“Pague y después reclame Cresto”, por la Dra. Maria de los Angeles Petit


Nota de opinión, compartida en 7Paginas.

La aplicación del principio solve et repete, pague y reclame parece ser la premisa de algunos medios de comunicación en el tratamiento de “noticias”, que publicadas, comentadas y juzgadas sin chequeo previo producen daños directos y colaterales difíciles de superar cuando las aclaraciones y la verdad de los hechos surge.

Este principio se aplica en muchas leyes argentinas, de todo tipo, dicen, para asegurar que no se reclame en vano y para asegurar que quien dice tener la razón, sin analizar, pueda cobrar primero.

PARA RECLAMAR HAY QUE PAGAR, lo que significa, en palabras simples, que si no tenés recursos, no se puede acceder a la justicia ni el derecho a la igualdad que tanto pregonamos y destacamos de nuestros principios constitucionales. Injusto, inexplicable pero vigente. Y algunos hablaran de que se puede solicitar el beneficio de litigar sin gastos, cuando en nuestro país, hoy, el hecho de poseer un auto o una vivienda, que nos impiden acceder a ese beneficio, no significa que podemos pagar sumas extraordinarias en concepto de tasas de justicia para poder intentar demostrar nuestra verdad.

Haciendo un paralelismo con lo sucedido en estos días, estas frenéticas 48 horas, con la publicación de un video de pocos segundos extraídos de una secuencia de varios, con los que se acusó al Intendente de Concordia Enrique Cresto de abusador, violador, manoseador, etc, etc, etc, el principio del solve et repete se aplica también en gran parte de los medios periodísticos y en muchos de la sociedad.

PAGUE CRESTO, PARA DESPUES RECLAMAR, pareció ser la consigna.

 Una imagen replicada indefinidamente, por redes sociales incontrolables, por perfiles inexistentes, incomprobables en la maraña informática, pero también, por quienes ingresan en la espiral de violencia y linchamiento digital que es una muestra lamentable de la forma de pensar y de obrar de muchos.

Un político, víctima de una campaña armada para dañar, y una joven, victima inexplicable. Y sus familias, esposa, hijos, hermanos y padres.

Y un agresor, el primero que prendió la mecha y cientos de agresores, cómplices.

En un país y una provincia que se jacta de haber aprobado y aplicar la Ley Micaela y del que muchos exhiben como una forma de aprender y entender lo que significa la violencia de género, los medios hicieron todo, pero todo lo que no tenían que hacer.

No preguntaron, no indagaron, no buscaron. Solo repitieron lo que le dijeron que tenían que repetir. Fueron manipulados y lo aceptaron.

 Expusieron a una mujer, la cosificaron, la acosaron, la juzgaron.

Y no conformes con eso, pretendieron que las víctimas, SI, las víctimas, salieran a explicar en el momento en que ellos querían y como ellos querían. Como si el hecho de ser PRENSA le diera el beneficio y nos obligara a todos a acelerar procesos humanos en el medio de un escándalo que ellos mismos provocaron y fogonearon.

 No todos, no hay que generalizar, pero es importante de analizar como todo aquello de lo que se habla y se declama en el tema de la violencia, se olvida por unos minutos de fusilamiento mediático en los que algunos periodistas, como el de TN en la noche del lunes, parecen sentir un placer extremo.

Lo sucedido nos tiene que servir. No soy utópica, pero si alguno de nosotros puede un segundo pensar en la adrenalina y el goce que se sintió al publicar, acusar, juzgar, injuriar en una red social, en un medio y las consecuencias que ese instante provocó, al menos podremos decir que no todo es pague y después reclame.  Que el principio aquel del derecho romano absurdo, antiguo, injusto del Siglo IV, es resabio y herencia de dictadores de un Estado y una sociedad en el que la plata vale más que los derechos.

Y que las personas, no deben Pagar para reclamar y demostrar su verdad.

 Si de democracia se trata.

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