Cómo se construyó en Concordia y para qué se usa la primera aula sustentable del país
Funciona en Concordia y se levantó con materiales de la zona y con un diseño que aprovecha la energía de la naturaleza. La usa una escuela que apuesta fuerte a la educación ambiental y emocional. El proyecto se concretó junto a una ONG uruguaya, un estudio de arquitectura y la municipalidad, entre otras organizaciones, y afirman sus directivos que tanto el modelo educativo como la construcción son replicables
Hace cinco años, nacía en Concordia Luz del Ibirá, una
asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la educación ambiental de
distintas maneras. Por ejemplo, mediante una feria internacional, Eco Ciencia
Concordia, que convoca a instituciones educativas a presentar proyectos y que
ya lleva cinco ediciones. O con talleres que brinda en convenio con la
municipalidad u otras organizaciones. O gracias a proyectos de conservación de áreas
naturales. Y, desde hace dos años, a través de la Escuela de Formación
Agroecológica (ESFA), la primera secundaria con orientación en agroecología y
conservación.
La ESFA apuesta a un modelo que revincule a estudiantes con
la naturaleza y que, a la vez, considere el factor emocional como una piedra
angular en la educación. La ESFA, que hoy cuenta con 35 estudiantes y está en
proceso de ser reconocida por el Consejo de Educación de Entre Ríos, funcionaba
hasta hace pocas semanas únicamente en una casa de la ciudad de Concordia.
“El marco ideal para este tipo de educación lo da un aula sustentable, en contacto, especialmente, con entornos naturales, donde lo verde, lo natural, sea revalorizado”, dice Mariana Acosta. Ella es directora pedagógica de la escuela, docente de Biología y brinda talleres para personas mayores sobre silvestres comestibles, como parte de las actividades de Luz del Ibirá.
Acosta no habla de un aula sustentable como quien sueña una
meta distante: esa aula ya existe y fue inaugurada a principios de octubre en
la zona del perilago de Salto Grande, en las afueras de Concordia, cerca del
límite con Uruguay.
En concreto, se trata de un aula de construcción sustentable
porque aprovecha materiales locales y hace un uso eficiente de los recursos
naturales de la zona. Y que aprovecha el marco inmejorable en el que está
emplazada (“es un lugar impactante”, dice Acosta) para la educación ambiental
en contacto con la naturaleza.
La energía de la naturaleza
Educación y sustentabilidad son los ejes de trabajo de
Tagma, una asociación civil de Uruguay dedicada a desarrollar proyectos
innovadores. Tagma impulsa iniciativas de escuelas sustentables en la región.
Abrió una en Jaureguiberry, Canelones, la primera en su tipo en Latinoamérica,
otra en Mar Chiquita, Córdoba (Argentina), y una más en Lo Zárate, Valparaíso
(Chile). Además de escuelas, apoya la construcción de aulas sustentables. Hay
dos en Uruguay y para la primera en la Argentina eligió trabajar con Luz del
Ibirá.
Se contó con el trabajo y apoyo de distintas organizaciones,
incluido el municipio local. El diseño fue concebido en un taller de diseño
participativo de la escuela y llevado adelante por el estudio de arquitectura
a77.
En línea con la metodología de Tagma, a los profesionales de
la construcción se les sumaron voluntarios de distintos puntos del país para
levantar el aula, un proceso que tomó veinte días. Los voluntarios surgieron de
una convocatoria pública y luego hubo una selección, según cuenta la web
oficial de a77. Esto fue así porque en iniciativas de este tipo se considera
“el factor humano y la cooperación como el pilar de los principios de la
sustentabilidad”.
“El aula está construida principalmente con materiales
naturales y del entorno. En Concordia este material es la madera del
eucalipto”, describe Acosta. Y detalla: “Es innovadora en el diseño por la
orientación bioclimática, con juego de sol y sombras que permite tener temperatura
agradable adentro. También tiene un juego de ventilación cruzada desde el
entrepiso”.
Sobre los materiales, a77 detalla que además de machimbre de eucalipto se usó “adobe aplicado sobre una estructura de quincha y revocado con tierra”. En su web, el estudio explica que “el cerramiento de la cubierta está concebido con paneles térmicos de 80 mm de espesor de altísima eficiencia térmica” y que “el espacio interior del aula tiene un entrepiso de 2 por 3 metros que sirve para alojar un telescopio. Dicha área de observatorio astronómico cuenta con grandes ventanales corredizos. Debajo del entrepiso, en planta baja, se alojan los dispositivos educativos que son módulos rodantes que permiten diferentes formas de uso y que fueron diseñados específicamente por el equipo de Tagma con la comunidad para cumplir con las tareas pedagógicas, de investigación y de divulgación que la escuela tiene como objetivo”.
El aula está diseñada para recolectar y almacenar con
tanques cisternas el agua de lluvia y hasta el rocío. Este agua hoy se usa para
regar árboles nativos y para la huerta que la escuela desarrolló en la zona.
Además, se toma energía solar gracias a un panel. “Este diseño aprovecha la
energía de la naturaleza”, resume Acosta.
“Los seres vivos del planeta viven en ambientes creados por
ellos de manera natural. Nosotros vivimos en ambientes aislados de la
naturaleza, pero deberíamos convivir en ella”, opina Acosta, quien también es
autora del libro Silvestres comestibles de la A a la Z.
El aula sustentable está a unos 500 metros de la represa de
Salto Grande, sobre la costa del río Uruguay. Y en medio de un espacio verde
que invita a conectar y aprender de la naturaleza: el trabajo en la huerta y el
senderismo son algunas de las actividades prácticas. Las clases teóricas se dan
dentro del aula o en unas gradas que hay afuera del aula que forman una especie
de anfiteatro.
Actualmente se desarrollan este tipo de actividades y otras
como campamentos. Para el año que viene, los dos cursos que componen la escuela
tendrán regularmente sus clases presenciales ahí.
El perilago de Salto Grande es un predio administrado por la Corporación de Desarrollo de Salto Grande (Codesal), organismo público del Gobierno de Entre Ríos. Su presidente José Luis Rodríguez cuenta que “fortalecer la educación y concientización sobre el cuidado de nuestros recursos naturales se ha convertido en un eje de gestión”. Y agrega: “Hace tiempo que venimos trabajando para declarar reserva natural toda la zona, por eso cuando desde Luz del Ibirá nos convocaron para sumarnos al proyecto del aula, fue un desafío muy importante. Esperamos continuar trabajando juntos en este camino”.
Educación emocional y ambiental
“Los chicos de esta escuela han buscado una alternativa
diferente, en contacto con la naturaleza y con una fuerte apuesta a la
educación emocional. Queremos volver la educación más amorosa. Muchos de los
estudiantes han tenido problemas para adaptarse al sistema formal. Y entendemos
que su aprendizaje necesita otro tipo de pedagogía”, reflexiona Acosta, quien
destaca que la escuela se ha posicionado en la ciudad como una institución
“transformativa” y que uno de sus referentes es el pedagogo italiano Francisco
Tonucci.
“Hoy, la enseñanza tradicional tiene muchos inconvenientes.
Muchos chicos sufren el hecho de mantenerse por años bajo un sistema de
evaluación. Sobre todo, hablo de estudiantes con vulnerabilidades (entendidas
en el sentido pedagógico), que necesitan un espacio emocional para aprender.
Somos una escuela con esa alternativa. Y esto, por supuesto, es replicable”,
sostiene la directora pedagógica.
En cuanto a la cuestión ambiental, destaca que el modelo de
la ESFA va en línea con los tiempos que corren: “Hay un regreso a la
naturaleza”. Y detalla sobre lo que hacen en la organización: “Aunque somos una
escuela secundaria, con los contenidos que tienen todas, para nosotros son
centrales la agroecología y la conservación. Y dentro de esto, la producción de
alimento sano y no convencional. Esto quiere decir rescatar lo que el sistema
no considera alimento pero que tiene muchos nutrientes. Por ejemplo, nosotros
aprovechamos acacias negras, flora nativa y no convencional para hacer harinas
verdes de hojas de árboles”. La escuela tiene convenios para trabajar estos
alimentos con distintas universidades.
La ESFA contaba con cinco alumnos hace dos años. Este año hay 15 y para el próximo hay anotados 35. “No pretendemos ser una escuela grande, entendemos que el tipo de educación que buscamos requiere cursos de pocos estudiantes. El chico no puede ser un número, sino tener una presencia”, aclara Acosta. Hoy la escuela tiene dos cursos “multiaños”: el ciclo básico (con estudiantes de 1.°, 2.° y 3.er año) y el ciclo orientado (4.°, 5.° y 6.°).
“Este tipo de proyectos marcan un antes y un después en la
educación secundaria en nuestro país. Se trata de una nueva forma de trabajo
con el estudiante, que se vuelve protagonista del proceso de aprendizaje”, considera
Mauro Fischer, docente de Historia y de Formación Ética y Ciudadana en la
escuela.
Todos los docentes son titulados y respetan los contenidos
básicos que establece la currícula nacional y que, además, están atravesados
por un modelo de fuerte orientación ambiental. “En Historia, siempre analizamos
los modos de producción y explotación de la tierra a través del tiempo, quién
es el dueño y cómo son las relaciones de poder. En cuanto a Ética, la cuestión
ambiental se aborda por el lado de la reflexión y los debates acerca de los
conflictos regionales y locales, la contaminación, el cuidado de los que nos
rodea, el consumismo y la influencia de los medios en nuestro quehacer
cotidiano”.
Además, el docente considera que “el aula sustentable (y su
ubicación) permite un constante acercamiento al trabajo de campo. Es decir,
planificamos no solo organizar senderismo relacionado a la búsqueda de
silvestres comestibles como se da en Biología con Mariana, sino también
recorridos históricos relacionados con nuestros pueblos originarios o el pasaje
de grandes personajes de la historia por Concordia, como Artigas [José
Gervasio, el militar y estadista rioplatense, ícono del federalismo]”.
Por último, un aspecto que Acosta destaca sobre el modelo de
la escuela es el trabajo en red, que es aquello que le permitió tener
visibilidad y ser elegida por Tagma para la construcción del aula. “Somos parte
de una red de escuelas transformativas y así tenemos contacto e intercambios
con otros proyectos innovadores”, cuenta. Y cierra: “La idea es generar
espacios con propuestas posibles en las que la naturaleza cumple un rol
fundamental. Gestar generaciones que tengan presente la naturaleza como algo
vital y trascendental, como proyecto de vida”.
Por, David Flier
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