Una ley... para conservar nuestros humedales
Los graves incendios que se registraron durante los últimos
meses, reactivó el debate sobre la necesidad de una ley de humedales. Al respecto
opinó para Télam Roberto Bó, miembro de la Fundación Humedales y coordinador
del grupo de investigación de ecología de los humedales de la UBA.
¿Qué está pasando con nuestros humedales? Los argentinos que
viven en las riberas e islas del Paraná, están experimentando "en
vivo" los efectos de enormes incendios sobre los humedales de toda la
región desde el último verano. Los demás, nos enteramos de este "desastre
ambiental" por los medios de comunicación que también nos informan que en
el Congreso Nacional se están discutiendo varios proyectos para una "Ley
de presupuestos mínimos". Su propósito es contribuir a la conservación de
todos los humedales de nuestro país para que, idealmente, episodios como estos
no vuelvan a repetirse. Una ley que, debemos recordar, fue aprobada en el
Senado en 2013 y 2016 pero que, sorprendentemente (o no), al no ser tratada en
la Cámara de Diputados, perdió "estado parlamentario" y todo debió
volver a empezar...por tercera vez.
Pero... ¿qué son los humedales y por qué necesitamos
conservarlos? Se trata de ecosistemas particulares distinguibles porque sus
suelos normalmente se inundan con frecuencias, niveles y permanencias
variables. Esta característica, que en otras épocas (y aún hoy) se consideraba
negativa, es las que explica, sin embargo, su enorme valor como fuente de agua
(algo fundamental en nuestras zonas áridas y semiáridas) y sus elevadas
productividad y biodiversidad. Esto se traduce en una gran variedad de bienes y
servicios para todos los que vivimos en o cerca de ellos. Mejoran la calidad
del agua, regulan el clima local, reducen los efectos negativos de grandes
crecidas y poseen una enorme variedad de plantas y animales que contribuyen a
satisfacer las necesidades básicas (tangibles e intangibles) de muchos de
nosotros.
Resulta claro, entonces, que necesitamos conservar nuestros
humedales, entendiendo a la "conservación" en forma amplia. Esto
implica preservarlos, restaurarlos y/o usarlos "sustentablemente".
Por lo tanto, no hay que confundirse ni confundir con interpretaciones y
mensajes erróneos. Necesitamos conservar el mayor número posible de sus
componentes, es decir su "diversidad ecológica", pero también su
"integridad", o sea las interacciones que condicionan su estructura y
adecuado funcionamiento (que dependen, básicamente, de mantener su natural
régimen hidrológico).
Si esto último ocurre, su "salud ecológica" será
satisfactoria, al igual que su capacidad de recuperarse ante un disturbio de
origen natural o humano. Es decir, mantendrán su "resiliencia" y por
lo tanto, su identidad e integridad no sólo ecológica sino también
sociocultural y económico - productiva.
Para usar sustentablemente los humedales, habitándolos o
realizando ciertas actividades productivas en ellos, simplemente tenemos que
hacerlo con modalidades, intensidades, superficies y eventuales
infraestructuras que se adapten a su particular funcionamiento ecológico y no
al revés.
Para contribuir a que todo esto ocurra, una ley que nos
propone cumplir presupuestos "mínimos", es indudablemente un
instrumento básico. La misma debe contar con adecuados fundamentos
científico-técnicos, ser discutida y consensuada con la activa participación de
las comunidades locales y sobre todo, crear un Programa Nacional de Humedales
que, apoyado por políticas públicas, conlleve a su efectiva implementación.
Hoy, la oportunidad de hacerla realidad depende de la actitud activa y
comprometida de nuestros gobernantes y legisladores pero también de todas y
todos nosotros. No la dejemos pasar... otra vez.
Por Roberto Bó
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