El peronismo entrerriano se juega su supervivencia


Derrotado tras 20 años en el poder provincial, el peronismo de Entre Ríos se juega en el balotaje del domingo una última carta para un tránsito más cómodo en la oposición. Los incentivos de los intendentes para una mejor gestión con apoyo nacional y del conjunto de la dirigencia para no caminar cuatro años en el desierto.

Por estos días se multiplican las declaraciones de dirigentes peronistas, de distintas estaturas políticas, que ponen el acento en la necesidad de militar el voto para el balotaje del domingo con la misma intensidad y compromiso que se lo hizo para las generales del 22 de octubre.

Al discurso del miedo a un gobierno de Javier Milei, con el que Sergio Massa busca sumar apoyos que de ninguna otra manera obtendría, la dirigencia provincial agrega razones para evitar que Entre Ríos repita la historia de octubre de 2019.

Hace un poco más de cuatro años, el peronismo de Entre Ríos hizo la plancha en las elecciones nacionales y posibilitó que, en su remontada tras las PASO de agosto, el entonces presidente Mauricio Macri terminara en octubre ganando la provincia. Cuatro meses antes, en elecciones desdobladas,  los peronistas habían resuelto los cargos provinciales, departamentales y locales. Para octubre, la maquinaria electoral del PJ entrerriano se quedó sin nafta. Y nadie juzgó necesario llenar el tanque.

Entre Ríos, que el 9 de junio de 2019 había reelecto a un gobernador peronista por el record del 57% de los votos, quedaba en octubre pintada de amarillo en el mapa de la elección presidencial. Y el peronismo perdía un senador nacional, por apenas 1.049 votos de diferencia.

Si se mira rápido, el balotaje del domingo tiene algo de esa lógica de elección desdoblada (aunque la provincia haya votado en forma simultánea con la nación) porque la elección presidencial se define después de que cada candidato a intendente, concejal, senador o diputado haya hecho su esfuerzo por llegar.

Ya todos gastaron, con distinta suerte, lo que tenían que gastar. Unos lograron atar la vaca por cuatro años y los otros se quedaron sin nada o, peor, con abultadas deudas. Es evidente que las motivaciones de movilización para el balotaje son mucho menores que para una elección general.

Pero la dirigencia peronista de Entre Ríos encuentra hoy incentivos que no tenía en 2019.

La diferencia más notoria es que hace cuatro años se daba por hecho un triunfo del peronismo. Ahora, en cambio, la incertidumbre es total y la posibilidad de que Milei llegue a la Presidencia de la Nación es muy alta, si se confirma que el 70% de los votantes de Juntos por el Cambio lo acompañarían.

Los trazos gruesos de la aritmética electoral provincial indican que Massa juntó en octubre el 33% de los votos, Milei el 30 y Bullrich otro 30. Schiaretti 5,4%. Si el 70% de los votantes de Bullrich (21 puntos) van a Milei, superaría el 50%. Si además agrega la mitad de Schiaretti, llegaría al 53 ó 54.

Claro que Milei puede ganar en Entre Ríos pero perder en el conjunto del país. Como Macri hace cuatro años. Pero el contraste con 2019 es muy fuerte, además, porque esta vez el que carga con el desgaste de la economía es el peronismo que, para peor de males, lleva como candidato al ministro que duplicó la inflación desde que asumió. Está claro que el peronismo se mantiene competitivo sólo por los enormes defectos de su adversario y los gruesos errores de la oposición más racional de JxC.

Incentivos

El espanto a Milei ayuda a mantener movilizado al peronismo silvestre. Pero el aparato está activo. En Paraná se lo puede ver en el trabajo militante de estos días y en el armado de la logística para las elecciones del domingo que incluye el traslado de votantes, con vales de nafta para autos particulares y contratación de flotas de remiseros y taxistas.

Aunque la movilización nunca será la misma que para una elección donde se pelea la intendencia y las bancas en el Concejo Deliberante, hay estímulos muy claros de parte de la dirigencia que tendrá responsabilidades de gobierno en los próximo cuatro años.

Rosario Romero en Paraná, por caso, necesita como el agua que en la Casa Rosada esté Massa, si  lo que quiere es cumplir con su mandato electoral de continuidad de una gestión como la de Adán Bahl, caracterizada por un fuerte desarrollo de la obra pública gestionada en el orden nacional.

Aunque ya se haya asegurado el Ejecutivo y se hayan definido los concejales, el peronismo que acompañó a Romero en Paraná necesita al menos  repetir el esfuerzo militante de octubre. Lo mismo puede decirse de José Lauritto en Concepción del Uruguay, o de Adrián Fuertes en Villaguay.

Con la derrota del peronismo en la provincia, por primera vez en 20 años varios dirigentes volverán al llano. Si gana Massa, se supone que algunos podrían evitarlo. Se descuenta que Bahl cobraría con un cargo en el gobierno nacional y que muchos otros tendrían espacios abiertos para contener a los que quedaron sin nada. El gobernador Gustavo Bordet dice que, en principio, preferiría cumplir con su mandato de diputado nacional. Dependerá, llegado el caso, del tenor del ofrecimiento para sumarse al Ejecutivo.

 

Las motivaciones del peronismo de Paraná, Uruguay o Villaguay están claras. Pero ¿qué pasa en Concordia? En el gobierno provincial manejan encuestas que hablan de una recuperación del peronismo, que viene de perder la intendencia por primera vez en 40 años de continuidad democrática.

 

En principio, la feroz interna local podría ponerse entre paréntesis hasta después del domingo. Es que a todos los sectores les conviene un triunfo de Massa, porque cada uno tiene sus canales de contactos para acceder a un refugio en dependencias nacionales.

 

Después del domingo vendrá la interna por la conducción del partido que, por primera vez en 20 años, volverá a la oposición. Es decir, a ese estado en el que el PJ se activa y deja de ser un mero sello electoral manejado por el gobernador de turno. La pregunta que se responderá a partir del lunes es quien capitalizará internamente un eventual triunfo de Massa. Se supone que serán los mismos que pagarían el costo de una derrota con la que, por primera vez en muchos años, se abriría un profundo proceso de renovación en el PJ entrerriano.

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