“Circulando en el laberinto del odio, la violencia y la desigualdad”, por: Luis Edgardo Jakimchuk
Nota de opinión
En el espacio laberíntico, que los argentinos lo conocemos
de memoria porque lo habitamos y lo sufrimos, circula el odio clasista,
discursos violentos de la derecha y grupos neofascistas, la justicia como
órgano político que sirve a los intereses del establishment, el deterioro de la
calidad de vida, la creciente desigualdad de ingreso, entre muchas otras;
formando parte de la cotidianeidad insufrible de millones de argentinos y en el
que, de alguna manera, les cuesta mucho ver la salida para los graves problemas
que padecen.
En esa línea, quienes observan los formatos del discurso
público que consumimos diariamente, advierte como la derecha radicalizada
exterioriza ultrajes, violencia verbal, estigmatización, misoginia y lawfare
como estratagema con la quimera de aniquilación de Cristina Kirchner. La
vastedad del lenguaje utilizado no es inocente y menos aún, cuando nos
referimos a discursos políticos o económicos con los que se dirimen relaciones
de poder.
Funciona como cleros de la alineación “del deber ser” y “del
deber aceptar”.
Un ejemplo de este tipo de “ejercicio lingüístico” lo
constituye la expresión del dirigente republicano de Cambiemos, Ricardo López
Murphy: “Son ellos o nosotros”.
No deja de sorprender la expresividad, “son o somos” como
dilema central de la política.
Si “son ellos no somos nosotros” y si “somos nosotros no son
ellos”, es una construcción no desprovista de ideología. Es el clima de
violencia impune que el Juntadero del Cambio, los medios concentrados e
importantes segmentos del Poder Judicial han impuesto en el país. Detrás de
esta violencia está, sin dudas, la “apropiación” del Estado y la Democracia por
parte de los que no quieren un “interés nacional”. Y, CFK es el principal
peligro a sus intereses. Sobran razones para terminar con ella como sea.
En suma, el etnocentrismo que representa el mecanismo:
“Nosotros/ellos” es la base de todos los conflictos que atraviesa el gobierno
peronista con la clase dominante. Es la lógica de la gran burguesía financiera
y agroexportadora, que tiene que ver con la explotación y la opresión y con su
negativa intolerante a aceptar un pacto de gobernabilidad democrática basado en
una distribución más equitativa de la riqueza.
Este es el punto de anudamiento que produce un efecto
unitivo contra lo que representa CFK en un segmento muy importante de la
sociedad argentina.
En consecuencia, cuando la política actúa desde el mecanismo
del “nosotros o ellos”, se recorre caminos muy peligrosos, como los centímetros
de gatillar un revolver en la cabeza de Cristina. El discurso del "ellos o
nosotros" o “la bala no salió, el fallo si saldrá” o “mandar balas a los
trabajadores”, “es cárcel o balas, pero primero balas” o “es un auto atentado”,
es criminal, porque nos acercan a un Estado de naturaleza como lo que sustenta
Thomas Hobbes (el hombre es el lobo del hombre), alejados de toda racionalidad
social.
La inaguantable Patricia Bullrich y los insoportables
Espert, Macri y otros tantos dirigentes, saben muy bien que, apelando a
mensajes violentos, actúan en el campo de la percepción, esta condiciona las
emociones y las emociones predisponen a reaccionar de cierta manera ante ese
estímulo externo. De seguir así, será muy difícil evitar enfrentamientos porque
estarán marcados por esa antropológica tendencia.
El laberinto es una figura que nos pone delante de caminos
que se bifurcan, se entrecruzan, sin ofrecer pistas para la salida, que
confunden a cualquiera. Los argentinos sabemos que estamos en un laberinto.
También sabemos que estamos golpeados por la lógica de producción y
reproducción del capital. La desazón de gran parte de los argentinos no nace de
la certeza, sino de la incertidumbre.
Un interrogante. Que salida encontraremos a nuestro
laberinto, cuando los datos sobre las variables macroeconómicas que son
positivas, como las del crecimiento económico, industrial y baja de la
desocupación (2 de 3 empleos son precarios), y la desigualdad se empeora día a
día por la elevada inflación, por la insuficiencia de los ingresos de los
hogares y el creciente endeudamiento de las familias.
Cómo se sale de este laberinto cuando un sector que, por
solo tener soja en silos en bolsas para presionar, obtienen beneficios que al
cabo de 10 años todos los argentinos pagaremos. Cuando las grandes empresas con
rentabilidades extraordinarias y remarcaciones irracionales sean beneficiarios
de incentivos promocionales por cifras que multiplican varias veces el costo de
los programas sociales y pidan ajuste del gasto social y devaluación.
En un año transitaremos el pasillo que da a la salida al
laberinto. Lo importante es tener muy claro la decisión de acertar el pasillo
que no esté esperando el Minotauro (el macrismo y sus aliados radicales), que
es la pérdida de derechos sociales, remates de bienes del estado, saqueo del país,
olvido de millones de argentinos, ya lo adelantaron.
Pedir al régimen Cambiemos que nos saque del laberinto en el
que nos introdujo, con el “son ellos o nosotros”, es fantasía, entelequia.
Ahora, si la inflación sigue navegando sin anclas, será muy difícil que no
penetre el discurso de la derecha en los sectores vulnerables.
Enfocar el pasillo que da a la salida a nuestro laberinto es
restaurar el equilibrio entre el Estado, la gente y las demandas voraces de los
mercados; mermar la capacidad de las grandes corporaciones y, fundamentalmente,
frenar la inflación y mejorar los ingresos de las familias. Si no hay mejora en
la distribución del ingreso, no hay política económica que mejore la vida de la
mayoría de los argentinos. La salida está en mano del gobierno.
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