Opinión: “Dejar de votar como en el siglo pasado”, por Gabriela Lena
La ley nacional de Elecciones N° 8.871, promulgada en 1912 y conocida como "Ley Sáenz Peña", desechó el voto calificado y estableció el sufragio universal, secreto y obligatorio en la Argentina. El nuevo sistema puso fin al fraude y al soborno. Y es que antes de la ley Sáenz Peña, los días de elecciones, los gobernantes de turno hacían valer las libretas de los muertos, compraban votos, quemaban urnas y falsificaban padrones.
Si bien esa ley fue un
notable avance en el ejercicio de los derechos cívicos y permitió el acceso de
las mayorías al sufragio y a expresar con plena libertad su voluntad política,
estaba lejos de la perfección. En efecto, la proclamada “universalidad” no era
tal ya que solo alcanzaba a los ciudadanos varones y excluía a todas las
mujeres.
Aún así, la Ley Sáenz
Peña introdujo a la vida política a miles de ciudadanos y permitió la llegada
al poder de partidos políticos de base popular como la Unión Cívica Radical en
1916.
Ese instrumento legal
mejoró notablemente la instrumentación del sistema, consagró nuevos derechos y
garantizó la accesibilidad al voto. Pero, claro está, al igual que cualquier
ley o norma era perfectible. Las normas deben adecuarse a los cambios de los
tiempos y adaptarse a las nuevas realidades.
En la Cámara de
Diputados de la Nación se aprobó un dictamen para avanzar en la sanción de un
proyecto de Boleta Única de Papel que cambiará una forma de votar que data del
siglo pasado y adaptar a nivel nacional el sistema electoral a mejoras formas,
como lo han hecho las provincias de Santa Fe, Salta, Córdoba y Mendoza.
La Boleta Única de
Papel ayuda a simplificar el acto de votar, tanto para los electores como para
quienes están encargados del control de los comicios y del escrutinio. Pero,
además, termina con prácticas manipuladoras como el reparto de boletas, el voto
en cadena o el robo de papeletas en el cuarto oscuro. En un solo papel, en un
plano de igualdad, todas las agrupaciones políticas presentan sus candidatos y
el votante expresa su voluntad marcando un casillero. Eso implica mayor
seguridad e independencia para quienes sufragan, pero también mayor economía de
recursos para el Estado. En síntesis, se garantiza que cualquier ciudadano en
cualquier punto del país va a encontrar en el centro de votación la boleta con
la cual votar a su candidato de preferencia, sin riesgos de sustracciones,
daños o adulteraciones.
Seguramente presentan
pro y contras, aunque son notables los avances que ofrece la Boleta Única de
Papel en relación con el viejo sistema. Seguramente habrá puntos a mejorar,
pero, cuando se implemente este sistema, Argentina se sumará a las mayorías de
las naciones latinoamericanas que lo usan desde hace años y que abandonaron el
viejo sistema de las boletas partidarias.
De esa manera, nuestro
país dejará de sufragar como hace un siglo y avanzará en mejorar y transparentar
el sagrado acto cívico de votar.
Dra. Gabriela Lena, diputada nacional
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