Cristina Kirchner y Sergio Massa quieren más cambios en el gabinete
El designado ministro de Economía no consiguió todo lo que quería: le apunta a la presidencia del Banco Central. Y en la mira de la Vicepresidenta está Manzur.
“No estamos pensando en la elección del 2023, sino en el
próximo mes”, dice, con el ánimo por el piso, un colaborador de Presidente. El
motivo que llevó a Alberto Fernández a ceder casi por completo el poder fue la
necesidad de despejar el peor de los fantasmas: la finalización anticipada del
mandato.
La reestructuración del gabinete se vivió en el oficialismo
como el fin de una etapa. No porque surja un gobierno distinto, todos formaron
parte del mismo proceso, sino más bien porque ahora le pone toda la presión a
Sergio Massa, nuevo protagonista que, a la vez, se convierte en un potencial
fusible.
El tigrense se forjó el traje de “superministro” con el aval
de Cristina Kirchner. Ella le pidió “jugar” su propio operativo clamor para
forzar al Presidente a aceptar su desembarco, una posibilidad a la que se
resistió durante varios meses.
Massa logró concentrar las áreas de economía, producción y
agricultura. No es todo lo que quería, pero la pelota sigue rodando. La silla
de Miguel Pesce en la presidencia del Banco Central es un reclamo que sigue
sobre la mesa. Y Turismo zafó por ahora, pero en la nueva lógica debería quedar
bajo su órbita para articular la administración del dólar.
Los deseos de Cristina Kirchner
La Vicepresidenta también desea que se concreten otras
modificaciones en el organigrama. La Jefatura de Gabinete está bajo la lupa.
Ella propuso para ese lugar a Jorge Capitanich, con quien mantiene un diálogo
fluido. En ese caso, Juan Manzur podría servir para reemplazar a Santiago
Cafiero en la Cancillería, a quien el kirchnerismo no digiere. Esta movida es
difícil que se de, pero no está del todo descartada.
Como vicejefe de Gabinete fue nombrado Juan Manuel Olmos,
asesor y amigo del Presidente, pero también cercano a Massa. El líder del
Frente Renovador busca penetrar en distintos estamentos, más allá de su rol
como ministro de Economía, cargo que asumirá el martes, aunque ya está en
ejercicio.
La situación de La Cámpora
Lo sorprendente es que en el reparto no resulta favorecida
La Cámpora. Cristina puso en la AFIP a Carlos Castagneto, contador de confianza
de Alicia Kirchner, que era su mano derecha en el Ministerio de Desarrollo
Social. En medio de la tensión, Máximo Kirchner se fue al sur, lejos del centro
de operaciones. La Secretaría de Energía, bastión de “los chicos”, dicen que no
se toca, pero no avanzaron en ningún casillero por ahora. Ambiente, Cultura y
Mujer, son ministerios que permanecieron fuera de la escena, pero no de la
disputa. Se verá.
Massa llega con el respaldo de Cristina Kirchner. Es un
misterio cómo es el punto de equilibrio de esa relación porque suelen tener
posturas distintas, y más en la gestión económica. ¿Hasta donde conversaron
sobre el plan de acción? Pueden decir sus allegados que está charlado y
acordado, pero es poco lo que trasciende.
¿Y el rol de Alberto Fernández?
La única consigna que parece clara es no devaluar. Surge
alguna idea de desdoblamiento cambiario, algo que siempre resistió Pesce, no
mucho más. Cristina Kirchner pretende otra actitud en la relación con el FMI,
no de ruptura, sino de renegociación. Hay una revisión, con especial interés K,
sobre las cuentas que dejó Martín Guzmán y sus tratativas con el Fondo. Es un
asunto crucial para la vice.
¿Qué rol le quedará a Alberto Fernández? Para el
kirchnerismo, será meramente decorativo. Los más desconfiados creen que
intentará boicotear algunas medidas. “Él usa ‘dormidol´ y desgaste”, describe
un operador que lo conoce hace años. Traducido: tiene el poder de frenar
definiciones y limar a funcionarios, muchas veces haciendo llegar versiones
insidiosas a los medios.
En su círculo más cercano, le proponen que se dedique a
recorrer el país y armar giras al exterior. El Presidente se va a despegar de
la macro para dejarle la centralidad absoluta al nuevo ministro.
Las dudas de las bases sobre Massa
El acuerdo de superestructura de Massa y Cristina Kirchner
no se replica en las bases. A la militancia le cuesta entender la figura del tigrense,
que fue el blanco preferido de sus críticas durante mucho tiempo. De hecho,
hasta La Cámpora lo trataba de “traidor” en una de sus viejas canciones. Una
cosa es haberlo aceptado para ganar la elección, otra distinta es que pase a
ser la estrella fulgurante del momento.
Los más optimistas dentro del Frente de Todos esperan que
haya un ordenamiento político en siete u ocho semanas, y eso permita ganar
aire. Es una apuesta compleja, sobre todo porque el poder sigue loteado y no
hay una hoja de ruta que los una. Es impactante cómo en el kirchnerismo se
habla descarnadamente sobre cómo acorralaron y le torcieron el brazo a un
presidente peronista. “Y esto se da con la más absoluta indiferencia de la
gente”, remata un funcionario. Tiene razón.
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