14 de Mayo de 1995: Cuando todos fuimos Salto Grande


Este 14 de mayo se cumplen 26 años del plebiscito de 1995, el primero luego de la reforma constitucional de 1994, en el que la ciudadanía de la región se expresó en las urnas, a la par de las elecciones generales y luego de una demostración de unidad y movilización social inusitada, en contra de la privatización de la represa hidroeléctrica de Salto Grande. El 90 por ciento expresó su NO rotundo.

El gobierno presidido por Carlos Saúl Menem, que obtuvo su reelección con el 50 por ciento de los votos en esa misma fecha,había adoptado la impronta neoliberal que guiaba al continente, confesada con un inmortalizado fallido de su ministro de Obras y Servicios Públicos, Roberto Dromi: "Nada de lo que deba ser estatal quedará en manos del Estado”. Así fue como la ola privatizadora empezó a deshacerse de todo patrimonio público, hasta que chocó contra una “represa” de multitudes de distintos colores, credos y nacionalidades, que se unieron por un objetivo común: Evitar la venta de Salto Grande. Militancia, reuniones, asambleas,marchas, actos, una gestión sindical organizada y un pueblo empoderado lograron una consulta popular no vinculante, cambiándole el rumbo aun destino de venta que parecía inevitable.

Esta es la historia contada por algunos de sus protagonistas.

A comienzos de los 90, el país se encontraba sumido en una grave crisis económica marcada por la hiperinflación. El nuevo mandatario electo, el riojano Carlos Saúl Menem, asumió el cargo cinco meses antes de lo previsto ante la dimisión de Raúl Alfonsín, cuando la economía estaba en crisis desde hacía tiempo y las calles se habían vuelto turbulentas, con personas saqueando supermercados.

La esperanza parecía renacer con ese riojano que usaba el pelo largo y patillas que pretendían emular al histórico caudillo Facundo Quiroga, pero Menem dejó sus promesas de “revolución productiva y salariazo” para aplicar políticas ultraliberales -surgidas del Consenso de Washington- y apagar con fuego un país en llamas. Entre los ingredientes de la receta económica neoliberal se contaban la convertibilidad (la paridadde uno a uno entre el peso y el dólar), desregulación de los mercados, reducción de pensiones, aumento de impuestos y servicios, toma de deuda externa y el inicio de un profundo proceso de vaciamiento y venta de empresas del Estado.

El 17 de agosto de 1989 se sancionó la ley 23.696, conocida como Ley de Reforma del Estado, que permitió la privatización de un gran número de compañías estatales y proveedoras de servicios públicos y la fusión o disolución de diversos entes, como YPF, ferrocarriles, Aerolíneas Argentinas y empresas de agua, luz y gas. Se vendieron y entregaron a concesión más de 60 empresas del Estado.

Quien fuera presidente de Concejo Deliberante de Concordia, a mediados de la década del noventa, Luis Jakimchuk, recuerda: “En nuestra ciudad, la imposición de estas políticas, encontró a una sociedad no preparada para debatir acerca del papel de las empresas estatales y sobre las consecuencias regresivas que tendrían las privatizaciones de las mismas. Como ejemplo de lo que digo es el cierre de los ramales ferroviarios. Nuestra sociedad permaneció ausente del proceso de discusión sobre el levantamiento de los talleres, condicionada por la crisis económica y un clima político que imponía, como única alternativa frente al ‘abismo’, la retirada del Estado de la economía y su reemplazo por la iniciativa privada. Esto fue ayudado por el gran deterioro de la calidad de prestación de los serviciosy lo que respaldó al gobierno para llevar adelante las privatizaciones…”

El ingeniero Carlos Bastos, secretario de Energía del gobierno de Menem, estaba decidido a avanzar con la privatización de Yaciretá y, en el paquete, Salto grande entraba como un anexo más en las negociaciones.

César Urteaga fue el Secretario General del Sindicato Argentino de Trabajadores de Salto Grande (SIATRASAG), entre 1991 y 1996. El ex gremialista relata: “…Antes de que se empezara a hablar de la venta de Salto Grande, la idea de los que integrábamos el sindicato era que los trabajadores de Salto Grande no podíamos vivir en una isla ajena a todo lo que pasaba en el país. Nosotros tenemos un sindicato que, por suerte, no tiene grandes problemas laborales, pero pensábamos que teníamos que darle una mano al resto de los trabajadores. Así que nos empezamos a sentar con los maestros, con ATE, con CTA. Entramos a movernos en toda la comunidad de Concordia. Lo que queríamos decir era que el trabajador de Salto Grande no era un marciano, que no éramos tipos que ganamos bien y no nos importaba más nada, que éramos gente que también vive en Concordia, que convivíamos con la gente de la ciudad, que teníamos amigos, parientes que eran docentes, ferroviarios, trabajadores del Estado que la están pasando mal. La visión fue: Vamos a salir a bancar afuera, vamos a ser un sindicato más solidario con el resto de los trabajadores.  Así que nos empezamos a relacionar, a tener más presencia en la prensa, a tener opinión y empezamos a participar y acompañar las medidas de fuerza de trabajadores de otros sectores...”

Gustavo Baccón, era el encargado de las relaciones gremiales de SIATRASAG, consultado por DIARIOJUNIO, colaboró a poner en contexto lo que sucedía por aquellos tiempos: “…Era un sindicato si se quiere tibio, muy tibio. Aparecieron los retiros voluntarios, la conformación de cooperativas y el trabajo precarizado. En el año 91 vienen los primeros achiques en las plantas de personal. El plan, después lo vimos, era que los compradores no tuvieran que despedir, que se encontraran con plantas produciendo al mínimo y con trabajadores dispuestos a negociar cualquier cosa, que fue lo que pasó después. Contábamos con un hombre enormemente capaz e intelectual, Héctor Fava. Con él comenzamos a hacer algunas cosas, entre ellas, una escuela de formación sindical. Los sábados de mañana venía alguien y nos formaba, nos explicaban de historia, de política, de leyes. Esa escuela la dirigía el padre Ismael Dri, párroco en Colonia Adela, una cabeza brillante. Entonces empezamos a ver desde otra perspectiva cómo era la cuestión y a darnos cuenta de cómo nos estaban jodiendo. Había una corriente de pensamiento que decía: ‘Sí, si yo agarro -a plata de hoy-  4 millones de pesos, me voy y me hago empresario’. Y nosotros sosteníamos que los trabajadores difícilmente nos íbamos a reconvertir de esa manera en empresarios y que el país iba a terminar siendo lo que después fue: un país plagado de quiosquitos y remises que no tenía capacidad de generar trabajo por afuera de estas grandes empresas y que el trabajo era un bien social y no había que tratarlo como lo estaba tratando el menemismo, como un bien de cambio, como cualquier otro insumo…”

Además, explica Urteaga:“…Todos los grandes medios estaban alineados con el poder de turno. Mandan a Juan Leguiza como presidente de la Delegación Argentina de CTM. Él venía de privatizar la empresa estatal Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA). Al tipo un día le pido una reunión y me dice que me va a recibir a las 9 de la mañana en el hotel Ayuí. Cuando quise empezar a hacerle algunos planteos, me dice: ‘Antes de que empieces a hablar, te voy a decir una cosa: tengo una pila de gente de acá a Buenos Aires que quiere hacer el laburo de ustedes. ¿Te quedó claro?’ Cuando viene este funcionario empiezan los problemas de los retiros voluntarios también. Un día dijo, no puede ser que sean 900 personas trabajando en Salto Grande, tienen que ser 300 a lo sumo. Entonces empezó a presionar para que todo el mundo agarre el retiro voluntario. Nosotros íbamos a visitar a los compañeros casa por casa, uno por uno, para que no lo acepten…”.

La noticia de que venían por Salto Grande

Rubén Porres, era Secretario General de la Asociación de Trabajadores Uruguayos de Salto Grande (ATU Salto Grande) y relata:“…Un representante del gobierno uruguayo realiza una serie de declaraciones en España. Esa persona que estaba allí representaba a la empresa de energía uruguaya UTE (Usina de transmisiones del Estado) y hace una declaración que, si se vendía la represa de Salto Grande, por parte del gobierno argentino (eso fue una respuesta prácticamente de índole personal), la UTE -el organismo que él representaba en ese momento- adquiriría la parte argentina. Conociendo el proceso privatizador en la Argentina, se enciende en nuestros ánimos una señal de alarma. Ante esa noticia y las repercusiones que produjo en la provincia de Entre Ríos, ATU inicia una serie de reuniones con autoridades políticas y gubernamentales como ser, por ejemplo, Pedro Busti, el ingeniero Hernán Orduna, el diputado Martínez Garbino, el ex fiscal del Estado Barrandeguy, el diputado nacional Alcides López, el Doctor Arnaldo Bocca, dirigente político y economista, el concejal Alberto Rotman, directivos de CTM y otros, con documentos preparados por la propia Mesa Coordinadora (integrada por SIATRASAG Y ATU Salto Grande). Aprovechamos estas entrevistas para presentar nuestra posición e ilustrar a todos ellos con los elementos a nuestro alcance. Nadie podía decir ‘a mí no me avisaron’…”

El Plebiscito del 14 de mayo de 1995

Gustavo Baccón cuenta además, que al sindicato argentino“…lo empezó a agarrar bastante preparado el intento de privatización. Entonces empezamos a caminar y nos dimos cuenta que nosotros no podíamos salvarnos solos de esta. Así que nos fuimos acercando a compañeros del ala progresista de la ciudad y de a poco nos encaminamos a unirnos con la CTA. Costó mucho porque la mayoría de los compañeros de trabajo querían que nos vayamos a CGT.  Ya se había producido la escisión de CTA y CGT, Víctor De Gennaro ya se había ido de la CGT con ATE, con los maestros, con los trabajadores judiciales y un montón de sindicatos chiquitos. Y ahí fuimos detrás de la CTA.  La visión de futuro que tenía Héctor Fava nos permitía avanzar en la dirección opuesta a la que iba la mayoría. Mientras decían que los ferrocarriles perdían un millón de dólares por día, Salto Grande generaba un millón por día de ganancias. Y nos parecía que eso era una contradicción muy fuerte que nosotros podíamos explotar a nuestro favor. En una de las tantas reuniones muy acaloradas con el ingeniero Carlos Bastos, que era el Ministro de Energía de Menem, yo le pregunté a él cómo me explicaba que los ferrocarriles se privatizaban porque perdían un millón de dólares por día –aclarando que no compartía esa visión-  y a Salto Grande la iban a privatizar cuando generaba un millón de dólares diarios para las arcas del gobierno Nacional. Su respuesta fue: ‘porque si genera un millón de pesos por día lo vamos a vender más rápido que a los ferrocarriles’…”

“… Por suerte tuvimos bastante tiempo para organizarnos antes que estallara la noticia de la privatización de Salto Grande. Tuvimos como 500 reuniones. Yo hice 80 mil kilómetros con mi auto ese año. Víctor De Gennaro, José Rigani (titular del Sindicato de Luz y Fuerza de Mar del Plata), los sacerdotes Luis Farinello de Quilmes (convocado por el senador nacional, Alcides López) y Andrés Servín de Gruta de Lourdes, sindicalistas, diputados y senadores nos ayudaron mucho, el flaco Alberto Rotman también. Los funcionarios y gobernantes de la provincia, oficialistas en su mayoría por entonces, acompañaban y defendían la causa hasta donde podían porque sabían que si privatizaban se quedaban sin las regalías. A la noche salíamos a pegar afiches contra la privatización…”, rememora César Urteaga.

“…La región de Salto Grande empezó a movilizarse. Lo hizo con los Concejos Deliberantes de Concordia y Federación. Y el apoyo de todas las fuerzas políticas, sociales, la iglesia. Ernesto Capello, fundador de los postulados de Salto Grande y Hernán Orduna, ex vice gobernador hasta hacía poco, ayudaron mucho a la movilización. Llegaron muchos diputados nacionales como Federico Storani, entre otros…”, enumera Jakimchuk.

El ex concejal Alberto Rotman (UCR), recuerda: “…Jakimchuk era el presidente del Concejo Deliberante y no puso ni un pero, sino que apoyó la iniciativa. En aquellos años no era fácil ser oficialismo y oponerse a las políticas de Nación porque el menemismo venía arrasando. Desde nuestro lugar de opositores era un poco más cómodo levantar la voz y decir lo que quisiéramos. Pero tanto oposición como oficialismo nos pusimos a trabajar codo a codo. Yo propongo la formación de “La Comisión Pro Defensa de Salto Grande” y lo propongo al doctor Ernesto Capello como presidente. Él era el único sobreviviente de la famosa caravana a Montevideo del año 1964, cuando argentinos y uruguayos marcharon juntos y caminaron por la ciudad para manifestarse en la Plaza de La Libertad al grito de ‘Salto Grande’, en reclamo del inicio de las obras.”

Rotman también da detalles del movimiento iniciado: “Empezamos con reuniones pequeñas que, poco a poco, se fueron haciendo más grandes hasta llegar a ser multitudinarias. Hicimos una gran asamblea en la Escuela Normal, abarrotada de gente por todas partes. Me acuerdo que vino el colorado Hernán Burna de Federación, con mucha gente. Hicimos también una gran asamblea en Federación. Hicimos una marcha a Salto Grande y realizamos una movilización a la represa que fue impresionante. Hicimos un acto en la puerta de la municipalidad con la calle llena de gente. Me acuerdo que vino Héctor Maya que era senador a dar un discurso también y no pudo seguir hablando porque dijo: ‘yo estoy en contra de la privatización de Salto Grande, pero estoy con Menem’. Cuando dijo eso lo empezaron a silbar de tal manera que no pudo seguir…”

Rotman continúa:“…luego de las elecciones presidenciales en Uruguay, que gana Julio María Sanguinetti, Alcides López que era senador nacional y yo, vamos a verlo a Sergio Montiel para que nos dé una mano para hablar con el presidente electo uruguayo, ellos eran conocidos. Consigue una audiencia y fuimos a Montevideo los tres, Montiel, López y yo a verlo a Sanguinetti. Le explicamos la situación de Salto Grande, le dijimos que éramos la principal oposición en la provincia y que nos oponíamos fervientemente a la privatización y que queríamos saber cuál iba a ser su posición al respecto. Nos dijo: ‘Nosotros de ninguna manera vamos a aceptar tener un socio privado, si esto se hizo como una empresa binacional estatal’. Después logramos reunirnos con Tabaré Vázquez. Él nos comprometió el total y completo apoyo de los diputados que obedecían al partido…”

“… De regreso pensábamos que teníamos que hacer algo más contundente. Ahí se nos ocurrió hacer lo de la consulta popular. Venían las elecciones del ’95. El plebiscito está contemplado en la reforma constitucional de 1994, si bien no era vinculante, nos daba una posibilidad para demostrarle al país lo que pensaba la gente de la región sobre el destino de Salto Grande. Un tanto escépticos, se nos ocurre la idea pensando que no nos iban a dar bola, éramos minoría, éramos oposición, íbamos contra la corriente del momento. Me voy a Paraná a hablar con el juez electoral y para nuestro agrado nos dice que sí, que estaba bien y nos da las instrucciones de cómo teníamos que hacerlo y los trámites legales. Armamos todo, lo presentamos y lo aceptó. Tenía que ser en una boleta aparte que debía incluirse en el mismo sobre electoral. A la par de la campaña partidaria, la hicimos también por el plebiscito. La mayoría de los que estaban habilitados para votar en el padrón participó de la consulta y ganamos por más del 90 por ciento contra la privatización de la represa. Eso nos dio más fuerza para seguir en la lucha…”, explica Rotman y agrega: “…Yo estoy convencido de que todas esas acciones que hicimos, las asambleas, las marchas, las reuniones con autoridades de uno y otro país, el corte de la ruta 14 donde levantamos un palco y la asamblea con sesión de todo el concejo deliberante frente a la represa donde participaron todas las fuerzas vivas de la sociedad y figuras de la política a nivel nacional, provincial y local, el resultante fue la no privatización. Aquello debería ser un ejemplo para lo que sucede hoy con la pandemia. En momentos difíciles como este, es necesario dejar de lado las banderías políticas y trabajar todos juntos. Eso tiene mucha fuerza.”

Urteaga, por su parte, considera que “…Si a Salto Grande la hubieran querido privatizar lo hubieran hecho igual, creo que los uruguayos tuvieron un papel preponderante en esta historia por su negativa para que avanzara la venta de la represa. Nosotros ganamos el plebiscito por el 90 por ciento de los votos, pero Menem había sido reelecto con el 50 por ciento de los votos. Yo no le quiero quitar mérito a lo que hicimos, para nada, pero ayudó mucho que Uruguay se trabara. Tuvimos varias reuniones con el Ministro de Energía uruguayo y el tipo se mostró siempre firme contra la venta de la represa...”

Desde el lado uruguayo, Ruben Porres, ex secretario General de ATU Salto Grande, contó a este medio:“En cuanto a la adhesión con los compañeros argentinos de SIATRASAG, con quienes integrábamos la Mesa Coordinadora, estuvimos a la par, pero siempre trabajando del lado argentino. En cuanto al lado uruguayo, nosotros planteamos cierta situación en su momento con las juntas electorales y las juntas departamentales, por ejemplo, Artigas, Salto, Paysandú. Las juntas nos recibieron para que nosotros planteáramos el tema que nos preocupaba. Inclusive fuimos a Montevideo, hablamos con ministros y con un montón de gente de todos los partidos políticos que, dicho sea de paso, fuimos en grupo con compañeros argentinos. También lo hicimos en Buenos Aires. Tenemos una serie de trabajos que hemos presentado, e inclusive hemos hablado hasta con los cancilleres, con el presidente de la república que, en aquel momento, era Luis Alberto Lacalle…”

El pueblo uruguayo ya se había expresado el 12 de diciembre de 1992 en un plebiscito nacional diciéndole no a la privatización de Salto Grande, ni de ninguna empresa pública estatal. Es decir, que el Uruguay no estaba en el mismo camino que estaba transitando o queriendo transitar el gobierno argentino. “Ahí tuvimos el primer espaldarazo nosotros y era que el gobierno uruguayo no estaba en la misma línea que el gobierno argentino”, concluye Porres.

En agosto de 1996, el Senado Nacional había dado media sanción a un proyecto referido a la privatización de la operación y el mantenimiento de la represa: “Sabíamos que en el Senado se iba a debatir un proyecto donde a Menem le iban a permitir aprobar un convenio con Paraguay para proceder a la privatización de Yaciretá. Pero no era solo la privatización de Yaciretá sino también de Salto Grande…”, cuenta Jakimchuk.

“…El poder ejecutivo nacional remitió a la cámara de senadores un proyecto de ley sobre aprobación de un protocolo entre Argentina y Paraguay. Los senadores Maya y Alasino introducen en el capítulo VI el tema sobre la concesión de Salto Grande. Aquí merece la primera crítica:  Es introducido subrepticiamente…”, escribió el ex concejal Alejandro Casañas en una publicación del 6 de setiembre de 1996, aportando al debate sobre el desarrollo de la región.

Finalmente, el proyecto aprobado en senadores se congela en la cámara baja. Los argumentos de Menem fueron que debía esperarse la aprobación del parlamento de Paraguay, en relación a Yaciretá. Marcha atrás en la venta de las represas, Storani expresó:“Menem quiere disimular costo político de mal negocio.”

Agrega Rotman: “…Cuando me fui del Concejo en 1995, me fui con la convicción de que la venta no iba a prosperar. En su segunda gestión, Menem fue perdiendo apoyo y poder…”

Y concluye: “Salto Grande es un gigante dormido que todavía tiene una deuda impaga con la región y con la sociedad que la defendió. Tiene una deuda que significa brindar energía promocional para que vengan empresas electro intensivas a instalarse para dar trabajo en nuestra zona y desarrollen tecnológicamente a nuestra región. Para que nos de agua doméstica y sanitaria, hacer navegable el río Uruguay y facilitar el riego de las tierras productivas. Salto Grande tendría que ser un polo de desarrollo global para la zona. Nosotros tenemos que seguir reclamando lo que nos pertenece, por los objetivos por lo que se construyó Salto Grande y por todo lo que la región entregó. Hay que acordarse que acá se anegaron 70 mil hectáreas para el lago de Salto Grande. Tampoco hay que soslayar que uno de los motivos de la pobreza en la región se debe a que, sólo del lado argentino, trabajaron unos 2500 obreros para su construcción, que vinieron desde todas partes de país y muchos se quedaron a vivir porque la promesa era que Concordia iba a ser un faro de desarrollo. Muchos de ellos terminaron aumentando los índices de pobreza y desocupación en la zona. Salto Grande todavía nos debe más de lo que nos dio.”

Por Federico Odorisio, con colaboración de la Cooperativa de Trabajo para la Educación Tekoá

 

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.