En el día del trabajador: Escritor concordiense reclama a los gobernantes practicar la Justicia Social
Reflexión sobre la injusticia
Cuando Marx escribe su libro “Los Grundrisse” en 1857, (en
realidad eran apuntes personales que se convirtieron en un pequeño libro)
introduce un concepto fundamental, que es el de “trabajo vivo”. El acento está
puesto no en la actividad misma, está puesto en el sujeto de la actividad; en
la subjetividad, es decir no en la objetividad del trabajo como proceso que es
finalmente un objeto y su lugar como mercancía. El trabajador como sujeto ante
el trabajo, -léase tiempo invertido-, cosificado, valorado, mercancía, dinero.
El trabajador trabaja, trabaja porque tiene sueños y utopías que van mas allá
del trabajo. Trabaja para “ser”, para su familia, para sus hijos, para su
patria. Y pone lo único que tiene para ello, su cuerpo, sus fuerzas, su vida a
cambio de un salario que le permita ir por sus sueños. Pero si el salario solo
alimenta su vida y no alcanza para sus sueños, es puro trabajo vivo que
alimenta los sueños de otros, de algunos que tienen todo y no trabajan, de
otros que no se sostienen en trabajo vivo. Y esto lisa y llanamente se llama
injusticia, desigualdad y opresión.
Que la ganancia extraordinaria de algunos, deje afuera la
vida de muchos.
Escuchamos frecuentemente que los pobres no quieren
trabajar, miro por mi ventana los cientos de cartoneros que pasan por mi calle
y que trabajan diez o doce horas por día por unos mangos que apenas alcanzan
para restablecer las fuerzas para cartonear al otro día. Pienso en la mesa de
algunos y en los volquetes de basura donde comen muchos, esos muchos que
también trabajan para llevar pan a sus familias, un pan podrido e injusto, un
pan manchado por la avaricia de algunos pocos.
El pueblo trabajador trabaja, trabaja como puede y donde
puede, y su trabajo es trabajo vivo. “Nadie tiene derecho a lo superfluo,
cuando a la mayoría le falta lo necesario” afirmaba el cura mártir Ellacuría;
sin embargo, fruto del colonialismo sistemático nos acostumbramos a la
injusticia, nos familiarizamos con la agenda del dominador y estigmatizamos a
quienes en verdad son victimas de un sistema depredador e injusto. Nadie manda
a trabajar a los latifundistas que armaron su riqueza con sangre en las manos y
hoy son los dueños de la tierra en la Argentina. Tan simple como que se desaloja
un predio con cientos de hermanos que plantaron sus casillas y no tenemos huevo
para poner un impuesto que no les mueve el amperímetro a los grandes ricos, a
los empresarios de la usura, a los esquilmadores del trabajo vivo…
¿Dónde está nuestra conciencia peronista?
Mi padre, un hombre de misa dominical, había sido
revolucionado en su vida diaria por el peronismo. Nacido en la pobreza por el
año 1917, sin escuela y laburando a destajo entendió que el peronismo era una
escuela de justicia social. El peronismo le había cambiado su vida y a pesar de
su analfabetismo, vislumbró su lugar en la historia como trabajador en el
reconocimiento de la dignidad de su esfuerzo a partir de las leyes del
peronismo. Cuando Perón se enemistó con la Iglesia Católica en el 54, mi papá
dejó la Iglesia, no dejó el peronismo que se había encajado en sus tripas para
siempre.
Cuando vine a estudiar a La Plata y fui obrero de la
construcción como él, para sostenerme, me hice peronista por mi, no por él.
Había entendido el frío, el calor y las manos destruidas por la cal, que podían
abrir un libro y cursar en la Universidad Pública garpada por el pueblo.
La justicia social, la defensa del interés nacional, la
distribución de las riquezas y la felicidad del pueblo que es, ese mas allá de
solo trabajar para vivir se vuelve hoy un clamor para nuestro gobierno, y un
desenmascaramiento para el opresor de siempre.
Perón dice: Queremos una Argentina socialmente justa,
económicamente libre, y políticamente soberana. Pensemos seriamente en esto
hoy, necesitamos pensarlo…
Este primero de mayo es un día difícil, y lo seguirá siendo
si nuestra memoria no puede mas que las mezquindades y las tibiezas
estadísticas. Necesitamos un peronismo a la altura de las circunstancias;
nuestro pueblo trabajador no tiene más tiempo.
Sin justicia social no hay justicialismo; sin lucha, no hay
pueblo; sin trabajo y sin trabajadores no hay patria; sin pueblo trabajador no
hay sueños colectivos…
Abrazo a todos mis hermanos y compañeros de luchas y sueños,
a nuestros laburantes cotidianos, a nuestros mártires que viven en nuestra
memoria, y a todos los que sueñan con una patria de trabajadores, libre, igual,
justa y soberana.
¡Feliz día compañeros!
¡Y HLVS! Francisco Senegaglia. Trabajador de las Letras y el
Pensamiento.
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