La carta completa de los intelectuales cercanos a Cristina Kirchner en respuesta a los "albertistas"
En una extensa carta, intelectuales cercanos a la vicepresidenta le respondieron a la carta donde pensadores ligados a Alberto Fernández llamaron a sostener la unidad.
Luego de que un grupo de de intelectuales del peronismo
publicaran un documento en respaldo a Alberto Fernández donde hacían un llamado
a sostener la unidad, otro grupo de pensadores, periodistas y referentes de la
cultura y los medios más cercanos a Cristina Kirchner dieron a conocer un
documento en respuesta, titulado "Unidad en el campo popular: moderación o
pueblo".
La carta busca abrir e instalar el debate "en el campo
nacional y popular", y asegura que "la unidad no se mantiene porque
se la nombre". "Se mantiene si continúan activas las políticas que le
dieron origen. Es desde el exterior de sí misma que la palabra unidad toma
sentido", enfatiza.
Unidad del campo popular: moderación o pueblo
Bienvenido el debate en el campo nacional y popular.
Bienvenida la discusión entre compañeros y compañeras.
Bienvenido el intercambio de ideas y la explicitación de los
posicionamientos y matices sobre cómo avanzar en la construcción del programa
político, económico, cultural y social latinoamericano.
El debate público es una fortaleza de todo proyecto político
nacional y popular. Nunca es una debilidad.
¿Queremos la unidad? Por supuesto que sí. Unidad como
concepto estratégico.
Para que sea posible, es necesario dotarla de sentido; dejar
que aparezca lo que ha estado y sigue estando por fuera de ella: las políticas
que le dieron origen; la memoria histórica que la habilita. Es necesario
polemizar con una operación que despolitiza: aquella que sustituye la discusión
de las políticas que estructuraron la unidad por la apelación aislada a la palabra
unidad.
La unidad no se mantiene porque se la nombre. Se mantiene si
continúan activas las políticas que le dieron origen. Es desde el exterior de
sí misma que la palabra unidad toma sentido. Hay unidad porque hay otra cosa
que justifica que la unidad exista. Esa otra cosa son las políticas que la
estructuraron. La negación de ese exterior constitutivo de la unidad
despolitiza la discusión de las tensiones de la unidad.
Las crisis suelen resolverse con la apelación a lo obvio: la
unidad política requiere de permanente debate político. Ello es lo que falta y
a eso convocamos. En este sentido, un grupo de compañeros y compañeras
proponen, en un reciente documento, una discusión en la que el gobierno del
Frente de Todos parece no
tener ni origen ni sujeto. Por un lado, la palabra unidad
flota en un vacío autosuficiente, como si no hubiera sido consecuencia de
acuerdos entre diversos sectores políticos. Por el otro, el sujeto al que
debieran dirigirse las políticas públicas -la base electoral del Frente de
Todos- es apenas nombrado en un par de párrafos rápidos. Ni la memoria
colectiva, ni el pueblo trabajador, ni la base social del Frente de Todos son
protagonistas. Apenas hace alguna referencia lejana a mantener la “unidad para
construir la transformación material progresiva sobre la cual se despliegue el
día a día de las trabajadoras y los trabajadores y sus familias”.
Los términos “Macri”, “macrismo”, “Juntos por el Cambio”,
“sistema financiero”, “precarización”, “concentración”, “desigualdad” no son
utilizados en el documento citado. No hay oponente concreto. En el mundo del
consenso, y en las formas suaves del lenguaje, no hay lugar para oposiciones
fuertes ni para el desarrollo de conflictos. Hay un lenguaje de la política encapsulado.
Mientras tanto, la política gubernamental ha llegado a su
punto más trágico: la preparación de escenarios de anuncios donde no se
realizan anuncios. Es la práctica fallida de anticipar políticas que no se
concretan: el mismo gobierno genera las expectativas y la defraudación de las
expectativas. Allí irrumpen los instantes crueles en donde la moderación se
transforma en impotencia. Deciden bajarle la intensidad a la política y, como
efecto no deseado, suprimen a la política. Proponen ir despacio pero terminan
inmóviles. Pretenden hablar suave pero se vuelven inaudibles. Todo lo que se
presenta moderado termina siendo débil y sin capacidad transformadora. Es
necesario recordarlo: los gobiernos no se evalúan por sus intenciones, sino por
sus realizaciones.
Juntos por el Cambio ha construido su identidad,
supuestamente racional e institucional, en contraste con otra “irracional y
extrema”, la de los partidarios y partidarias de la actual vicepresidenta.
Trasladar ese criterio de legitimación política desde afuera hacia adentro del
Frente de Todos estaría más en línea con la eliminación del adversario que con
el compromiso de ampliar el debate político.
Las crisis se superan muchas veces con redundancia: las
diferencias políticas se resuelven con más política. A eso convocamos a los
compañeros y compañeras que, lo sabemos, están plenamente comprometidos con la
ampliación de la discusión pública.
A riesgo de ser repetitivos: el problema del documento con
el cual estamos dialogando, a nuestro juicio, es que, en sus páginas, no
resulta nítido ni el origen de la unidad ni el sujeto destinatario de sus
políticas. En ese sentido, la ausencia absoluta del nombre “Macri” es muy
elocuente.
El expresidente neoliberal le entregó el gobierno al
presidente Alberto Fernández con una economía 4% más chica de cómo la recibió,
con una caída de 20 puntos de los salarios reales y con sendas crisis externas
y de endeudamiento (público y privado) mutuamente reforzadas. Tampoco es cierto
que entregó un país sin déficit fiscal: sólo cambió la composición de ese
déficit a través del incremento del pago de intereses de su creciente
endeudamiento. En paralelo, el gobierno macrista avanzó con la colonización y
la cooptación de las herramientas de poder del Estado, sobre todo en materia de
política económica.
Ni en aquel momento, apenas asumió el nuevo gobierno del
Frente de Todos, ni ahora, en el documento con el que dialogamos, ha aparecido
la decisión de describir con nitidez las ruinas que dejó este nuevo experimento
neoliberal. Hay, por lo tanto, una doble renuncia al origen: a la constitución
de la frontera con el macrismo, por un lado, y a la defensa del lazo
representativo con los sectores afectados por ese proyecto neoliberal, por el
otro. Esa doble renuncia es una sola: la nitidez del proyecto propio requiere
de una clara diferenciación con el programa neoliberal.
El dilema que se presenta entonces es que cuando se pretende
hablarles a todos se termina hablándole a nadie. Cuando se pretende no pelearse
con nadie, se termina peleado con todos. El conflicto existe. No asumirlo,
lejos de ampliar la base de sustentación, diluye, a los que no lo protagonizan,
en la nada política.
Por eso, el problema de la unidad se resuelve reponiendo el
origen y el sujeto destinatario de la unidad. No se soluciona con una apelación
a la reducción de la intensidad (es decir, a la moderación). El problema más
importante no es de velocidad ni de magnitud: es de orientación de las
políticas.
Paradójicamente, la unidad a la que se convoca, en el marco
de políticas regresivas, puede profundizar la crisis de la otra unidad: la de
la base electoral del Frente de Todos. La unidad por arriba puede continuar
desorganizando la unidad por abajo. Por eso, no se puede pensar la unidad
desvinculada de las políticas que esa unidad expresa en términos de políticas
públicas. En este sentido, insistimos, en las dimensiones de representación
electoral y social: la “Unidad” del Frente de Todos se rompió en noviembre de
2021 cuando más de cuatro millones de electores que lo acompañaron en el 2019,
ya no lo hicieron en las elecciones de medio mandato. Reconstruirla es el
objetivo.
La debilidad de la diferenciación discursiva de ambos
proyectos – el macrista y el de nuestro gobierno- se extendió al diseño de
algunas políticas: en el último trimestre de 2020, con la centralización de la
estrategia económica en torno a los lineamientos del FMI, comenzó un camino de
ajuste relativo. Esta política económica se extendió hasta las elecciones PASO
de 2021 (sólo comenzó a corregirse en el último trimestre de ese año). Si bien
la crisis global producida por la pandemia sanitaria explica parte de la
debacle electoral en las elecciones legislativas de 2021, no es el único
factor. A ello hay que sumarle las políticas de ajuste implementadas por
nuestro propio gobierno.
La clase trabajadora, por ejemplo, perdió en la puja
distributiva y se produjo una nítida transferencia de recursos del trabajo
hacia el capital, con especial énfasis desde finales de 2020. Si comparamos el
salario real promedio de los trabajadores registrados del bienio 2018-2019 con
el mismo valor promedio del período 2020-2021, la caída fue del 8%. Este atraso
del salario explica que el excedente empresario haya captado más de 3 puntos
del PBI adicionales respecto del gobierno de Macri. Desde finales de 2020 el
excedente empresario se recuperó en términos reales, mientras la masa de
salarios perdió valor real.
Volvemos al inicio, entonces: ¿Unidad para qué política?
¿Unidad que garantice la transferencia de recursos desde los trabajadores hacia
el capital? ¿Unidad que rompa el contrato electoral y en la que los
trabajadores resultan perjudicados?
Queda claro: no estamos ante un problema de moderación o
intensidad. El problema es de orientación de las políticas.
La unidad del gobierno del presidente Alberto Fernández y de
la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner nació alrededor de un decidido
proyecto de crecimiento con distribución e inclusión social. Ese es el proyecto
que nos convoca y que nos moviliza. Es unidad, sí: pero para llevar adelante un
programa de transformaciones.
En el contexto del acuerdo con el FMI, y de sus previsibles
presiones trimestrales, resulta imprescindible dinamizar las instancias
institucionales de debate, movilización y búsqueda de acuerdos en el Frente de
Todos. Como se dijo en estos días: “Las diferencias que tenemos entre quienes
debatimos cuál es la mejor manera de resolver este problema son infinitamente
menores de las diferencias con quienes generaron este problema”.
Tenemos una nueva oportunidad. Esta vez hay que ir a fondo:
con institucionalidad y con decisiones consensuadas entre los integrantes de la
coalición. Todos y todas juntos para sostener la utopía de una patria justa,
libre y soberana.
Lo afirmó de modo muy contundente Néstor Kirchner: “Todos
hablan del consenso, de todos juntos. Sí, todos juntos, pero ¿para qué? ¿Todos
juntos para hacer un acuerdo de espaldas a la gente para mantener la burocracia
política? No.
Todos juntos para transformar la Argentina, para renunciar a
privilegios, para construir lo que nuestro país necesita. ¿Todos juntos para
decir que hay que renunciar a principios que son fundamentales para construir
este país, todos juntos para bajar banderas? No. Todos juntos para sostener
banderas, para sostener principios, para sostener las utopías que creyeron toda
la vida y que sostuvieron nuestro inmortal conductor Perón y la inmortal Evita
que era la llama viva del cambio permanente. Para eso todos juntos”.
La correlación de fuerzas no es una foto. Es una
construcción social, un devenir dinámico y endógeno. No es un dato exógeno de
una ecuación a “resolver”. Un elemento central en la constitución de la
correlación de fuerzas son las propias acciones y posicionamientos. Analizar
esa correlación de fuerzas sin incorporar cómo modificarlas es un mecanismo
conservador que inmoviliza. Las políticas públicas rupturistas de un orden
injusto e insustentable no son irracionales e infecundas; son las que mejoran
la vida de nuestro pueblo, fortalecen la base material de nuestra economía y
expanden los grados de libertad de la Patria.
La obligación de la política nacional y popular es expandir
el campo de lo posible y no al revés: a partir de la definición de lo posible,
sostener el statu quo.
Hay muchos ejemplos latinoamericanos que demuestran que las
correlaciones de fuerzas económicas, sociales y políticas no son un “hecho
natural”, fijo y establecido para siempre. Mencionemos sólo el del compañero
Néstor Kirchner: asumió el gobierno con el menor porcentual de votos de la
historia argentina y una “correlación de fuerzas” mínima a su favor. La
respuesta popular a cada una de las medidas de gobierno fue construyendo una
nueva correlación de fuerzas que habilitó un período de 12 años de continuidad
del gobierno nacional-popular y la concreción de decenas de políticas que
mejoraron ostensiblemente los niveles de vida de nuestro pueblo y ampliaron
derechos como nunca antes, desde el gobierno del primer peronismo con Perón y
Evita.
Esta perspectiva de una “correlación de fuerzas negativas”,
que condicionan las posibilidades de llevar a cabo medidas de profundización de
un modelo nacional- popular, se transforma así en una puerta de justificación
que –con sus más y sus menos- favorece el statu quo, lo que en nuestras
sociedades significa el mantenimiento de la inequidad, la desigualdad y el
incremento de la pobreza. Y de allí surge la idea de que, lo que debe primar en
el Frente de Todos a cargo del gobierno, es la moderación en la toma de
definiciones políticas.
El concepto “moderación” es por demás riesgoso para
cualquier gobierno popular latinoamericano. En primera instancia, porque todos
los gobiernos de carácter nacional-popular deben enfrentarse cotidianamente con
elites que aplican todo el tiempo la lógica de la desmesura política. La
experiencia histórica de este Siglo XXI en América Latina nos indica claramente
que, de manera precisa, aquellos gobiernos nacional-populares que aplicaron
medidas que iban en contra de la lógica “moderada”, fueron no sólo los que más
cambios positivos lograron, sino los que mayor apoyo popular tuvieron: Néstor y
Cristina Kirchner, Hugo Chávez, los dos mandatos de Lula Da Silva, Rafael
Correa, los gobiernos de Evo Morales.
No parece que sea útil apelar a unidades de medida. Es decir,
definir al otro según las cantidades de moderación con la que cuenta y, a
partir de allí, delimitar el espacio político “extremo e irracional” que es
necesario separar o marginar. Ello supondría trasladar al interior del Frente
de Todos, las prácticas estigmatizantes utilizadas por el macrismo contra
Cristina Fernández de Kirchner y el Kirchnerismo.
¿Es posible negociar con el poder real y las derechas desde
la búsqueda de consensos basados en la idea de una moderación “compartida”? No
pareciera ser el caso en estos dos años de experiencia de gobierno de nuestro
Frente de Todos: la respuesta a propuestas políticas moderadas (acuerdos de
precios, control cambiario, congelamiento de las retenciones, por ejemplo) y,
aún, a políticas imprescindibles –por ejemplo, las políticas de cuidado y
vacunación durante la pandemia global – contaron con la oposición brutal y
desmedida de las derechas.
¿Cuáles fueron los consensos logrados de este modo? ¿Cuál
es, entonces, la mejor estrategia para enfrentar en el contexto latinoamericano
a las fuerzas de las derechas?
La lógica de la moderación y la correlación de fuerzas
negativa nos lleva a una paradoja circular: si los gobiernos toman medidas
“moderadas”, entonces ganarían en gobernabilidad frente al poder real. El problema
es que la moderación deja a los dos sectores en pugna –el poder real y los
sectores populares- en situación de descontento: las elites de derecha y el
establishment leen la moderación como debilidad de los gobiernos populares y,
en vez reducir la presión política, la incrementan. A la vez, los movimientos
sociales, los partidos políticos y los sectores populares sienten y viven –en
el caso de los más vulnerables- la situación de que la vida cotidiana no les ha
mejorado sustancialmente desde la llegada de un gobierno popular al poder.
Cuando en el año 2019 la compañera Cristina ideó y convocó a
la construcción de un Frente de Todos como herramienta electoral para derrotar
al más crudo neoliberalismo, se dirigió a todas las fuerzas del campo
nacional-popular. La razón de ser de ese Frente de Todos no era, claramente,
sólo derrotar al macrismo sino reponer e incrementar las políticas de derechos
e inclusión de los 12 años de gobiernos nacional-populares movilizando al
pueblo y nunca moderando sus demandas o “mandando a desensillar hasta que
aclare”. La discusión, desde nuestro punto de vista, es sobre la orientación de
las políticas públicas que deben expresar la unidad de las fuerzas que integran
el Frente de Todos.
Se sale con más política y no con más encierro.
Se sale compartiendo con el pueblo el conocimiento de las
dificultades: enfrentándolas y no eludiéndolas.
Se sale convocándonos todos y todas a un proceso de
discusión pública fecundo y fraterno.
Firman la declaración: Teresa Parodi, Eduardo Basualdo,
Liliana Herrero, Roberto Salvarezza, Adrián Paenza, Cynthia García, Alberto
Kornblihtt, Rita Cortese, Noe Jitrik, Andrea Varela, Victoria Onetto, Carlos
Rozanski, Araceli Bellota, Rubén Dri, Artemio López, María Pía López, Daniel
Tognetti, Roberto Caballero, Alejandro Kaufman, María Sondereguer, “Mempo”
Giardinelli, Marcelo Figueras, Gustavo Cirelli, Telma Luzzani, Andrés Asiain,
Cynthia Ottaviano, Eduardo Rinesi, Jorge Elbaum, María Seoane, Carlos Barragán,
Luisa Kuliok, Carlos Ciappina, Pablo Manzanelli, Martín Piqué, Silvia Delfino,
Juan Martín Gené, Sandra Russo, Glenn Postolski, Rosa Bru, Conrado Geiger,
María Quintero, Diego Hurtado, Raquel Robles, Juan Diego Incardona, María
Sucarrat, Flavio Rapisardi, Ayelén Sidún, Mariano Hamilton, Viviana Vila,
Sebastián Fernández, Ernesto Bauer, Juan Pablo Olsson, Paula de Luque, Julio
Ferrer, Lalo Painceira, Marina Glezer, Julián Saud, Juan Alonso, Francisco
“Paco” Oliveira, Alejandro Montalbán, Marina Arias, Marcelo Camaño, Susana
Martins, Juan Valerdi, Eduardo Dvorkin, Marcelo Ruiz, Daniel Bello, Félix
Requejo, Rolando González José, Adriana Serquis, Eduardo de la Serna, Jimmy
Herrera, Tony Fenoy, Graciela Vazan, Ricardo Carrizo (Curas en Opción por los
Pobres), Carlos Gómez (Curas en Opción por los Pobres), Rafael Villegas, María
José Castells, Colectivo de Teología de la Liberación Pichi Meisegeier, Carta
Abierta La Plata, Pablo Llonto, Stella Escoba, Sebastián Palma, Mónika
Arredondo, Mauricio Erben, Cristian Weber, María Bernarda Tinetti, Pedro
Dehleye, Ximena Talento, Luis Zarranz, Siro Colli, Liliana Viola, Emanuel
“Peroncho” Rodríguez, Sergio Ranieri, Gustavo Bulla, Ricardo “Kiko” Cerone,
Celeste Abrevaya, Julio Reta, Juan Montes Cato Verónica Baston, Pablo Bilyk,
Raquel Márquez, Pablo Antonini, María Cabrejas, Alejandra Cebrelli, Juan
Guzmán, Julia Narcy, Diego Conno, Julia Saud, Facundo Ábalo, Diana Rogovsky,
Mauro Beltrami, Marcela Di Croce, Guillermo Clarke, María Cristina Demo,
Ricardo Plazaola, Luis Schinca, Claudio Panella, Patricia Berrotarán, Fabio
Prado González, Fabián Bertero, Cintia Rogovsky, Martín Daniel Castilla, Alicia
Sarno, Omar Musa, Mag De Santo, Lucas Ayala, Guillermo Pilía, Flora Ferrari,
Duilio Lanzoni, Carlos Schmerkin, Guillermo Wierzba, Ignacio Velez, Silvio
Schneck, Aurelio Narvaja, Ilda Lucchini, Jorge Barbeito, Ursula Asta, Ana
Berezin, Carlos Vargas, Mirta del Campo, Maximiliano Coria, Mirna González,
Luis Freire, Eleonora Artigas, Juan Artigas, José Slimobch, Victor Portnoy,
Monika Aredondo, Cristina Pilar Bejar, Mirta Botzman, Claudia Albertal, Fabian Gatica,
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