Imperdible relato de la primera jugadora Trans de AFA, que paso por Gualeguaychú


La primera futbolista transgénero que participa en el Torneo de Primera División de la AFA pasó por Gualeguaychú para disputar la Copa "Juguemos por la Equidad de Género". Antes, habló de su lucha, que ahora es la lucha de millones. Miedos, discriminación, intentos de suicidios y el fútbol como salvavidas. "El día de mañana vamos a poder hablar de un deporte desbinarizado", aseguró.

Siempre pensé, y sigo pensando, que el fútbol es uno de los reductos más machista en nuestra sociedad. Quienes lo practicamos, desde chiquitos fuimos aprendiendo y naturalizando eso de que “esto es un deporte de hombres”, que gana el que pone más huevos y que “andá a jugar a las muñecas” si no te la aguantás.

Durante mucho tiempo, el fútbol representó los valores de la masculinidad que, afortunadamente, hoy empiezan a ponerse en cuestión y a evidenciar ciertas construcciones de sentido que, no sin contradicciones, evidencian una mirada discriminadora, excluyente y absolutamente machista.

Porque ellos, los de enfrente, “son todos putos”. No como nosotros que somos varones hechos y derechos. Que “les rompimos el culo” porque son cagones y se les cae la bombacha (de mujer) en el segundo tiempo.

El análisis de los discursos que circulan en el mundo del fútbol puede ser realmente apasionante si la mirada es crítica. Si la idea es deconstruir el sentido común edificado en torno al deporte, a los vestuarios y a las tribunas. El “macho con aguante” se erige como tal al “romper un culito” (“despacito… despacito”, como dice la canción). Pero, a pesar de ser parte de un acto sexual por demás explícito, los putos (siempre) son ellos.

La metáfora es tan clara como peligrosa. Porque el lenguaje no se agota en sí mismo. El lenguaje construye prácticas y valores, y los sostiene. Entonces, en un vestuario de varones es legítimo hablar de tener sexo con varones gays o con travestis. De hecho, se suele celebrar o tomar con humor ese tipo de prácticas, sin poner en cuestión la masculinidad de quien las lleva a cabo.

Pero no tiene la misma cabida y aceptación, sino todo lo contrario, aquel varón que asume ser gay, por ejemplo. Entonces, es condenado al silencio represivo o directamente a la expulsión. Pero ¿cuál es la diferencia entre uno y otro? ¿por qué es condenada y, a la vez, celebrada una misma práctica o elección sexual? ¿Por qué las relaciones homosexuales tienen, más que en ningún otro ámbito, esta doble valoración en el entorno del fútbol?

Pretender dar respuesta a estos interrogantes sería, por lo menos, atrevido de mi parte. Pero estoy seguro de que, al menos, sirven para empezar a preguntarnos en qué valores criamos a nuestros hijos, a nuestras hijas. Sirven para animarnos (sobre todo, los varones futboleros) a poner en crisis los valores en que fuimos educados. Y no digo que sea fácil, pero es necesario. Es necesario aportar y apostar a niñeces más libres, más sanas. Sin los prejuicios y las condenas del siglo pasado. El camino ya empezó a desandarse, eso es lo positivo. Pero esto recién empieza, y las resistencias son grandes.

“La discriminación sigue existiendo”

Con 23 años se convirtió en la primera jugadora transgénero en ser parte de la Primera División en fútbol femenino de Argentina. Este viernes llegó a Gualeguaychú para disputar con su club, Villa San Carlos, la Copa “Juguemos por la Equidad de Género”.

En la previa del primero de los partidos, en el que convirtió el gol que le dio a su equipo el pase a la final del cuadrangular, Mara Gómez charló con ElDía. Fue en el Hotel Embajador, donde se alojaron las delegaciones que llegaron a la ciudad para el torneo, y en poco más de 20 minutos la delantera de Las Villeras dejó varias e interesantes reflexiones.

“A los 15 años una vecina del barrio me invitó a jugar, el fútbol vino a mí, no lo busqué. En esa etapa de la adolescencia estaba pasando por un proceso de transición con mi autopercepción, con mí sexualidad. Un montón de cuestiones que tenían que ver con lo que vivía día a día: mucha discriminación, inseguridades, el no saber qué hacer con mi vida el día de mañana; el no saber si iba a poder tener un futuro, un trabajo digno, una familia. Empecé a ver que estaba viviendo en un mundo no deseado, en el que no era yo, y el fútbol me ayudó a transitar ese proceso”, contó.

La discriminación y la falta de aceptación decantaron en angustia, tristeza y varios intentos de suicidio. Pero el deporte la salvó, le dio la oportunidad que parecía que nunca iba a tener. “Más allá de no saber practicarlo, me di cuenta que el fútbol provocaba algo emocional en mí. Por un instante, me olvidaba de lo que vivía todos los días. En ese momento, era la anestesia al dolor. Entonces, empecé a dedicarle mucho más tiempo, a entrenar más, a perfeccionarme. Algunos y algunas van a terapia para sentirse mejor, yo iba a jugar al fútbol”.

“Vivimos en una sociedad que se tiene que deconstruir. ¿De qué manera? Dejando de pensar que la genitalidad de las personas define lo qué se puede hacer. La genitalidad no determina qué podés hacer y qué no"

Aunque pasó por muchas ligas amateurs y, en ese camino, fue ganando experiencia, Mara seguía siendo discriminada y le impedían jugar algunas competencias. Generalmente, con el argumento de la supuesta ventaja física. Y aunque finalmente pudo ser fichada en la Liga Femenina profesional, las condiciones en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no fueron tan distintas.

“Cuando llegué a AFA primero tuve que pasar por tres reuniones -relató-. Se tomaron como modelo las recomendaciones que hace el Comité Olímpico Internacional (COI) con respecto a deportistas trans. Entonces, debí cumplir con parámetros hormonales, de 1 a 10 nanogramos por mililitro de sangre. Como si eso me igualara con el resto de las mujeres, como si una jugara al fútbol con las hormonas. Una juega con habilidad, con entrenamiento y años de aprendizaje. No importa qué tan veloz y qué tan fuerte seas, si no sabés jugar al fútbol no sos futbolista. Esa es la realidad, pero creo que son cosas que hay que ir comprendiéndolas de a poco. Lo bueno es que se está cambiando”.

A días de cumplir 24 años, la delantera de Villa San Carlos sabe, y mucho, que la realidad está para ser modificada. Y ese es el camino que se propuso transitar: cambiar las normas de competencias, de las instituciones y de los deportes. “Esa es la forma de desbinarizar al deporte. Creo que el día de mañana vamos a poder hablar de un deporte desbinarizado a nivel profesional. Donde lo que va a primar es el nivel de competencia. Hoy, no podés pedir que la mujer tenga el mismo nivel de competencia que el hombre, cuando éste empieza a jugar a la pelota desde el primer año de vida y la mujer empieza a hacerlo después de la adolescencia, sin clubes ni categorías donde entrenarse”, argumentó Mara.

"No importa qué tan veloz y qué tan fuerte seas, si no sabés jugar al fútbol no sos futbolista. Esa es la realidad, pero creo que son cosas que hay que ir comprendiéndolas de a poco. Lo bueno es que se está cambiando”

“Vivimos en una sociedad que se tiene que deconstruir. ¿De qué manera? Dejando de pensar que la genitalidad de las personas define lo qué se puede hacer. La genitalidad no determina qué podés hacer y qué no. Hay que dejar de creer que tenemos que cumplir con ciertos estereotipos para poder ser y pertenecer. El placer, la autopercepción es parte de la intimidad”, expresó. Y continuó: “Existen diversidades de géneros y de vivir la sexualidad. Tenemos que salir del binarismo de el rosa para la nena y el azul del varón. Hoy, estamos en una etapa en la que podemos debatir estas cosas, que años atrás no se podían poner sobre la mesa”, reflexionó. “Las personas del colectivo LGBT existimos toda la vida, pero fuimos invisibilizadas”, puntualizó, además.

Respecto a la actualidad y a los desafíos del presente, Mara reflexionó: “el fútbol siempre fue cosa de hombres, la que jugaba era una machona. Inclusive hoy sigue habiendo gente muy retrógrada, muy cerrada. Y la discriminación sigue existiendo, no sólo por mí, que soy trans, también porque sos torta, blanca, negra, petisa, lo que sea. La discriminación siempre excluye, y las opciones terminan siendo dos: suicidarte para no vivir una vida de mierda o vivir de lo que se pueda, y es ahí cuando terminan un montón de chicas trans trabajando en la calle para poder sobrevivir”.

Pero existe otro camino. “Tenemos que fomentar el abrazo, el darnos amor, porque somos todas personas y merecemos vivir dignamente por el derecho que tiene todo el mundo, el derecho a vivir. Estamos creciendo, debemos seguir cambiando. Hoy, yo estoy feliz de lo que pude lograr. Quienes tienen un sueño tienen que saber que por más que el camino sea difícil no hay imposibles, todo se puede lograr”, cerró.

Por Luciano Peralta

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