuados de
atención médica ─incluyendo dentro de ella la información, el asesoramiento y
los servicios de planificación familiar─, y a la educación y la formación en
sus distintos niveles y formas ─tanto académica como no académica─.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) también se
hacen eco de la necesidad de superar las desigualdades mencionadas y un informe
de ONU Mujeres (2015) advierte al respecto: “Las mujeres rurales son agentes
clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios
para el desarrollo sostenible pero su acceso limitado al crédito, la asistencia
sanitaria y la educación son algunos de los muchos retos a los que se
enfrentan”. En línea con los señalamientos de los ODS, se encuentran además
tanto la XIII Conferencia Regional de la Mujer (2016) como la Conferencia sobre
Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe en el Año de la Agricultura
Familiar (2014).
La Estrategia de
Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género en el Marco
del Desarrollo Sostenible hacia 2030, emanada precisamente de la XIII
Conferencia Regional de la Mujer, alerta sobre la persistencia de pautas
culturales patriarcales en América Latina y el Caribe que excluyen e
invisibilizan la identidad y los conocimientos de las mujeres, especialmente
las rurales, indígenas, afrodescendientes y migrantes. Las diferentes formas de
discriminación que afectan a las mujeres rurales se encuentran estrechamente
ligadas a la violencia que muchas de ellas padecen. Por este motivo, en su
Recomendación General N° 34 del año 2016, la propia CEDAW llama a los Estados
parte a desarrollar distintas acciones para revertir la realidad de estas
mujeres, “afectadas de manera desproporcionada por la violencia por razón de
género y la falta de acceso a la justicia y a recursos jurídicos eficaces” (p.
4). De modo similar, la Declaración de Brasilia, que compendia las conclusiones
de la Conferencia sobre Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe, en su
considerando N° 14 señala que las mismas “son víctimas de distintas formas de
violencia de género y necesitan contar con acciones desde el Estado para
enfrentarlas”. Por otra parte, es oportuno destacar que el sexagésimo segundo
período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la
Mujer (CSW62) celebrada en 2018, estableció como tema prioritario los desafíos
y oportunidades en el logro de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento
de las mujeres y las niñas rurales. En ese contexto, las conclusiones
convenidas que recogen los acuerdos alcanzados en este encuentro convocan a los
Estados parte a tomar “medidas concretas para alejar a las mujeres y niñas
rurales de la pobreza y garantizar la salvaguarda de sus derechos, su bienestar
y su resiliencia”, así como a “acabar con cualquier forma de violencia y
práctica nociva”.
No hay comentarios.