Cristina Kirchner contra todos y todos contra Cristina Kirchner
Desde Juntos por el Cambio a los peronistas moderados, la oposición busca frenar en Diputados el proyecto con el que la vicepresidenta intentará mantener el control del Consejo de la Magistratura, el órgano que selecciona y sanciona a los jueces. Su panorama judicial es cada vez más oscuro.
Habían arrancado con chorizos y morcillas, pero ya estaban
en la mitad del asado. Algunos atacaban las costillas y otros habían optado por
el vacío. De tanto en tanto matizaban los cortes con papas fritas y un poco de
ensalada para darle un respiro al colesterol. Pero la carne era la reina de la
noche en ese rincón tranquilo de las Lomas de San Isidro. De pronto se hizo un
silencio, de esos incómodos, que conviene romper rápido.
—¿Cuántos tenemos? —, preguntó el gobernador.
—Ciento treinta y dos… —, le respondió el diputado sin
pestañear.
—¿Estamos seguros?, en esta no podemos fallar.
—Seguros, sí. El proyecto de Cristina no va a pasar por la
Cámara.
Todos respiraron más aliviados. Y hubo hasta quien amagó un
brindis con vino de Cafayate, pero el entusiasmo no pasó de ahí. Mejor esperar
a que transcurra esta semana, en la que la Vicepresidenta inicia una ofensiva
fulminante para mantener el control sobre el Consejo de la Magistratura y
lograr el mayor de sus objetivos desde que convirtió en presidente a Alberto
Fernández. Establecer un dominio definitivo sobre la Justicia que transforme
las causas judiciales que la complican en letra muerta.
De los muchos temas que se hablaron en la noche del jueves
en la casa de Juan Manuel Urtubey, el de evitar que el kirchnerismo siga
controlando el Consejo de la Magistratura fue el de mayor actualidad.
Participaron dos gobernadores (el radical Gerardo Morales y el peronista Juan
Schiaretti), cuatro diputados (Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, de Juntos por
el Cambio; Florencio Randazzo, del Interbloque Federal; y Graciela Camaño,
quien goza de la desconfianza de oficialistas y opositores). Además, había un
intendente, el radical Pablo Javkin de Rosario; y otro radical, pero senador,
el chaqueño Ángel Rozas que, como el dueño de casa, también conoció las
funciones de gobernador de provincia.
Los ciento treinta dos diputados son los que necesita la
oposición a Cristina para frenar el proyecto kirchnerista que intenta desalojar
a la Corte Suprema del Consejo de la Magistratura. En realidad, les alcanza con
129 para evitar el quórum y bloquear la iniciativa. Pero, en estos tiempos de
cifras tan estrechas, la traición está a la orden del día y conviene tener los
números más holgados para contrarrestar esa clase de deserciones que hace casi
un siglo don Hipólito Yrigoyen bautizara con una metáfora inigualable: aquella
de las “efectividades conducentes”.
Con solo cuatro votos de ventaja y el apoyo muy oportuno del
senador rionegrino, Alberto Weretilneck, Cristina logró que su proyecto para
armar una Magistratura de 17 miembros (ahora tiene 13) y sin participación de
la Corte Suprema recibiera la media sanción del Senado. Ahora va por el premio
mayor y el más complejo: lograr que la Cámara de Diputados lo convierta en ley.
Por eso, le resultan indispensables los 129 votos de los que se hablaba en el
asado de Urtubey, cifra que le permita seguir manejando el órgano que evalúa y
controla a los jueces.
La tarea más difícil le toca a Sergio Massa en la Cámara de
Diputados. Tiene que conseguir votos del peronismo moderado, que aparece cada
vez más alejado de Cristina. Para Randazzo, Monzó o Camaño, atrincherados en
bloques federales, sería difícil justificar un voto a favor del proyecto de la
Vicepresidenta. Camaño baraja una iniciativa propia que mantendría a la Corte
en la Magistratura pero no en la presidencia del cuerpo. A nadie le convence
demasiado. La lógica que se impone entonces es la del asado en lo de Urtubey.
“No pasarán”, fue el espíritu entre las achuras.
La Vicepresidenta maneja hasta hoy sin mayores problemas el
Consejo de la Magistratura. Siete de sus trece miembros le responden y baja sus
directivas a través del presidente del cuerpo, el camarista e integrante del
grupo kirchnerista Justicia Legítima, Alberto Lugones. Cuando asumió en
febrero, Lugones prometió cumplir el fallo de la Corte para que la Magistratura
vuelva a tener 20 miembros. Pero se impuso el proyecto de Cristina para
llevarlo a 17 y así bloquear a la Corte.
Claro que, en la última semana, las cosas se complicaron
para el kirchnerismo. Los abogados eligieron a Jimena De la Torre (cercana a
Juntos por el Cambio) y a María Fernanda Vázquez (alineada con el peronismo), y
los jueces a Agustina Díaz Cordero, una magistrada independiente, con lo que la
pulseada en la Magistratura quedaría empatada en ocho. Faltan elegir a cuatro
miembros: uno de ellos será académico y los otros dos integrantes del Congreso.
La oposición cree que con esos ingresos podría pasar a tener mayoría, acotada
pero mayoría al fin.
Juntos por el Cambio impulsa a Luis Juez, para que
represente al Senado en la Magistratura, y a Mario Negri para que lo haga por
la Cámara de Diputados. Pero Cristina tiene ideas muy diferentes. Ha hecho
saber que su candidato por el Senado es nada más y nada menos que el neuquino
Oscar Parrilli, aquel polemista pasivo del inolvidable “soy yo, Cristina…”. Y
por la Cámara Baja ha puesto en marcha una negociación con la diputada Myriam
Bregman, del Partido de Trabajadores Socialistas, para impulsarla y consolidar
la relación cada vez más fraterna y funcional entre el kirchnerismo y el Frente
de Izquierda dominado por el trotskismo.
El miembro número veinte es el de la discordia. Le
corresponde a la presidencia del Consejo de la Magistratura y es el que la
Corte Suprema se reservó para sí misma en su fallo de ampliación. El actual
titular del tribunal, Horacio Rosatti, ya dejó trascender que asumirá esa
función cuando el cuerpo esté completo. Esa sería la peor noticia para Cristina
y la intentará evitar a toda costa.
En una carrera contra el tiempo, Cristina Kirchner activa
todas sus conexiones políticas para aprobar el proyecto de ley que bloquea a la
Corte Suprema y mantener la mayoría de funcionarios que le respondan en el
Consejo de la Magistratura. “Como en 2013, es Cristina contra todos”, ilustra
uno de los legisladores que la acompaña desde el comienzo de la historia y
recuerda aquel “vamos por todo” que terminó cuando el máximo tribunal que
presidía Ricardo Lorenzetti le puso fin con un fallo inapelable.
Desde la oposición, y en un abanico que va desde Juntos por
el Cambio a los peronistas moderados que tuvieron representación en el asado de
Urtubey, hay en este caso un clima de todos contra Cristina. Creen que si
consiguen frenar el proyecto de la Vicepresidenta en Diputados, la ofensiva
kirchnerista perderá la última de las banderas con la que diseñaron el Frente
de Todos en 2019. Controlar a la Justicia para volverla contra sus adversarios.
Para mantener el fuego de la ofensiva, Lugones convocó de
urgencia al Consejo de la Magistratura para este lunes. ¿El motivo? Activar
como sea la carga contra los sectores que se les oponen y apuntar sobre todo
contra aquellos a los que consideran sus mayores enemigos: los jueces
federales.
Todavía repercute en el ambiente judicial una aparición de
fuerte impacto. Hace dos semanas, el camarista federal Roberto Boico participó
de una videoconferencia del grupo brasileño Prerrogativas Prerro. Hizo una
defensa encendida de la disparatada teoría del Lawfare (aquella que dice que
los casos de corrupción en América Latina son en realidad operaciones de
desprestigio impulsadas por EE.UU., en sintonía con jueces y medios de prensa),
compartió un video de Cristina Kirchner defendiéndose en Tribunales y atacando
a los jueces, y cargó fuerte contra el periodismo calificándolo de “peligroso”.
El objetivo siempre estuvo muy claro. Hasta fin de año resta
todavía designar a unos setenta jueces en todo el país y Cristina ajusta su
estrategia porque está convencida de que su suerte en los tribunales dependerá
exclusivamente de mantener el control sobre la mayor cantidad posible de
magistrados. La Vicepresidenta cree que es Alberto Fernández quien debería
haberle despejado el frente judicial y que no lo haya resuelto es una de las
razones por las que le ha quitado su apoyo político.
Es un momento complicado para Cristina, a quien ya le
anularon tres juicios orales, pero tiene todavía siete procesamientos vigentes.
Entre ellos, los dos más difíciles: la causa por corrupción en los contratos de
obra pública (el caso Lázaro Báez) y las causas conocidas como Hotesur y Los
Sauces, donde se investiga el supuesto enriquecimiento a través de la actividad
hotelera. Por las dudas, Cristina acelera al máximo su ofensiva para avanzar
sobre la Justicia y designar jueces que le den mayor tranquilidad.
El panorama no puede ser más oscuro después de la derrota en
las elecciones parlamentarias del año pasado. Cristina fue la que eligió a
Alberto Fernández como candidato, pero ahora reniega de sus ministros, lo dejó
a la intemperie a la hora de votar el acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional y ni siquiera le responde el teléfono cuando él la llama. “Esta
semana se conocerá la inflación y será muy duro”, acaba de decir su hijo
Máximo, como si hablara de extraterrestres y no del gobierno que él también
integra.
TN
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