Hacha y tiza


Martín vive en Bovril y trabaja de docente en Paraná. Sale en el ómnibus de las 5.10 de la mañana y en la ciudad toma un cole urbano para llegar a destino. Se recibió de maestro hace cuatro años, pero trabaja desde hace dos y medio haciendo suplencias. Cuando tiene suerte, retorna a su casa a las 14, .

Espera las vacaciones como todo trabajador, durante esas dos semanas no viajará al exterior, no comprará muebles nuevos ni casa nueva, ni terminará los trámites de un nuevo 0km. Martín espera las vacaciones para meter en esos días algunos laburos con los que complementa el insuficiente sueldo de docente. Mientras él hace trabajos de albañilería y metalurgia (también corta el pasto, acaba de terminar de pagar una motoguadaña), otros docentes preparan comidas, hacen souvenirs para fiestas, preparan alumnos, trabajan con telas y tejidos, hacen laburos contables o venden artículos varios. Todas changas que se pinchan en tiempos de crotera como estos.

Aunque esta sea la realidad contundente en nuestras escuelas y rutas entrerrianas, suelen primar relatos que nos comparan con Drácula, Gárgamel y Cruella De Vil juntos.

Es viernes y Martín lo sabe, descansará un rato y empieza a organizar su fin de semana, entre descanso, changas y la planificación de sus clases.

Del facebook de César Arístides Pibernus

Laregionlitoral 

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