Algunas reflexiones sobre el conflicto en Ucrania, por Ladislao Fermín Uzín Olleros


Para intentar comprender, siquiera en parte, el conflicto que amenaza la paz mundial, es necesario reflexionar sobre la coyuntura, ejercitar la memoria y remontarse a algunos datos históricos. -

En principio, hay que ubicar a la personalidad de Vladimir Putin y sus concepciones geopolítica e ideológica. Dejando de lado las preferencias ideológicas que cada uno abrace, debemos reconocer que –con Angela Merkel- son los políticos más capaces y con calibre de estadistas, que reconoce el mundo actual.

Putin no es un progresista, como muchos lo quieren presentar, incluso ciertos sectores de nuestro país, pretendiendo identificarse con el premier ruso. Putin es un conservador nato, lo demuestran sus posiciones radicales respecto a oponerse al matrimonio igualitario, su censura explícita al comunismo (“un callejón sin salida, lejos de la corriente principal de la civilización"), adherente a la religión ortodoxa rusa, pragmático en lo económico con el vuelco de Rusia hacia ciertos postulados del capitalismo, impulsando la modernización y el desarrollo económico de las potencialidades del país. Es un profundo conocedor de esas potencialidades y de los poderes y las flaquezas del resto de los países; cuenta con una gran formación integral (abogado, militar, agente de inteligencia), y sabe maniobrar con destreza en las idas y venidas del conflictivo mundo actual. La reciente visita de Bolsonaro a Rusia pone en evidencia la identificación de ambos con el conservadurismo, no es un dato menor.

Putin (oriundo de San Petersburgo, la ciudad de los zares, fundada por Pedro el Grande en 1703) es un cultor convencido del paneslavismo, el movimiento político-cultural cimentado sobre el sentimiento de la unidad cultural e histórica de los pueblos eslavos, que pretende restaurar con la unidad política para recrear la Gran Madre Rusia. El paneslavismo nace en la segunda mitad del siglo XIX para contrarrestar la entonces creciente influencia de Alemania, resaltando al nacionalismo como el elemento aglutinante que permite conformar el Estado con base en la identidad de los pueblos que lo conforman. Las tensiones ocurridas en la península de Crimea (2014) culminaron con la ocupación rusa del territorio y su anexión de hecho a la Federación Rusa, bajo el gobierno de Putin.

Aquí es conveniente detenerse por un momento en algunos datos de la historia; en la década del ’30 del siglo pasado, la comunidad internacional consintió que un tal Adolf, oriundo de Austria, avanzara sobre territorios europeos que sucesivamente se anexaron al Tercer Reich; acto seguido se desencadenó la II Guerra Mundial que dejó un saldo de más de sesenta millones de víctimas; en el surgimiento y afirmación del nazismo, mucho tuvo que ver la humillación provocada por la situación en que quedó Alemania luego de la I Guerra Mundial (1914-1918), a quien se le impusieron enormes compensaciones por el Tratado de Versailles (1919) y en los acuerdos de Londres (1921), lacerando el orgullo alemán y facilitando el ascenso de Hitler al poder.

En ocasión de Versailles, luego de firmarse el documento que dio origen a la Liga de las Naciones (antecedente de la ONU) alguien deslizó que con la formalización de ese tratado en el mundo no habría más guerras, a lo cual, un tal Winston Churchill habría respondido: “es sólo una paz de veinte años”; el 1° de septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia dando inicio a la II Guerra Mundial y confirmando la visión del político inglés … Es conveniente reflexionar sobre este dato histórico y considerarlo en la actual coyuntura en que Crimea ya está bajo la órbita rusa y Ucrania va en camino de serlo .

El expansionismo ruso reconoce otros antecedentes en la ocupación de Finlandia, ya en el siglo XV, la anexión por el zar Alejandro I (1808), y la ocupación durante la II Guerra Mundial en dos ocasiones, hasta la firma de los tratados de 1947-1948, a condición de la entrega del 10% de su territorio.

Putin argumenta que el despliegue militar ruso en la frontera con Ucrania tiene como objetivo la preservación de la seguridad en sus territorios ante los avances de la OTAN, enfatizando como argumento que EE.UU. no toleraría asentamientos militares rusos en México o en zonas cercanas; él seguramente sabe hasta dónde tensar la cuerda, es un gran equilibrista y tiene como aliado a China, su poderoso vecino, con pretensiones también hegemónicas y acometiendo la recuperación de Taiwán (China Nacionalista), colocando en el escenario internacional a un jugador de peso que no permanecerá indiferente en caso que el conflicto en Ucrania escale a niveles de enfrentamientos bélicos (como lo hizo cuando Corea, 1950-1953); son factores gravitantes a ponderar. Tampoco hay que omitir de considerar que, si Rusia cierra la canilla de la provisión de gas a Europa, la Unión Europea se verá en serios problemas de abastecimiento energético (según un informe anual del 2020, el 37% del gas que importa la Unión Europea, proviene de Rusia, quien le vende -exporta- el 85% de sus reservas, con lo que se colige que la dependencia es clara.

Respecto a Argentina, nuestro país debe abandonar las posiciones pendulares, evitando congraciarse un día para desdecirse al otro; bajo ningún concepto debe involucrarse con el envío de fuerzas armadas aunque se invoquen tratados y convenciones internacionales; la inoperancia del TIAR en ocasión de Malvinas, es un sólido argumento para evitar asumir compromisos cuyas consecuencias pueden ser sumamente disvaliosas en el futuro de medio término, ponderando –además- la fragilidad económica del país y la ostensible falta de gravitación en el concierto internacional.

Finalmente, es de esperar que, si ocurren algunos episodios armados en Ucrania, no escalen hasta provocar una confrontación mundial, de consecuencias fatídicas para la mayoría de la humanidad.

Ladislao Fermín UZÍN OLLEROS

 

 

 

 

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.