“Elecciones 2021: La necesidad de un relato creíble”, por Edgardo Jakimchuk


El estratega en comunicación política Stanley Greenberg (asesor entre otros de Bill Clinton, Tony Blair y Nelson Mandela), emplea una interesante frase al referirse a la contienda electoral: “El relato, la narración, es la llave de todo”. En consecuencia, el espacio político que tiene la mejor historia, gana.  


El gobierno, en un escenario muy complicado por la pobreza, la inflación, la desocupación y por el desprecio de la argumentación racional de la oposición, necesita ampliar su representación parlamentaria para permitirle avanzar en las transformaciones planteadas en el proyecto político que lo llevó al triunfo.  


Las transformaciones reales siempre son obra de los ciudadanos que creen en la política, no hay cambios fuera de la política.  Por eso, recuperar la esperanza de los ciudadanos, que es, ante todo, una actitud existencial, es el objetivo de la política del relato.  


La vicepresidenta Cristina Fernández viene destacando desde hace tiempo, “discutir en serio cómo vamos a sacar a la Argentina después de la pandemia”, y esto se podrá lleva a cabo mediante una política del relato que interprete, que dé sentido a la realidad, que pronostique escenarios futuros, reparta esperanzas, genere confianza y sea efectivo a la hora de comunicar, movilizar, comprometer y convencer desde LA VERDAD. El relato, la narración, junto con la acción y la palabra, es una de las importantísimas actividades humana que permite otorgar dignidad a la política.  


Está claro que el gobierno ha tomado muchas decisiones buenas, y bien orientadas, pero no se enuncian en profundidad para lograr alterar la manera de como miran la realidad los estratos poblacionales que se encuentran inmediatamente por arriba de los más pauperizados, media y media baja, jóvenes, desocupados, laburantes informales, que suponían que el futuro iba a ser mejor que este presente.  


Se debe tener mayor firmeza y claridad comunicacional para alterar los argumentos perversos que utiliza el poder fáctico. En estas franjas etarias, es donde se centran los mensajes tramposos de la derecha apelando a lo emocional, factor clave para la consolidación de la pos verdad. Cuanto más asociada esté la mentira a las emociones básicas de una persona, más poder de manipulación tienen.  


El escritor uruguayo Eduardo Galeano, siempre recordaba que “no hay ninguna fórmula que te permita cambiar la realidad si la sociedad no empieza a verla como es”.  


En efecto, para que la sociedad vea, entienda y se reconozca en el espejo de las crecientes injusticias de las que hoy se vive, el gobierno, debe desandar la construcción paranoica de la realidad impregnado de odio y desesperanza alimentada por augurios dramáticos de parte de la derecha anti todo; con estrategias comunicacionales convincentes, y funcionarios (lamentablemente muchos no entienden que la buena y clara comunicación es un valor político fundamental) que movilizen, que busquen espacios de discusión política para que, de verdad, la sociedad empiece a percibir que NO es inútil seguir atreviéndose a proyectar una transformación profunda del Estado.  


A la coalición Cambiemos, se le hace muy difícil canalizar el descontento social con una visión alternativa, propuestas programáticas y narrativas propias. Se les devaluó el metarelato de la esperanza de cambio. Las mayorías populares han visto que son productores de vidas precarias, hipotecadores del futuro y corruptos. Avanzan con un discurso sin argumentos racionales, en el que se plantea decir absolutamente cualquier cosa y sin ningún tipo de responsabilidad con tal de hacer daño. La estrategia seguirá siendo la inconmovible incoherencia e irracionalidad.  


En el escenario de debilitamiento de su representación política, los sectores concentrados del Poder Económico (las patronales agropecuarias de la Mesa de Enlace, la Asamblea Empresaria Argentina, la Unión Industrial Argentina), que se resisten resignar a perder la hiper rentabilidad que consiguieron en la era Macri, buscan desesperadamente canales para instalar una narrativa con un escenario de catástrofe.  


Nuestra historia enseña que las probabilidades de que estos sectores modifiquen su comportamiento político son nulas, siempre fueron en su esencia violentos, antiperonistas, oligárquicos y anti toda forma de conducción igualitarista del Estado y de todo intento redistributivo. Son los que reclaman la libertad absoluta de la renta de las tierras argentina. Son los que quieren una política económica sin retenciones, ni regulamiento del sector externo; son los que quieren un Estado chico y débil, en definitiva, son los que no le importa el derecho a la alimentación de los argentinos. Son los que reclaman una nueva épica republicana. Son los que nos dicen “La Argentina somos nosotros”. 


Esta oposición que es la real, tienen la mejor arma para crear subjetividades: los multimedios Clarín y La Nación, sus “comentaristas estrellas”, y algunos intelectuales que han decretado la muerte de la verdad, suplen a la caterva de impresentables dirigentes de Cambiemos, no dejan de sorprender los análisis impolíticos denunciando autoritarismo, descomposición y muerte de la democracia. El problema no es que está en peligro la democracia, el problema es la perversidad e hipocresía de estos perros guardianes de las proclamas de los dueños del capital.   


Hay un concepto kantiano sobre la dignidad: “En el reino de los fines todo tiene o bien un precio o bien una dignidad. Lo que tiene precio puede ser reemplazado por alguna otra cosa equivalente; por el contrario, lo que se eleva sobre todo precio y no admite ningún equivalente tiene una dignidad”. Esto define de alguna manera cuales son los valores dominantes de estos personajes.  


Para el Frente de Todos, es importante recuperar una narrativa con visión de futuro, porque la sociedad necesita esperanzase para creer que hay futuro y nuevas oportunidades. La política debe ser la emoción de la esperanza necesaria y urgente frente a una obstinada realidad. El pesimismo puede conducir a la duda paralizante, a la desesperación o a la derrota.


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