Urribarri, el peronista que más moviliza


Mientras JxC lleva medio año de campaña, con nombres lanzados para la gobernación, el peronismo aún no ha definido prácticamente nada para 2023. En ese contexto, sobresale la movilización que genera Urribarri, subido a la ola de la defensa de Cristina.

Si un extranjero llegase hoy a Entre Ríos sin ninguna información previa y pretendiera llevarse una rápida primera impresión de las referencias políticas que emergen con vista a las elecciones provinciales del año que viene, podría suponer que la sucesión del gobernador Gustavo Bordet se resolverá entre tres nombres: Rogelio Frigerio (PRO), Pedro Galimberti (UCR) y Sergio Urribarri (PJ).

Es que mientras los aspirantes a la gobernación de JxC llevan seis meses de actividades proselitistas, el peronismo no ha resuelto prácticamente nada de cara al año electoral. Como diría el ex boxeador José Cáceres, Frigerio está solo en el ring.

El observador extranjero repararía en que un tal Sergio Urribarri es el único peronista con una conducta lo más parecido al modo campaña. Lo vería desplegar una intensa actividad en apoyo a la vicepresidenta Cristina Fernández, a quien intentaron asesinar el primer día de septiembre.

Entonces, el observador extranjero se preguntaría quién es este Urribarri. Sabría que fue dos veces gobernador y, por lo tanto, está impedido por la Constitución provincial de volver a serlo. Y se sorprendería al enterarse de que hace apenas cinco meses fue condenado a ocho años de prisión e inhabilitación perpetua y absoluta para ejercer cargos públicos. “La Justicia entrerriana lo encontró culpable de los delitos de negociación incompatible con la administración pública y peculado” y eso lo obligó a “renunciar a las embajadas de Israel y Chipre, que ocupaba hasta ese momento por decisión del presidente Alberto Fernández”, leería el amigo extranjero.

A su regreso, Urribarri buscó sumar volumen político para afrontar sus problemas con la justicia, que no se limitan a esta causa. Buscó seguir, en este sentido, los pasos de Cristina.

Comenzó, con perseverancia militante, a visitar a los amigos.  Y se ocupó de difundirlo. Empezaron a aparecer frecuentes partes de prensa informando sobre reuniones en las que se lo veía departiendo, sonriente, junto a los más cercanos, política y personalmente. En su mayoría, dirigentes y militantes que habían ocupado algún cargo en sus gobiernos.

Desde su regreso obligado de Israel, Urribarri buscó equiparar su situación a la de Cristina, presentándose como víctima de lawfare. El Pato era, casi casi, nuestro Lula da Silva.

Pero lo cierto es que aquí, en la provincia, no hubo ninguna marcha en defensa de su inocencia cuando la justicia lo condenó. En términos políticos, Urribarri siempre estuvo muy lejos de ocupar en Entre Ríos el rol equivalente al de Cristina en la nación. El dos veces gobernador fue el dirigente K que ocupó el cargo más importante y el que mandó desde el ejercicio de ese poder. Pero no alcanzó a ser el jefe del kirchnerismo en Entre Ríos, compuesto por múltiples vertientes. En los días en los que estaba siendo enjuiciado no se escuchó a ningún grupo de militantes kirchneristas corear “si lo tocan al Pato que quilombo se va armar”.

Tras su condena, Urribarri pasó a ser poco menos que mala palabra entre la mayoría de la dirigencia del peronismo de Entre Ríos, que venía de caer en las elecciones de medio término y vislumbraba, con preocupación, cómo la ventilación judicial de las fechorías del ex gobernador dificultaría aún más la tarea de recuperar esos votos perdidos por el fracaso en la economía.

Pero Urribarri encontró el camino. El clima que generó la salida a la calle del kirchnerismo en contra de las acusaciones contra Cristina del fiscal Diego Luciani, en el juicio de la causa Vialidad, fue el tren marca Lawfare al que Urribarri se trepó para volver a recorrer la provincia. Y el intento de homicidio a la Vicepresidenta de la Nación le agregó numerosos e impensados vagones a esa formación ferroviaria de corte estrictamente política, con la que el ex gobernador busca afrontar sus contratiempos con el código penal.

Las presencias de importantes referentes del peronismo en funciones acompañando la presentación del libro “Néstor, el hombre que cambió todo” de Jorge “Topo” Devoto y en el que escribe el mismo Urribarri, dan cuenta de este fenómeno.

Urribarri trabaja para tener un rol decisivo en el mundo K

Tras el atentado, el cristinismo pasó a dominar de manera muy clara en el peronismo. Y, de algún modo, devolvió a Urribarri a su lugar histórico, el del kirchnerista más importante de Entre Ríos, con todo lo bueno y lo malo que eso significó: suma popularidad; abundancia de recursos que bajaban de Nación y que permitían un importante despliegue de la obra pública; inédito poder concentrado en la Legislatura entrerriana (Senado monocolor) y, claro, corrupción.

Sin la participación de Fernando Sabag Montiel, difícilmente el raid literario de Urribarri por Entre Ríos hubiera reunido tanto público lector. El vendedor de algodón de azúcar creó el clima para que la dirigencia peronista de distintos pelajes se viera de pronto obligada a reivindicar la década “ganada” del kirchnerismo. Y los caprichos de la historia quisieron que ello ocurriese justo cuando el gobierno del Frente de Todos ejecuta un ajuste que lo emparenta a otra década más bien olvidada del peronismo,  la que tuvo como jefe a Carlos Menem y como seguidores de ese modelo neoliberal a varios de los principales referentes del peronismo provincial. Y también de la actual oposición.

Cristina ha logrado cohesionar a casi todo el peronismo. Y a las puertas de un año electoral eso implica que el kirchnerismo tendrá mayor injerencia en el armado de las listas. Urribarri está inhabilitado para ocupar cargos públicos, pero esa pena se hará efectiva recién cuando la condena quede firme. Y eso está lejos de ocurrir. Aunque ha dicho que no, podría ser candidato el año que viene y obtener, en un lugar seguro de la lista (el que entra aún en el caso de una derrota electoral), los fueros que lo protegerían del “lawfare”.

Puede que nuestro amigo extranjero no esté, después de todo, tan equivocado.

Fuente: Página Política

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