La victoria de Lula Da Silva activó el operativo “Cristina 2023″ y sacudió fuerte la interna de la oposición
El líder del PT definió su ajustada victoria, que dejó un Brasil dividido, como su “resurrección”. El kirchnerismo se ilusiona con replicar esa experiencia. El diálogo CFK-Lula y el viaje de Alberto Fernández. El chat de la discordia en Juntos por el Cambio
El presidente electo de Brasil hizo un gesto a la Argentina
al colocarse la gorra con las iniciales de Cristina Fernández de Kirchner y el
año de las próximas elecciones en la Argentina
La victoria de Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil tuvo un
inmediato impacto en la política argentina: ilusionó al kirchnerismo con una
“resurrección” al estilo del líder del PT y generó una discordia inesperada en
el seno de la coalición de Juntos por el Cambio, que no pudo definir un
comunicado de unidad entre las cuatro fuerzas principales ante al resultado del
balotaje.
Las consecuencias para Argentina de la segunda vuelta se
dividen entre lo político-partidario y lo relacionado a la relación
diplomática, comercial e institucional. Según analistas consultados por Infobae,
el regreso del ex sindicalista metalúrgico al Palacio del Planalto tendrá un
efecto positivo para el vínculo bilateral -que estuvo reducido al mínimo por
diferencias ideológicas-, para encarar de manera conjunta desafíos regionales
e, incluso, aspirar a algún auxilio financiero en caso de inestabilidad para
encarar el 2023, un año electoral.
Sin embargo, lo político-partidario termina salpicando
cualquier interpretación sobre las consecuencias para Argentina del regreso del
PT al poder y la derrota presidencial de una derecha vigorizada por el
liderazgo del presidente Jair Bolsonaro, que hasta el último minuto del domingo
30 de octubre se mantuvo en silencio y sin reconocer el resultado. Así, las tensiones
internas quedaron expuestas tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el
Cambio.
El paso de comedia de Lula poniéndose una gorrita con la
inscripción “CFK 2023″ -similar a la que usó la vicepresidente el 26 de agosto
último- fue la exteriorización de una ilusión que cruzó al kirchnerismo apenas
se conoció la victoria por menos de dos puntos de Lula ante Bolsonaro. Es un
triunfo que dejó al gigante de Sudamérica partido en dos, en un virtual empate
político, que exigirá de negociación, acuerdos y diálogo para iniciar su
gobierno.
De hecho, durante su discurso, el propio Lula se ocupó de
poner el foco en su intención de reunificar el país, envió mensajes hacia los
sectores de derecha -incluso los gobernadores derechistas que controlarán
estados claves y populosos, como San Pablo, Mina Gerais y Río de Janeiro- y
hasta elogió a la prensa independiente por cómo abordó una elección hiper polarizada
y con peligros de desbordes de violencia callejera.
Lo cierto es que, así como el kirchnerismo se ilusionó con
repetir esa victoria sobre la derecha en Argentina, en el seno de la oposición
hubo tensión y diferencias sobre cómo reaccionar ante la derrota de Bolsonaro.
La UCR y la Coalición Cívica habían consensuado junto al PRO difundir un
comunicado conjunto oficial de Juntos por el Cambio para felicitar al pueblo
brasileño y destacar la victoria de Lula, pero Miguel Ángel Pichetto decidió no
sumarse y subió la tensión en la ya de por sí complicada interna opositora.
El rechazo del auditor y líder de Encuentro Republicano
Federal derivó en que tampoco la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, avalara
el comunicado único, según pudo saber Infobae de fuentes seguras. Mientras esas
discusiones ocurrían en los chats internos, la oposición quedó otra vez
expuesta en sus diferencias. Mientras el radicalismo -de Gerardo Morales a
Martín Lousteau-; la Coalición Cívica de Elisa Carrió, que preside Maximiliano
Ferraro; y dirigentes de peso del PRO -como el jefe de Gobierno, Horacio
Rodríguez Larreta- expresaban el reconocimiento por la victoria, la idea
difundir el domingo el comunicado conjunto terminó archivada.
Sólo hubo un tuit desde la cuenta personal de Mauricio Macri
-Bullrich y el PRO hasta última hora se habían mantenido en silencio- en el que
manifestó: “Quiero felicitar al pueblo brasileño por esta jornada democrática y
a @LulaOficial por ser electo Presidente de Brasil. Espero que sigamos
trabajando para afianzar el vínculo entre nuestros países”.
En el fondo también asoma una divergencia de estrategia.
Bolsonaro, al igual que le ocurrió a Donald Trump cuando perdió su reelección,
apostaron a polarizar sus sociedades y armaron fórmulas y campañas con
posiciones extremas, sin grises. En el larretismo -que salió primero a
felicitar a Lula Da Silva- en cambio sostuvieron que “los extremos no son
buenos para el país y tampoco para ganar elecciones”. Lo interpretaban como una
victoria propia.
De gorritas y tensiones internas
La misionera Cristina Britez, una diputada nacional que fue
junto a la numerosa delegación argentina que acompañó a Lula, fue la encargada
de entregarle a Lula esa gorrita, que ya se había hecho famosa cuando la propia
Cristina Kirchner se puso una similar y posó para los militantes, el 26 de
agosto. Ocurrió frente su casa de Juncal y Uruguay. Todavía Fernando Sabag Montiel
y Brenda Uliarte y el resto de la banda vendían copitos de azúcar. No habían
cargado el arma ni gatillado en su cabeza.
Lula y Cristina con la misma gorrita con la inscripción
"CFK 2023"
El operativo “Cristina 2023” condensó de manera explícita la
ilusión que sectores cercanos a la vicepresidenta expresaban sotto voce. El
reflejo emocional y político era para los militantes K -algunos de La Cámpora,
pero no sólo ellos- comparar el derrotero de Lula Da Silva con el de Cristina
Kirchner. Con la distorsión que provoca la pasión, la fe y a veces el amor,
interpretan que ambos líderes son víctimas y sobrevivientes del denominado
lawfare -moderna denominación del derecho penal del enemigo- y que fueron
perseguidos, creen, por enfrentar al “poder” en beneficio de grandes mayorías.
“Considero que tuve un proceso de resurrección en la
política brasileña. Intentaron enterrarme vivo y ahora estoy aquí para gobernar
el país”, dijo durante su discurso inicial de su nueva etapa. Porque ni Lula es
el mismo que hace 12 años, ni Brasil es parecido al que él dejó el 31 de
diciembre de 2010.
Ellos observan que el electorado brasileño, sobre todo los
más desvalidos, los pobres y afrodescendientes, votaron a Lula entre otros
cosas por la memoria emotiva de ocho años de crecimiento, en los que salieron
de la pobreza y pudieron desayunar, almorzar, cenar y tener un trabajo. Esa
misión -eliminar el hambre- se impuso Lula en su discurso inaugural. La
discusión que surge en Argentina es si los sectores sumergidos de la Argentina podrán,
en 2023, considerar que el actual no fue el gobierno que alumbró, por un tuit,
Cristina Kirchner, convirtiendo a Alberto Fernández en presidente.
Ajena a los movimientos del primer mandatario, la
vicepresidenta se comunicó con Lula Da Silva, según pudo saber Infobae. De
hecho, en el video en el que se lo ve a Lula ponerse la ya famosa gorrita, a su
lado está el ministro del Interior y referente clave de La Cámpora, Eduardo
“Wado” De Pedro, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla,
Britez, entre tantos otros.
El embajador argentino Daniel Scioli, rápido, fue al bunker
donde Lula recibió la noticia de su triunfo. Le acercó a la oreja el teléfono
para que Alberto Fernández pudiera, en directo, felicitarlo. Según contó, habló
segundos después de Joe Biden. En esa conversación le informó que tenía
previsto viajar para abrazarlo y tener su propia foto. A Alberto Fernández lo
acompañará una comitiva pequeña, mínima, donde sólo se destacan el canciller
Santiago Cafiero y Julio Vitobello.
Análisis y futuro
El consultor y analista político Daniel Ivoskus inscribió la
victoria de Lula en una nueva derrota de los oficialismos en la región, más que
un avance de la izquierda en América Latina. Las expresiones del progresismo no
sólo volvieron a Brasil y antes a la Argentina, sino que conquistaron dos
“colinas” simbólicas que durante las primeras dos décadas del milenio eran
conducidas por expresiones de centro o de centroderecha: Chile, con Gabriel
Boric, y Colombia, con Gustavo Petro.
“La izquierda ganó 6 de las últimas 11 elecciones
presidenciales en Sudamérica. La oposición, 10 de 11. Más que la ideología,
manda el hartazgo”, publicó en Twitter por su parte el reconocido politólogo
Andrés Malamud, en una mirada anti intuitiva que coincide con la de Ivoskus.
Esa interpretación, de que la ola es más de derrotas de los
oficialismos que de avance de la izquierda tiene, por ejemplo, una prueba del
ácido: el propio Boric -que llegó a la primera magistratura ganándole a la
derecha desde la lucha estudiantil y de la izquierda dura- cuando se sometió
siendo ya gobierno al test electoral por la reforma constitucional, perdió con
contundencia.
Para Ivoskus, el resultado de Brasil es la confirmación de
que se consolidan las sociedades fracturas, partidas, bajo un modelo que en
Argentina se lo describió con el concepto de “la grieta”. En el caso del
impacto en Argentina del resultado, consideró que se trata de “una buena
noticia, principalmente para la economía”, que podría ser capitalizado por
Sergio Massa para definir acuerdos vinculados a la cuestión financiera y que
Brasil pueda actuar como un aliado para enfrentar turbulencias financieras.
Más allá de que se mencione la posibilidad de avanzar con un
swap o una estrategia para liberar divisas del intercambio comercial, Lula
enfrentará una gestión con más limitaciones políticas, debido entre otras cosas
a que cuenta con un Congreso con amplias facultades para bloquear la acción de
gobierno y que cuenta con mayorías alineadas al discurso de Bolsonaro.
Igual, aclaró que el resultado de Brasil tiene “un capítulo
más en la narrativa vinculada a los militantes más que una traducción
electoral. Pasa una semana, un mes y el efecto es totalmente nulo”, explicó y
advirtió que una exacerbación de los festejos puede provocar malestar.
Otra mirada que ofreció una destacada consultora que brinda
asesoramiento a dirigentes de ambos lados de la grieta, tiene que ver con una
realidad desconocida: la imposibilidad de definir segmentos sociales para
analizar la opinión pública y, sobre todo, predecir con algún nivel de eficacia
escenarios electorales. “No se puede agrupar por clase social, pertenencia,
nivel socioeconómico, ingresos. En Brasil tenés favelas donde un vecino vota a
Bolsonaro y el que vive al lado, a Lula”, explica.
“Esto da un escenario impredecible”, admite, pero diferencia
lo que ocurrió en las elecciones brasileñas con el futuro de Argentina. “En
Brasil Lula y Bolsonaro reunían más del 90% del electorado. En Argentina eso no
pasa: primero porque el Frente de Todos y Juntos por el Cambio tienen tensiones
que pueden fragmentarlos, pero sobre todo, porque ellos no tenían un Javier
Milei, que rompe esa polarización”.
La oposición
Ese escenario de fractura en la política argentina quedó en
evidencia con la victoria de Lula por sobre Bolsonaro. Primero por la
competencia -con o sin intención- por capitalizar de manera más genuina el
triunfo del PT entre el cristinismo y el albertismo, y por las tensiones que
entre los socios de JxC y el apoyo abierto que Milei mantuvo a Bolsonaro, pese
a la derrota.
En ese sentido, el líder libertario sin mencionar al
presidente electo publicó en Twitter: “Mi felicitación y respeto para @jairbolsonaro
que hizo lo que debía hacer sin temor a los costos políticos; hizo grandes
reformas y deja un mejor país que el que recibió”.
En cambio, en Juntos por el Cambio, la tensión se produjo
porque ni Patricia Bullrich ni Pichetto, que son presidentes respectivamente
del PRO y de Encuentro Republicano Federal, firmaron el comunicado que estuvo
por publicar Juntos por el Cambio. No es la primera vez que la oposición tiene
una diferencia de criterios profunda: semanas atrás, la discusión se dio sobre
la condena a las violaciones a los derechos humanos de China. La grieta en su
plenitud.
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