La última oportunidad de Alberto Fernández
Presionado por la crisis y las internas, el Presidente designó a Sergio Massa en un súper Ministerio de Economía con amplias facultades. A días de asumir, desplazó a Batakis y Scioli y nombró al cristinista Castagneto en la AFIP. Empieza una nueva y decisiva etapa para el futuro del Gobierno
Forzado por presiones cruzadas y una crisis indomable, el
presidente Alberto Fernández designó, finalmente, a Sergio Massa al frente de
un Ministerio de Economía con facultades ampliadas, en una decisión que apunta
a relanzar el Gobierno y recuperar la iniciativa política. A apenas días de
nombrarlos, desplazó a Daniel Scioli y a Silvina Batakis, quien recién llegaba
de reunirse en Washington con el FMI y el Banco Mundial. También, nombró en la
AFIP a un dirigente que responde a la vicepresidenta Cristina Kirchner.
La decisión de nombrar superministro a Massa implicó en los
hechos un cambio mucho más profundo en la estructura del Gobierno del que se
explica sólo por los nombres. Y encierra un mensaje cifrado que la política y
el poder en Argentina entendió, claro, de inmediato: es la última oportunidad
que tiene el Presidente para asegurar su bien más preciado y escaso, la
gobernabilidad.
Esta bala de plata, el nombramiento como ministro de
Economía, Producción y Agricultura, ocurrió tras un virtual ultimátum que le
plantearon al presidente los gobernadores alineados con el oficialismo. Le
exigieron dejar de una vez por todas ese defecto congénito de su
administración: la irrefrenable pasión por demorar.
Con la frontalidad de hombres de poder que ven escurrirse
los votos, en la reunión del miércoles en Casa Rosada hubo reproches por el
retraso en dar un giro al rumbo económico. Se trató de un juego de pinzas, de
un lado los gobernadores -principalmente del peronismo- y del otro, el
kirchnerismo. Y un resultado inevitable.
A sólo una semana de haber dicho “no me van a torcer el
brazo”, el presidente expulsó a sus más leales y aceptó achicar aún más su
reducido grupo de incondicionales. Como el año pasado ocurrió con Marcela
Losardo y Juan Pablo Biondi, dos amigos entrañables a quienes Alberto Fernández
les soltó la mano, “renunciaron” este jueves en cascada Silvina Batakis
(Economía), Daniel Scioli (Producción), Julián Domínguez (Agricultura), Gustavo
Beliz (Asuntos Estratégicos) y Mercedes Marcó del Pont (AFIP).
No es una excepción. Desde que Cristina Kirchner escribió el
26 de octubre de 2020 -A diez años sin él y a uno del triunfo electoral:
sentimientos y certezas- que había “funcionarios que no funcionan”, Alberto
Fernández dejó en el camino, además de Biondi y Losardo -compañera de facultad
y socia en su estudio jurídico- a Martín Guzmán, Matías Kulfas, Ginés González
García, Felipe Solá, Nicolás Trotta, María Eugenia Bielsa, entre otros.
Mientras tanto, siguen firmes en sus puestos todos los funcionarios de La
Cámpora y otros, como Carlos Zannini, que responden a CFK.
De Guzmán a Batakis y de ahí, a Massa
A la cabeza de los reclamos de los gobernadores estuvo el
rumbo económico. Aunque ninguno quiso lastimar a Batakis -a quien aprecian y
consideran propia- plantearon la necesidad de que un político asumiera la coordinación
de la política económica. Sergio Massa ya había tendido puentes con los
caciques provinciales para destrabar el último escollo para cumplir su objetivo
de asumir una misión que, entiende, lo puede posicionar para el 2023.
¿Qué impedía su ascenso? Entre otras cosas, un rencor no
superado, que se arrastra desde 2015, tiempos en que Massa era jefe y candidato
a presidente por el Frente Renovador y Alberto Fernández su operador en la
campaña. Esa experiencia juntos -enfrentando al macrismo y al kirchnerismo-
terminó con desencanto y reproches que se creían superados, pero que
reaparecieron en medio del asedio de la crisis económica y la debilidad
política del actual primer mandatario.
Pero también pesaba en el retraso un compromiso que había
tomado Alberto Fernández con Batakis cuando buscaban desesperadamente el primer
fin de semana de julio alguien dispuesto a asumir en reemplazo de Guzmán, que
había renunciado con la inteligencia que no se le conoció gestionando, con una
carta que publicó en Twitter mientras Cristina Kirchner lo criticaba en un acto
desde Ensenada. Ese fin de semana, “La Griega” fue la cuarta opción, después de
Emmanuel Álvarez Agis, Martín Redrado y Marco Lavagna, que dijo que sí, no sin
antes tener el compromiso presidencial de que sería su “ministra hasta el fin
del mandato”.
Con la impar plasticidad que tiene el presidente, ayer le
aceptó la renuncia con la que Batakis fue a la Casa Rosada, poco después de
aterrizar de su periplo por Washington, adonde había viajado para presentarse
en vano como sucesora de Guzmán ante el Fondo Monetario, el Banco Mundial e
inversores con intereses en Argentina, que le había organizado con eficacia el
embajador Jorge Argüello. En su lugar irá un Massa empoderado, pero Batakis
tendrá el premio consuelo asumir la presidencia del Banco Nación que ocupaba
Eduardo Hecker. Parecido recorrido al de Marcó del Pont, que de la AFIP se va a
la Secretaría de Asuntos Estratégicos que dejó vacante Beliz.
En el ente recaudador, un lugar clave, sensible y que Massa
quería controlar, irá Carlos Castagneto, un cristinista duro, que viene de La
Plata, fue arquero profesional de fútbol, diputado nacional y ejercía en la
AFIP un cargo directivo. Resuenan distinto las quejas de la Vicepresidenta
hacia todos los “secretos” que protegen a los ciudadanos: el secreto bancario,
el secreto bursátil y también el secreto fiscal.
A Julián Domínguez lo desplazaron poco después de que se
anunciara el “dólar soja”, una herramienta con la cual se buscaba responder a
los reclamos del campo, que mantienen su decisión de no liquidar su producción,
en una protesta que impacta en las reservas del Banco Central. “Él es peronista
y tiene la tranquilidad de que hizo todo lo que tenía que hacer”, explicaban en
su entorno. El ahora ex ministro mantuvo el diálogo con las entidades y resistió
las embestidas del kirchnerismo para aumentar las retenciones.
En el caso de Scioli, decidió volver a la embajada de Brasil
-que quedó vacante después de su partida para la fugaz experiencia como
ministro de Desarrollo Productivo- sin reclamos ni quejas. Aunque trascendieron
versiones de un ofrecimiento para que continúe dentro del Poder Ejecutivo,
finalmente acordaron con Alberto Fernández retomar la función diplomática,
donde había cosechado varios éxitos, entre ellos mantener el diálogo con Jair
Bolsonaro. Tanto Beliz como Marcó del Pont también facilitaron con sus
renuncias el reordenamiento de todo el equipo de trabajo del primer mandatario.
En el caso de la presidencia de la Cámara de Diputados que
deja Massa, en su lugar irá Cecilia Moreau, que buscará mantener los contactos
con la oposición, donde tiene buena llegada al radicalismo, a Graciela Camaño,
y un sector del PRO. Aunque su pertenencia es el Frente Renovador, mantiene una
excelente relación con La Cámpora y el Instituto Patria.
Es un escenario complejo el que tendrá el kirchnerismo en el
Congreso, debido a un endurecimiento que, parece, adoptaron todos los sectores
de Juntos por el Cambio. De hecho, Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta,
Patricia Bullrich y Elisa Carrió ya anticiparon que sólo darán quórum para
proyectos que tengan acuerdo: ni reforma judicial, ni aumentos de impuestos o
subsidios como el salario básico universal.
Sergio Massa empezó ayer a delinear los primeros pasos con
su equipo de trabajo y realizó consultas con diversos especialistas. Entre
ellos se destacan Gabriel Delgado, Lisandro Cleri, Guillermo Michel, Eduardo
Setti y como asesores Miguel Peirano y Javier Timerman, entre otros. “Sentido
común, trabajo 24 por 24 y fortalecer la producción para fomentar la única
fábrica de dólares, que son las exportaciones”, fueron algunos de los temas
sobre los que hablaron.
Aunque desde fuentes del massismo lo negaron, el todavía
diputado y presidente de la Cámara estuvo ayer en la presidencia del Senado,
que encabeza Cristina Kirchner, según lo revelaron testigos que pidieron no ser
identificados. Ese contacto se inscribe en la continuidad de la “mesa de los
tres” que, por vía presencial o por teléfono, vienen manteniendo contactos
permanentes para relanzar el gobierno. “A Massa lo van a salir apoyar todos”,
anticiparon a Infobae desde el entorno de la jefa del FDT.
Entre los colaboradores de Massa reinó ayer el hermetismo,
aunque resaltaban la buena recepción que hubo en los mercados financieros de su
llegada al Gobierno, tanto porque cedieron las cotizaciones del dólar, como
subieron las acciones y bonos y, por eso, el riesgo país se alejó fuerte de los
3.000 puntos. El lunes está previsto que se anuncie el equipo completo del
nuevo Ministerio de Economía, Producción y Agricultura, que tendrá bajo su
órbita, también la Secretaría de Energía, donde no se prevén cambios.
Una forma peculiar de comunicar
Los cambios que anunció el Gobierno se concretaron con la
peculiaridad que caracteriza a la gestión nacional. Mensajes por WhatsApp y
correos electrónicos electrónicos a cuentagotas, en medio de una crisis feroz
que se agudizó con la renuncia de Guzmán y se aceleró en los 24 días que duró
en el cargo Batakis, su sucesora.
No hubo cadena nacional del presidente, ni conferencia de
prensa de la “portavoz” del Gobierno, Gabriela Cerruti, que suspendió el
contacto con la prensa de los jueves. Lo que hubo fueron trascendidos,
información extraoficial y después, tarde-noche, los seis comunicados
confirmando los profundos cambios en el Gabinete. Inédito.
Aunque en el peronismo y en los mercados hubo moderado
optimismo, la pelota quedó del lado de Alberto Fernández: aunque persista el
recelo, deberá aportar para que el éxito de Massa sea su éxito. Sin más poder,
adelante queda el abismo.
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