Condenaron a un médico por abuso sexual a dos menores


Ocurrió en provincia de Santa Fe.

La Justicia condenó al médico Miguel Ángel Marchisio, de 54 años por abuso sexual de dos pacientes menores de edad en 2019.

Un tribunal de jueces lo declaró penalmente responsable de ser autor de los delitos de “abuso sexual gravemente ultrajante “y “abuso sexual simple “en perjuicio de dos pacientes de 15 y 16 años.

Los fiscales Alejandro Benítez y María Celeste Minitti pidieron 8 años de cárcel y la inhabilitación de por vida para ejercer la profesión. El tribunal de jueces resolvió condenarlo a 6 años de prisión efectiva y la inhabilitación de por vida para ejercer la profesión.

Marchisio se desempeñaba como médico en San Jerónimo Norte -donde además residía- y prestaba servicios en Las Tunas y en el 107 de Esperanza, antes de ser detenido el 26 de junio de 2020.

“Familia religiosa”

Su abogado Raúl Ochoa y Gómez había dicho en declaraciones a los medios que “el pueblo se ha hecho eco de la injusticia del caso. El pueblo conoce y sabe de la altura moral de esa familia, de lo religiosos que eran y lo apegados que estaban a la iglesia”.

“Ahí hay un entuerto de religión. Hay un pastor que tiene mucha influencia sobre estas niñas que incluso las ha secuestrado durante un tiempo diciéndole que tenían el diablo adentro”, denunció el letrado. Y continuó: “Cuando se enteró el cura, le dijo a la madre de las niñas que haga la denuncia, pero no le dieron curso”. “En ese entonces, el médico Marchisio estaban muy apegado con el padre (Jorge) Montini, por lo que creen que se trató de una venganza. En el fondo de la cuestión no es más que dimes y diretes y el hecho no ocurrió”, aseguro el abogado.

Entretelones

La fiscal Minniti expuso la evidencia de la primera situación denunciada: en este caso, la menor debió ser hospitalizada por un aparente cuadro de ebriedad. Durante el día, a fines de diciembre, había estado en una quinta pasando el día con una amiga, su novio y la mamá de éste. Habían estado en la pileta y bebido cerveza; cuando la chica se desvaneció llamaron a una ambulancia y en el Centro de Atención Médica de San Jerónimo Norte fue recibida por una enfermera y el médico, donde le realizaron las primeras atenciones y debió recibir suero y oxígeno.

La joven estuvo acompañada en el centro de salud por su madre y por su novio, quienes aguardaban en la sala de espera. Cuando el médico terminó de atenderla, ambos ingresaron a ver a la chica y ella les contó lo ocurrido: primero a su novio, al oído, y luego a su mamá. Esto motivó que la mujer increpe al profesional frente a una de las enfermeras. El hombre, por supuesto, negó la ocurrencia del hecho.

Pero eso no fue todo. Al poco tiempo la adolescente volvió a contar lo que le pasó: a la mamá de su novio y al equipo de Niñez de la municipalidad local. En todos los casos, el relato fue invariable.

 

Los fiscales explicaron que la chica y el grupo familiar ya estaban siendo asistidos por el equipo de Niñez, a raíz de algunos inconvenientes que expusieron las autoridades escolares. La adolescente padecía desvanecimientos y convulsiones cuyo origen no se ha determinado, e incluso algunos adultos de su círculo lo tomaban como «simulacros».

El segundo caso denunciado tiene varios puntos en común con el anterior: la víctima también tenía 16 años y era habitual que deba ser atendida en el CAM. En su caso, la chica presenta “crisis subjetivas” originadas en un hecho anterior, le cuesta establecer vínculos sociales y tenía una mala convivencia con su mamá, por lo que se mudó con una hermana mayor.

Fue a su hermana a quien le pudo hacer una breve referencia de algo que “la incomodó” en la atención recibida por el médico. La chica, por su estado anímico, no pudo relatar con tanto detalle como la víctima anterior, y los fiscales esperan que en la cámara gesell pueda encontrar un espacio de mayor contención para poder explayarse. En este caso, también el equipo interdisciplinario ya intervenía en el círculo familiar de la menor.

Al momento de resolver sobre el pedido de prisión preventiva solicitado por los fiscales, el juez evaluó tanto el contexto y la historia de vida de ambas víctimas, como también la situación de ocurrencia de los hechos denunciados: se trata de dos niñas menores de edad, que asistieron a un centro médico por problemas en su salud, y que era habitual que recurran a ser asistidas en dicho establecimiento.

En las historias clínicas secuestradas consta que los médicos que las atendían en cada caso era quien se encontraba de guardia en ese momento, por lo que tampoco conocían el nombre del profesional. Las dos chicas, al momento de decir quién fue el agresor, realizaron una descripción física del profesional: un hombre grande, de baja estatura y calvo.

En este sentido, el juez entendió que no surge de la investigación que pueda existir animosidad por parte de las dos jóvenes contra el profesional. Las dos denunciantes no tienen relación entre sí y en un primer momento no contaron con la contención de su familia para concretar las denuncias. Además, contaron lo que les pasó a varias personas, incluido el equipo interdisciplinario del área de Niñez, y expusieron el “temor” de atravesar el proceso judicial, y de tener que enfrentarse nuevamente con el médico. Incluso una de ellas debió ser atendida en el CAM hace poco tiempo, y cuando vio que estaba de guardia este profesional, sufrió una crisis de nervios, insultó al médico y llegó a arrancarse el suero para evitar que él la atendiera.

Tampoco escapó a la atención del juez que al ser solicitadas las historias clínicas de ambas pacientes, no fueron remitidas las del mes de diciembre, cuando ocurrió el episodio que generó el enfrentamiento entre la mamá de una de las chicas y el médico. El médico sabía que la chica contó lo que pasó, y desde el CAM omitieron enviar la documentación relativa a ese día, en una clara maniobra para entorpecer la investigación.

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