Di Stéfano, Maradona, Messi... Benditos potreros argentinos, donde nacieron tres de los mejores cinco jugadores de la historia
Y obviamente que a esta lista se debe agregar a Pelé. De tal manera, el top five de todos los tiempos dejaría solo un lugar para algún jugador de otro país. Hasta el Mundial de Qatar ese puesto le fue asignado a Cruyff. Pero la sorprendente actuación de Mbappé lo torna discutible
Transitamos días de
felices debates futboleros. La gloria alcanzada en Qatar ha logrado que
hablemos de fútbol distendidos, sonrientes, satisfechos. Más de 21 millones de
argentinos han experimentado por primera vez en sus vidas la sensación de
orgullo que la selección nacional sembró en sus almas. Y cada una de esas
imágenes habrán de perpetuarse en la memoria emocional de cada uno de nosotros.
La estrella francesa y
el lateral marroquí Achraf Hakimi fueron los dos ausentes más destacados en el
retorno del campeón del mundo a las prácticas con el elenco capitalino porque
están vacacionando juntos en New York
Los mayores de 50
-algo más de 5 millones- sumaremos al jolgorio reciente, el inolvidable Mundial
del 86´. Es así como Diego y Messi fundirán su arte de incomparable dimensión
como duendes inequívocos de nuestros goces.
Y queda una última
franja: la de quienes tenemos más de 70 –unos 3 millones y medio– que
disfrutamos con el brillante logro del 78′. Un plantel con extraordinarios
jugadores, pero ninguno que pudiera acercarse a Diego o a Lio pues Kempes –la
figura más gravitante– poseía unos atributos técnicos diferentes; era un enorme
realizador más no un creador.
Tras la dolorosa
muerte de Pelé, ocurrida hace algo más de una semana, el universo futbolístico
reavivó un debate tan apasionante como inútil: ¿quién fue el mejor de la
historia? Y como cuya respuesta resulta de imposible unanimidad, la
plurarización le da mayor sustento: “Bueno, ¿quiénes fueron los 5 mejores?”.
Resulta claro que
jamás habrá acuerdo como para “decretar” a los 5 mejores jugadores de la
historia por cuanto cualquier sistema tecnológico utilizado para una votación
popular carecerá de una mínima ecuanimidad. Imaginemos por caso a un jugador
chino destacado en alguna de las importantes ligas europeas. Si a ese jugador
lo votara el 6% de la población de su país tendría más de 100 millones de
adherentes en la propia consulta de la FIFA por Internet, con lo cual los Diego,
los Messi, o los Pelé quedarían injustamente desplazados. Hoy mismo la revista
inglesa Four Four Two utilizando ese método de votación espontanea nos da un
ránking: 1-Lionel Messi, 2-Diego Maradona, 3-Cristiano Ronaldo, 4-Pelé,
5-Zinedine Zidane y 6-Johan Cruyff. Solo imaginar a Cristiano Ronaldo antes que
a Pelé y a Zidane antes que a Cruyff, desafía los valores mínimos de una
objetividad cuidada.
Es por ello que para
abordar el tema de los mejores jugadores de fútbol de la historia se requieren
dos cosas: a) conocer la historia por haberla vivido y b) conocer a sus
protagonistas por haberlos disfrutado. Se trata de un concepto, no de una
cifra. Es decir que hasta podría prescindirse de la estadística toda vez que
las épocas han multiplicado la cantidad de partidos y trofeos en disputa. Hoy
se juegan el 30 por ciento más de partidos por año que hace dos décadas –sólo
en las ligas locales– a las que se agregan las fechas FIFA para amistosos,
eliminatorias y torneos regionales. Un jugador que llega a una semi o a una
final de Champions y además actúa en su selección estaría jugando cerca de 60
partidos por temporada lo que significaría 1 encuentro cada 5 días a lo largo
de una temporada de 310 días. Más partidos jugados, mayores posibilidades de
hacer goles, de aumentar presencias y de obtener trofeos. Tal situación
derivará siempre en nuevos records.
Lo que resulta
convincente, más allá de números y consultas por Internet, es saber quiénes
fueron los paradigmas de este alucinante juego. Ello significa encontrar a los
jugadores que trajeron cosas nuevas, que incorporaron estilos, que sembraron
escuela, que produjeron desafíos en las generaciones siguientes para que miles
de colegas se impusieran intentar lo sublime.
El caso más
emblemático sobre el significante paradigma, lo ofreció el argentino Alfredo Di
Stéfano. Su esplendor en el Real Madrid durante la década del 50′ aportó una
nueva manera de jugar. No hablamos de títulos; habremos de omitir los más de
300 goles en casi 400 partidos, las 5 copas de Europa (hoy Champions), la
Intercontinental, los 8 torneos de la Liga, 5 años goleador de España… Si Di
Stefano fuera solo un símbolo de los números, también sería un grande entre los
grandes.
Pero el haber creado
una nueva manera de jugar reafirma aún más sus impresionantes logros. Alfredo
–ex River Plate, Huracán y Millonarios de Colombia– llevó la revolución táctica
que habrían de tomar como modelo los holandeses para crear “el fútbol total”,
expresado en su “Naranja Mecánica”, en alusión al juego brillante de su
selección nacional desde los 70′ y hasta la mitad de los 80′. Fue Don Alfredo
quien modificó las posiciones estáticas en movimientos polivalentes en todo el
campo de juego.
Su puesto era de
delantero centro, pero al igual que Messi –por caso– bajaba a marcar a un
adversario y si rescataba el balón ya sabía a quién habría de habilitar para
pasar nuevamente al ataque y esperar una nueva devolución. Esto que hoy resulta
tan normal no lo era hasta que Di Stefano lo impuso con un despliegue físico
inigualable. Un ejemplo de ello podría ser el arranque de la jugada del gol de
Diego a los ingleses en el 86′. ¿Qué hacía en su campo, tan lejos del arco
contrario, al momento del pase de Enrique? Pues esto que hoy resulta tan
normal, tan visual, no lo era en el futbol de cualquier país del mundo. Los
wines eran extremos que jugaban pegados a la raya; el 10 era el armador, el 5
ordenaba la media cancha, el 8 era un “peón de brega”, el único que bajaba
hasta la línea de sus medios y jugaba el balón hacia un delantero –un 9, por
ejemplo– que se metía en el área esperando el centro de los punteros o el pase
bombeado. Y obviamente los defensores ni se movían de sus parcelas para marcar.
Fue Alfredo quien revolucionó la táctica en el futbol. Por tales méritos la
FIFA le otorgó 2 Balon de Oro, 1 de Plata y algo que aún nadie obtuvo y que
seguramente algún día ganará Messi: el Súper Balón de Oro en 1989, imponiéndose
a Cruyff y Platini en la votación realizada por la revista France Football a
jugadores, entrenadores y periodistas de todo el mundo.
Más aún: la FIFA lo
consagró como el Mejor Jugador del Siglo 20, un criterio que había surgido de
la Federación Internacional de Historia y Estadistica del Futbol y que jamás fue
discutido o cuestionado. Es esa misma Federación que hoy reconoce a Messi –22
años después– como el mejor de todos los tiempos. Y que naturalmente sostiene a
Diego y a Pelé en el “top five” de la historia.
La diferencia entre el
paradigma y el excelente jugador lo marca su aporte al juego, aquello nuevo,
improntas creadas por él que dejarán marcado el hito para que otros lo ensayen
y lo logren. Luego el tiempo se encargará de ir encadenando las sucesiones. Di
Stefano, Pelé, Diego y Messi fueron espejos para niños y adolescentes que en el
país del planeta que fuere, soñaron con poder realizarlas. Por cierto que no
resultará fácil cabecear en tu área un córner de los contrarios y organizar un
contragolpe que habrá de terminar con otro cabezazo pero al arco de enfrente
como lo hacia Alfredo. Tampoco lo será marcar un gol como el de Diego a los
ingleses –el más bello de la historia– o cualquiera de Messi. Y es necesario
poner en este lote de prodigios a Pelé que a los 17 ya los hacía de cualquier
manera: amortiguación con el pecho, caída controlada del balón picando, doble
sombrero a dos defensores en el área y remate cruzado al palo más lejano. Todos
ellos, además, podrían convertir de cualquier forma: tiro libre, cabezazo,
después de una pared simple o doble, entrando por la derecha o por la izquierda
y si fuera necesario, hasta de rebote cual simple nueve de área…
Este tipo de jugadores
que tienen el mapa del partido en la cabeza y la resolución de la jugada antes
que el balón les llegare potencian a sus compañeros; estos al cabo de un torneo
son mejores, rinden más, maximizan su eficiencia. Y es ello lo que diferencia
al gran jugador del jugador paradigma. Podríamos expresar varios ejemplos, pero
veamos uno reciente: Messi jugó para Argentina; los jugadores franceses jugaron
para Mbappé. En el equipo francés había que buscar a Mbappé para que hiciera
los goles – y vaya si los hizo ese tremendo goleador–, en Argentina en cambio
la magia de Messi y su prodigalidad habrían de encontrar el cierre de la jugada
con cualquiera de sus compañeros: Di María, Julián Álvarez, Molina, Mac
Allister, Enzo Fernández. El crack hace goles, el distinto los hace y los hace
hacer… Y en este sentido por más vueltas que le demos entre los mejores cinco
de la historia del fútbol mundial siempre habrá tres argentinos: Alfredo, Diego
y Messi en riguroso orden cronológico. Póngalos usted en el orden que prefiera.
Y junto a ellos, Pelé. Qué maravilla…
Adviértase que Europa
invierte, estudia, perfecciona su organización, maximiza sus recursos
económicos, contrata reclutadores que eligen niños y adolescentes en América
del Sur, del Centro y del Norte; en África y en Asia. Cada vez los llevan de
más chicos para formarlos en sus propias entrañas hasta que quedan o buscan
otro destino. Sin embargo, cuatro de los cinco mejores de los últimos 80 años
surgieron de potreros cual flores silvestres sin más explicación que el
prodigio con el cual Dios los bendijo.
Benditos sean los
clubes de nuestras tierras en cuyas canchitas nacen y sueñan los cracks de
mañana…
No hay comentarios.