Una reflexión sobre el día del periodismo, por Luis Edgardo Jakimchuk


En nuestro ecosistema social a pesar de la creciente concentración y manipulación que ejercen los grupos económicos dueños de los medios de comunicación, de algo estoy seguro, lo que nunca va a cambiar es que el periodismo está hecho por personas. 

 

La relación del periodismo con la verdad va a seguir siempre. 

 

Por esta razón el gran maestro polaco Ryszard Kapuściński, periodista narrativo, escritor e historiador, referente moral del periodismo del siglo XX por su destacado humanismo, rechazaba el periodismo manipulado de los grandes medios de comunicación que callan las voces de millones y por periodistas que no son buenas personas. 

 

Sostenía que, para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás”. En una entrevista sentenciaba magníficamente: “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico”. 

 

Gabriel García Márquez, en la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa de 1996, dio el famoso discurso El mejor oficio del mundo, donde expresa su sentir acerca del periodismo, cómo lo vivió y cómo se debería aprender. Decía: “Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica y también mucha ética”.  Por las inquietudes que tenía sobre la ética profesional, la rigurosidad y la calidad narrativa del oficio periodístico sostenía: “La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”. 

 

“No puede haber una ley superior en el periodismo que decir la verdad y afear el mal”, decía Walter Lippmann, uno de los periodistas más influyentes del siglo XX. Consejero áulico de todos los grandes presidentes demócratas (Wilson, Roosevelt, Kennedy, Johnson), nunca se prestó al juego de adular al gobierno o de servir de portavoz de los intereses de las grandes corporaciones monopólicas. 

 

En nuestro país hay periodistas, fundamentalmente de los grandes monopolios, que no informan, sino que opinan en nombre de la objetividad y la verdad contradicen lo que alguna vez Beuve-Méry, fundador de Le Monde, dijo: "la objetividad es imposible, pero hay una cosa sagrada: jugar limpio con el lector". El escrito español José Martí Gómez, ha afinado aún más esta reflexión: "la objetividad no existe, pero la subjetividad no se debe confundir nunca con la falsedad"

 

La concepción de los periodistas norteamericanos Bill Kovach y Tom Rosenstiel, sobre el mejor periodismo, que según ellos constituyen la ciencia de la información en lo que a las bases de la disciplina de verificación: Nunca añadas nada que no esté. Nunca engañes al lector. Sé lo más transparente posible sobre tus métodos y motivos. Confía en tus propias investigaciones. Haz profesión de humildad

 

Honestidad y veracidad, he ahí la cuestión. Dos cualidades tomadas como un contrapié a la realidad mediática actual en nuestro periodismo, en la que priman más los objetivos empresariales que la profesionalidad y el acabado del producto.

 

El oficio del periodista ya no es violento, como tituló alguna vez Rodolfo Walsh, y está lejísimos de ser “el más lindo del mundo”, como lo definía Gabriel García Márquez. Ni violento ni lindo. El adjetivo ahora podría ser: “doloroso y negocio”.

 

Feliz día a los muchos trabajadores de prensa que atraviesan momentos difíciles de precariedad, trabajo en negro y salarios insuficientes y que aun así luchan diariamente por la calidad de la producción periodística. 

 

 

 

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