Alberto Fernández sostiene a Guzmán y comienza un proceso político con mayor autonomía de Cristina Kirchner
El Presidente quiere dejar atrás la crisis interna del Gobierno y está decidido a avanzar con algunos cambios en el Gabinete. Falta definir cómo y cuándo. El respaldo al plan económico y el impacto negativo de la inflación
Alberto Fernández parece estar decidido a comenzar un nuevo
tiempo en el tramo final de su gestión. Esta vez las señales de autonomía son
más claras que en tiempos donde el discurso no iba de la mano de los hechos
concretos. Gobernar con los “alineados” e “ignorando” las presiones de La
Cámpora empieza a instalarse como una marca de la gestión.
El hecho trascendente que mejor define el nuevo momento es
la decisión del Presidente de respaldar a Martín Guzmán al frente del
ministerio de Economía y apoyar el plan económico que diseñó para cumplir con
el acuerdo alcanzado con el FMI, e intentar que la inflación descienda con
lentitud pero en forma continua.
El llamado de la Secretaría de Energía para que se concreten
las audiencias públicas, donde se deben aprobar los aumentos de tarifas
acordados con el Fondo, fue una señal consistente del giro que Fernández busca
darle a su gestión.
Hasta ahora había sido trabada por el kirchnerismo, lo que
llevó a Guzmán a reclamar en público sobre la necesidad de avanzar con la
formalidad de la convocatoria. En definitiva, se trata de comenzar con la
reducción de subsidios como parte de un sendero de disminución del respaldo
estatal para cumplir las metas acordadas con el FMI.
“Tiene agenda programada afuera. Tiene agenda de laburo
fuerte. Tiene todas indicaciones para laburar temas pesados. No se va”, aseguró
un funcionario nacional al tanto de los próximos pasos que dará el ministro de
Economía.
La figura de Guzmán se afirmó en medio de un clima de
inestabilidad permanente que atraviesa al Gobierno. No tiene todo el poder. No
es el ministro más firme de todos. Pero el kirchnerismo no lo pudo tumbar y
logró el apoyo de Fernández. Esos dos hechos le dieron fuerza.
El jefe de Estado entiende que debe relanzar la gestión y
utilizar los 6,7% de inflación de marzo, la medición más alta en los últimos 20
años, para bajar la persiana de la crisis política profunda que vive el Frente
de Todos, además de dejar atrás el impacto severo en el aumento de precios que
se agravó por la invasión de Rusia a Ucrania. Peor no se puede estar.
A partir de ahora, entienden en el corazón del Gobierno, la
inflación debería empezar a bajar, aún teniendo valores muy altos, como
consecuencia de las medidas que se tomaron. Pero aún falta un hecho sustancial
que es el ordenamiento de la política.
El caos interno reduce la estabilidad y condiciona las
expectativas. Por eso Guzmán insiste en la necesidad de tener un “apoyo
político claro” a su gestión. Ya lo logró de parte de Fernández, pero
difícilmente lo obtenga de parte de Cristina Kirchner y Máximo Kirchner,
quienes lo quieren afuera del Gobierno.
Tal como anticipó Infobae, el Presidente tiene en su círculo
político más chico dos posturas respecto a la permanencia de Guzmán en el
Gabinete. Algunos le dicen que lo tiene que sostener y empoderarlo, mientras
que otros le recomiendan que lo corra en el próximo cambio de ministros, para
evitar que se mantenga la guerra con el kirchnerismo y que ese movimiento
colabore en el ordenamiento político de la coalición.
Hasta el momento Fernández se inclinó por mantenerlo y
respaldar su plan económico, lo que implicó también una muestra de autonomía y
una señal para Cristina Kirchner de que está dispuesto a caminar a la inversa
de sus deseos. Al menos es este tema puntual y central.
El Presidente piensa que de la mano del relanzamiento de
gestión debe ir un cambio de Gabinete, un progresivo descenso de la inflación y
una distribución de fondos en los sectores medios. Guzmán le aseguró que debe
ser moderado porque una emisión desmedida es sinónimo de inflación.
La próxima semana autoridades del Gobierno y del FMI se
reunirán en Estados Unidos por primera vez desde que se cerró el acuerdo. Allí
se espera que vuelvan a discutir las proyecciones inflacionarias que figuran en
el acuerdo, que preveían un aumento de precios cercano al 48% anual.
Esa cifra quedará antigua como consecuencia de la fuerte
suba que se generó en el primer trimestre del 2022, donde ya se acumuló 16,1%.
Esos números, según explicó el Gobierno, fueron empujados por el aumento de
precio de los commodities y la influencia de la guerra.
Fernández busca, al mismo ritmo de este tramo de la gestión
que diseña, ir empoderándose, afirmado en la autonomía obtenida por los
permanentes embates K. Quiere bajar el ruido político porque reconoce que lo
único que genera el fuego cruzado es la debilidad de la gestión
Es una línea de acción que comenzó con el pedido hacia sus
ministros de evitar la confrontación y no responder al fuego amigo. Aquella
orden llegó después de la críticas que Máximo Kirchner y Andrés “Cuervo”
Larroque le hicieron durante la masiva movilización de La Cámpora el 24 de marzo.
La gestión de los próximos meses encontrará al Presidente
intentando encausar el Gobierno después del fuerte golpe inflacionario, sin
romper la coalición, pero con la certeza de que su alianza política con
Cristina Kirchner es parte de la historia. Por eso se recostará sobre los suyos
y tratará, en base al poder que pueda lograr tener, abrir el camino cuando
aparezcan las trabas del kirchnerismo.
“Para nosotros la interna ya pasó. Y la institucionalización
del Frente de Todos es un coletazo de esa interna. Por el momento no está en
los planes”, advirtió un importante funcionario con despacho en la Casa Rosada
durante la última semana. Una respuesta a los pedidos de Sergio Massa y Jorge
Capitanich que buscaban armar una mesa de definiciones. Esa postura es el
primer ladrillo de la nueva identidad que moldea Fernández.
Lo que resta ver es si podrá terminar de construirla y,
sobre todo, si la podrá mantener en el tiempo. Fernández es un presidente
débil. O, como lo definió un ministro del Gabinete, “no es el presidente de
todos”. Entonces cada paso le cuesta el doble.
Ese es un motivo por lo que en algunos sectores del
peronismo no descartan que el jefe de Estado acepte competir en unas PASO el
año que viene, pese a que parecería extraño que en el peronismo aparezcan
candidatos decididos a realizarle una interna a un Presidente.
Esa limitación lo obliga a construir poder territorial y
político para subsistir y tener soporte en sus decisiones. Sino es solo un
Presidente defendido por los leales y apedreado por los que lo consideran un
traidor. La mejor definición de lo que piensan en el mundo K sobre él la dio
Cristina Kirchner esta semana: “Que te pongan una banda y que te den el bastón
no significa que tengas el poder”.
El próximo paso para lograr esa transición es el cambio de
Gabinete. Son dos modificaciones: nombres y diseño de la estructura
ministerial. Hay muchos ministerios “intocables”, por lo que el margen de
acción no es tan grande y, además, según reconocen en la Casa Rosada, tampoco
hay tantos nombres posibles que se estén barajando y que puedan generar un cambio
importante.
El gran desafío de Fernández es cómo generar un nuevo tiempo
político si la renovación del Gabinete no incluye a los tres principales
ministerios del Gobierno: la Jefatura de Gabinete, el ministerio del Interior y
el de Economía. Ni Juan Manzur, ni Eduardo “Wado” de Pedro, ni Martín Guzmán
están en la lista de los cambios.
En lo que respecta a la estructura, en el oficialismo
advierten sobre la posibilidad de que algunos ministerios pasen a ser
secretarías o que se construya un ministerio nuevo que abarque a otros bajo el
mismo techo. ¿El objetivo? Dinamizar la gestión y achicar la estructura de
ministros.
En ese camino al Presidente se le está complicando para
conseguirle un lugar a Agustín Rossi, quien aparece cada tanto surfeando sobre
los rumores de un regreso al Gabinete. Fernández no puede mandar al “Chivo” a
lo que podría considerarse un ministerio menor, pero no va a sacar los nombres
que ocupan los principales. Es un dilema que aún no está resuelto.
Durante mucho tiempo brotaron de Balcarce 50 los rumores
sobren un posible desembarco en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), un
lugar donde el santafecino no tiene demasiadas ganas de arribar. Tal como pasó
con Julián Domínguez, que sonó muchas veces para el Gabinete y, finalmente,
llegó para ocupar el ministerio de Agricultura, el regreso de Rossi a la
estructura de ministros pareciera tener un final anunciado.
En ese universo desordenado que es el gobierno nacional se
multiplicó la incertidumbre sobre qué rol jugará Cristina Kirchner en los
próximos meses y, sobre todo, de cara al 2023. ¿Qué hará el kirchnerismo frente
a la decisión de Alberto Fernández de llevar adelante la gestión sin negociar
con la Vicepresidenta? ¿Cómo reaccionará?
“A Máximo lo único que le importa es mantener su
organización alineada y controlada. No le interesa la gestión de este gobierno,
que también es el suyo”, fue la sentencia de un alto funcionario del gobierno
nacional para definir el camino que está transitando el líder de La Cámpora y
que creen que recorrerá en los próximos meses con olor electoral.
El Gobierno está partido. En el peronismo esperan con ansias
que Fernández, en el corto plazo, marque el nuevo rumbo de la gestión. El
cambio de Gabinete, que tendría modificaciones en áreas específicas que
controla el kirchnerismo y en segundas líneas, es parte de ese destino.
Durante los días de Semana Santa el círculo chico de
ministros y funcionarios estará en contacto con el Presidente para avanzar en
el nuevo plan de acción. Realizar un cambio de Gabinete sin consultarlo con
Cristina Kirchner será una prueba de fuego para el Presidente.
Es el momento en que tendrá que mostrar, hacia adentro y
hacia afuera del oficialismo, si está dispuesto a conducir el Gobierno con el
puño cerrado y mayor firmeza. O, en el caso contrario, tropezando con las
limitaciones de poder y de gestión que encontró en el camino desde que la
pandemia empezó a diluirse en el tiempo.
Alberto Fernández no solo debe mostrar si está decidido a
hacerlo, sino también si tiene el poder para concretarlo. Su autoridad y
credibilidad están girando como un trompo.
Infobae
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