Francisco: "de la crisis no se sale solo, se sale arriesgando y tomando al otro de la mano"
Puertas afuera, el calor abrasador no parece desanimar a los miles de turistas que, a pleno sol, comparten largas filas para ingresar al Vaticano. A unos pocos metros, en Santa Marta, su abultada agenda se cumple paso a paso. Algún que otro movimiento parece anunciar que está por llegar.
Francisco, su Santidad, el Papa argentino, uno de los
líderes que hoy marca la agenda social y política del mundo, viene caminando
con una sonrisa radiante. Se lo nota recuperado. Consciente de todas las
transformaciones instrumentadas durante sus nueve años de papado y con una
mirada a largo plazo acerca del futuro de la humanidad, de la fe y de la
necesidad de respuestas nuevas. Al ingresar juntos al salón, en el que todo
está dispuesto para una histórica charla con la Agencia Nacional de Noticias
Télam, que transcurrirá durante una hora y media, sé que en esta tarde de junio
estoy viviendo un momento excepcional y único.
- Francisco, usted fue una de las voces más importantes en
un período de muchísima soledad y miedo en el mundo, durante la pandemia. Supo
catalogarla como las limitaciones de un mundo en crisis en lo económico, social
y político. Y en ese momento dijo una frase: "Nunca se sale igual de una
crisis, se sale mejor o se sale peor". ¿Cómo cree que estamos saliendo?
¿Hacia dónde nos dirigimos?
- No me está gustando. En algunos sectores se ha crecido,
pero en general no me gusta porque se ha vuelto selectivo. Fijate, el solo
hecho de que África no tenga las vacunas o tenga las mínimas dosis quiere decir
que la salvación de la enfermedad también fue dosificada por otros intereses.
Que África esté tan necesitada de vacunas indica que algo no funcionó.
Cuando digo que nunca se sale igual, es porque la crisis
necesariamente te cambia. Más aún, las crisis son momentos de la vida donde uno
da un paso adelante. Está la crisis de la adolescencia, la de la mayoría de
edad, la de los 40. La vida te va marcando etapas con las crisis. Porque la
crisis te pone en movimiento, te hace bailar. Y uno tiene que saber asumirlas,
porque si no lo hacés las transformás en conflicto. Y el conflicto es algo
cerrado, busca la solución dentro de sí y se destruye a sí mismo. En cambio, la
crisis es necesariamente abierta, te hace crecer. Una de las cosas más serias
en la vida es saber vivir una crisis, no con amargura.
Bueno, ¿cómo vivimos la crisis?
Cada uno lo hizo como pudo. Hubo héroes, puedo hablar de lo
que acá tenía más cerca: los médicos, enfermeros, enfermeras, curas, monjas,
laicos, laicas que realmente dieron la vida. Algunos murieron. Creo que en
Italia murieron más de sesenta. Dar la vida por los demás es una de las cosas
que apareció en esta crisis. Los curas también se portaron bien, en general,
porque las iglesias estaban cerradas, pero llamaban por teléfono a la gente.
Hubo curas jóvenes que les preguntaban a los viejitos qué necesitaban del
mercado y les hacían las compras. O sea, las crisis te obligan a solidarizarte
porque todos están en crisis. Y de ahí se crece.
- Muchos pensaban que la pandemia había marcado límites: a
la extrema desigualdad, a la despreocupación por el calentamiento global, al
individualismo exacerbado, al mal funcionamiento de los sistemas políticos y de
representación. Sin embargo, existen sectores que insisten en reconstruir las
condiciones previas a la pandemia.
- No podemos volver a la falsa seguridad de las estructuras
políticas y económicas que teníamos antes. Así como digo que de la crisis no se
sale igual, sino que se sale mejor o peor, también digo que de la crisis no se
sale solo. O salimos todos o no sale ninguno. La pretensión que un solo grupo
salga de la crisis, por ahí te puede dar una salvación, pero es una salvación
parcial, económica, política o de ciertos sectores de poder. Pero no se sale
totalmente. Quedás aprisionado por la opción de poder que hiciste. Lo
transformaste en un negocio, por ejemplo, o culturalmente te fortaleciste en el
momento de la crisis. Usar la crisis para el propio provecho es salir mal de la
crisis y, sobre todo, es salir solo. De la crisis no se sale solo, se sale arriesgando
y tomando la mano del otro. Si no lo hacés, no podés salir. Entonces, ahí está
lo social de la crisis.
Esta es una crisis de civilización. Y ocurre que la
naturaleza también está en crisis. Recuerdo que hace unos años recibí a varios
jefes de gobierno y de Estado de los países de la Polinesia. Y uno de ellos
decía: "Nuestro país está pensando en comprar tierras en Samoa, porque
dentro de 25 años quizás no existamos porque está creciendo mucho el mar".
No nos damos cuenta, pero hay un dicho español que nos tiene que hacer pensar:
Dios perdona siempre. Quédense tranquilos que Dios perdona siempre y nosotros,
los hombres, perdonamos de vez en cuando. Pero la naturaleza no perdona nunca.
Se la cobra. Vos usas la naturaleza y se te viene encima.
Un mundo recalentado también nos saca de la construcción de
una sociedad justa, fraterna. Está la crisis, la pandemia y el covid famoso.
Cuando yo estudiaba, lo que más te causaban los virus "corona" era un
resfrío. Pero luego fueron mutando y pasó lo que pasó. Es curiosísimo lo de la
mutación de los virus, porque estamos ante una crisis viral, pero también una
crisis mundial. Una crisis mundial en nuestra relación con el universo. No
vivimos en armonía con la creación, con el universo. Y lo abofeteamos a cada
rato. Usamos mal nuestras fuerzas. Hay gente que no se imagina el peligro que
hoy vive la humanidad con este recalentamiento y manoseo de la naturaleza.
Voy a contar una experiencia personal: en 2007 estaba en el
equipo de redacción del Documento de Aparecida y entonces llegaban las
propuestas de los brasileños hablando del cuidado de la naturaleza. "Pero
estos brasileños, ¿qué tienen en la cabeza?", me preguntaba en aquel
momento, no entendía nada de esto. Pero me fui despertando de a poco y ahí me
vino la inquietud de escribir algo. Con los años, cuando viajé a Estrasburgo el
presidente François Hollande mandó a recibirme a su ministra de medioambiente,
quien en aquel momento era Ségolène Royale. En un momento me preguntó:
"¿Es verdad que usted está escribiendo algo sobre el ambiente?".
Cuando le dije que sí, me pidió: "Por favor, publíquelo antes de la
Conferencia de París". Entonces, me volví a reunir con los científicos que
me dieron un borrador, después me junté con los teólogos que me entregaron otro
borrador, y así salió el "Laudato si". Fue una exigencia para crear
la consciencia de que estamos abofeteando a la naturaleza. Y la naturaleza se
la va a cobrar. Se la está cobrando.
“No me está gustando cómo el mundo sale de la pandemia”
- En la encíclica "Laudato si" advierte que muchas
veces se habla de ecología, pero separándola de las condiciones sociales y de
desarrollo. ¿Cuáles serían esas nuevas reglas en términos económicos, sociales
y políticos, en medio de lo que ha llamado una crisis de civilización y con una
Tierra que, además, dice "no doy más"?
- Está todo unido, es armónico. No podés pensar a la persona
humana sin la naturaleza y no podés pensar a la naturaleza sin la persona
humana. Es como aquel pasaje del Génesis: "Crezcan, multiplíquense y
dominen la Tierra". Dominar es entrar en armonía con la Tierra para
hacerla fructificar. Y nosotros tenemos esa vocación. Hay una expresión de los
aborígenes del Amazonas que me encanta: "el vivir bien". Ellos tienen
esa filosofía del vivir bien, que no tiene nada que ver con nuestro porteño
"pasarla bien" ni con la "dolce vita" italiana. Para ellos
se trata de vivir en armonía con la naturaleza. Acá hace falta una opción
interior de las personas y los países. Una conversión, diríamos. Cuando me
decían que "Laudato si" era una linda encíclica ambiental, les
contestaba que no, que se trataba de "una encíclica social". Porque
no podemos separar lo social de lo ambiental. La vida de los hombres y las
mujeres se desarrolla dentro de un ambiente.
Me viene un dicho español, espero que no sea demasiado
guarango, que dice "el que escupe al cielo, en la cara se le cae". El
maltrato a la naturaleza es un poco esto. La naturaleza se la cobra. Repito: la
naturaleza no perdona nunca, pero no porque sea vengativa, sino porque ponemos
en marcha procesos de degeneración que no están en armonía con nuestro ser.
Hace unos años me quedé helado cuando vi la foto de un barco que había pasado
por el Polo Norte por primera vez. ¡El Polo Norte navegable! ¿Qué quiere decir
esto? Que los hielos se están destruyendo, se están disolviendo, por el
calentamiento. Cuando se ven esas cosas, tenemos que frenarnos. Y son los
jóvenes los que más lo perciben. Nosotros, los grandes, estamos mal acostumbrados,
"no es para tanto" decimos o, simplemente, no entendemos.
JÓVENES, POLÍTICA Y DISCURSO DE ODIO
- Los jóvenes, como señala, parecen tener una mayor
conciencia ecológica, pero da la sensación que, muchas veces, es segmentada.
Hoy se observa menor compromiso político, e incluso a la hora de votar la
participación es muy baja entre los menores de 35 años. ¿Qué les diría a esos
jóvenes? ¿Cómo ayudar a reconstruirles la esperanza?
- Ahí tocaste un punto difícil, que es el descompromiso
político de los jóvenes. ¿Por qué no se comprometen en política, por qué no se
la juegan? Porque están como desanimados. Han visto -no digo todos, por Dios-
situaciones de arreglos mafiosos y de corrupción. Cuando los jóvenes de un país
ven, como se dice, que "se vende hasta a la madre" con tal de hacer
un negocio, entonces baja la cultura política. Y por eso no quieren meterse en
política. Y sin embargo los necesitamos porque son ellos los que tienen que
plantear la salvación a las políticas universales. ¿Y por qué la salvación?
Porque si no cambiamos de actitud con el ambiente, nos vamos todos al pozo. En
diciembre tuvimos un encuentro científico-teológico sobre esta situación
ambiental. Y recuerdo que el jefe de la Academia de Ciencia de Italia dijo:
"si esto no cambia, mi nieta que nació ayer va a tener que vivir dentro de
30 años en un mundo inhabitable". Por eso le digo a los jóvenes que no es
solo la protesta, también deben buscar la manera de hacerse cargo de los
procesos que nos ayuden a sobrevivir.
"Si los jóvenes no son protagonistas de la historia
estamos fritos"
- ¿Considera que parte de la frustración de algunos jóvenes
hace que sean seducidos por discursos de odio y opciones políticas extremas?
- El proceso de un país, el proceso de desarrollo social, económico
y político, necesita de una continua revaloración y un continuo choque con los
otros. El mundo político es ese choque de ideas, de posiciones, que nos
purifica y nos hace ir juntos adelante. Los jóvenes tienen que aprender esta
ciencia de la política, de la convivencia, pero también de la lucha política
que nos purifica de egoísmos y nos lleva adelante. Es importante ayudar a los
jóvenes en ese compromiso socio-político y, también, a que no les vendan un
buzón. Aunque hoy día, creo que la juventud está más avivada. En mis tiempos,
no nos vendían un buzón, nos vendían el Correo Central. Hoy están más
despiertos, son más vivos.
Yo confío mucho en la juventud. "Sí, pero qué sé yo, no
vienen a misa", me dice por ahí un cura. Yo contesto que hay que ayudarlos
a crecer y acompañarlos. Después, Dios le hablará a cada uno. Pero hay que
dejarlos crecer. Si los jóvenes no son los protagonistas de la Historia,
estamos fritos. Porque ellos son el presente y el futuro.
- Hace unos dias usted hablaba de la importancia del diálogo
intergeneracional.
- Sobre esto me quiero permitir una cosa que siempre me
gusta destacar: tenemos que reinstaurar el diálogo de los jóvenes con los
viejos. Los jóvenes necesitan dialogar con sus raíces y los viejos necesitan
darse cuenta que dejan herencia. El joven cuando se encuentra con el abuelo o
la abuela recibe savia, recibe cosas y se las lleva adelante. Y el viejo,
cuando se encuentra con el nieto o la nieta, tiene esperanza. Bernárdez tiene
un verso muy lindo, no sé de qué poema, que dice: "Todo lo que el árbol
tiene de florido le viene de aquello que tiene soterrado". No dice
"las flores vienen de allá abajo". No, las flores están arriba. Pero
ese diálogo de arriba a abajo, de tomar de las raíces y llevar adelante, es el
verdadero sentido de la tradición.
También me impresionó una frase del compositor Gustav
Mahler: "La tradición es la garantía del futuro". No es una pieza de
museo. Es aquello que te da vida, siempre y cuando te haga crecer. Otra cosa es
el ir hacia atrás, eso es un conservadurismo malsano. "Porque siempre se
hizo así, yo no me juego por un paso adelante", razonan. Quizás esto
necesite más explicación, pero voy a lo esencial del diálogo de los jóvenes con
los viejos, porque de ahí se toma el verdadero sentido de la tradición. No es
tradicionalismo. Es la tradición que te hace crecer, es la garantía del futuro.
LOS MALES DE LA ÉPOCA
- Francisco, usted suele describir tres males de la época:
el narcisismo, el desánimo y el pesimismo. ¿Cómo se los combate?
- Esas tres cosas que nombraste - narcisismo, desánimo y
pesimismo - entran en lo que se llama la psicología del espejo. Narciso, claro,
miraba el espejo. Y ese mirarse no es mirar hacia adelante, sino volverse sobre
sí mismo y estar continuamente lamiendo la propia llaga. Cuando, en realidad,
lo que te hace crecer es la filosofía de la alteridad. Cuando no hay
confrontación en la vida no se crece. Esas tres cosas que mencionaste son las
del espejo: yo veo para mirarme a mí mismo y lamentarme. Recuerdo a una monja
que vivía quejándose y en el convento la llamaban "Sor Lamentela".
Bueno, hay gente que se lamenta continuamente de los males de la época. Pero
hay algo que ayuda mucho contra este narcisismo, desánimo y pesimismo, que es
el sentido del humor. Es lo que más humaniza.
Hay una oración muy linda de Santo Tomás Moro, que yo rezo
todos los días desde hace más de 40 años, que empieza pidiendo "Dame,
Señor, una buena digestión y también algo que digerir. Dame sentido del humor,
que sepa apreciar un chiste". El sentido del humor relativiza tanto y hace
tanto bien. Eso va contra ese espíritu de pesimismo, de "lamentela".
Era Narciso, ¿no? Volver sobre el espejo. Narcisismo típico.
El Papa reiteró su concepto de "guerra mundial a
pedacitos". / Foto: © Vatican Media.
- Hacia 2014 ya sostenía que el mundo estaba entrando en una
Tercera Guerra Mundial y hoy la realidad no hace más que confirmar sus
pronósticos. ¿La falta de diálogo y de escucha son un agravante en la situación
actual?
- La expresión que utilicé aquella vez fue "guerra
mundial a pedacitos". Esto de Ucrania lo vivimos de cerca y por eso nos
alarmamos, pero pensemos en Ruanda hace 25 años, Siria desde hace 10, Líbano
con sus luchas internas o Myanmar hoy mismo. Esto que vemos está sucediendo
desde hace tiempo. Una guerra, lamentablemente, es una crueldad al día. En la
guerra no se baila el minué, se mata. Y hay toda una estructura de venta de
armas que lo favorece. Una persona que sabía de estadísticas me dijo, no me acuerdo
bien los números, que, si durante un año no se fabricaran armas, no habría
hambre en el mundo.
"El uso y la posesión de armas nucleares es
inmoral"
Creo que llegó el momento de repensar el concepto de
"guerra justa". Puede haber una guerra justa, hay derecho a
defenderse, pero como se usa hoy día ese concepto hay que repensarlo. Yo he
declarado que el uso y la posesión de armas nucleares es inmoral. Resolver las
cosas con una guerra es decirle no a la capacidad de diálogo, de ser
constructivos, que tienen los hombres. Es muy importante esa capacidad de
diálogo. Salgo de la guerra y voy al comportamiento común. Fijate cuando estás
hablando con algunas personas y antes que termines, te interrumpen y te
contestan. No sabemos escucharnos. No le permitimos al otro que diga lo suyo.
Hay que escuchar. Escuchar lo que dice, recibir. Declaramos la guerra antes, es
decir, cortamos el diálogo. Porque la guerra es esencialmente una falta de
diálogo.
Cuando en el 2014 fui a Redipuglia, por el centenario de la
guerra de 1914, vi en el cementerio la edad de los muertos y lloré. Ese día
lloré. Un 2 de noviembre, algunos años después, fui al cementerio de Anzio y
cuando vi la edad de aquellos chicos muertos, también lloré. No me avergüenzo
de decirlo. Qué crueldad. Y cuando se conmemoró el aniversario del desembarco
en Normandía, pensaba en los 30.000 muchachos que quedaron sin vida en la
playa. Abrían las barcas y "a bajar, a bajar", les ordenaban mientras
los nazis los esperaban. ¿Se justifica eso? Visitar los cementerios militares en
Europa ayuda a caer en la cuenta de esto.
LA CRISIS DE LAS INSTITUCIONES
- ¿Acaso están fallando los organismos multilaterales ante
estas guerras? ¿Es posible conseguir la paz a través de ellos? ¿Es factible
buscar soluciones conjuntas?
- Después de la Segunda Guerra Mundial hubo mucha esperanza
en las Naciones Unidas. No quiero ofender, sé que hay gente muy buena que
trabaja, pero en este punto no tiene poder para imponerse. Ayuda sí para evitar
guerras y pienso en Chipre, donde hay tropas argentinas. Pero para parar una
guerra, para resolver una situación de conflicto como la que estamos viviendo
hoy en Europa, o como las que se vivieron en otros lugares del mundo, no tiene
poder. Sin ofender. Es que la constitución que tiene no le da poder.
- ¿Han cambiado los poderes en el mundo? ¿Se modificó el
peso de algunas instituciones?
- Es una pregunta que no quiero universalizar mucho. Quiero
decir así: hay instituciones beneméritas que están en crisis o, peor, que están
en conflicto. Las que están en crisis me dan esperanzas de un posible progreso.
Pero las que están en conflicto se involucran en resolver asuntos internos. En
este momento hace falta valentía y creatividad. Sin esas dos cosas, no vamos a
tener instituciones internacionales que puedan ayudarnos a superar estos
conflictos tan graves, estas situaciones de muerte.
TIEMPO DE BALANCE
- En 2023 se cumplen 10 años de su designación en el
Vaticano, un aniversario ideal para trazar un balance. ¿Pudo cumplir todos sus
objetivos? ¿Qué proyectos quedan pendientes?
- Las cosas que hice no las inventé ni las soñé después de
una noche de indigestión. Recogí todo lo que los cardenales habíamos dicho en
las reuniones pre-cónclave, que debía hacer el próximo Papa. Entonces dijimos
las cosas que había que cambiar, los puntos que había que tocar. Lo que puse en
marcha fue eso que se pidió. No creo que haya habido nada original mío, sino
poner en marcha lo que se pidió entre todos. Por ejemplo, en la parte de
Reforma de la Curia terminó con la nueva Constitución Apostólica Praedicate
Evangelium, que después de 8 años y medio de trabajo y consulta se logró poner
lo que habían pedido los cardenales, cambios que ya se iban poniendo en
práctica. Hoy día hay una experiencia de tipo misionero. Praedicate Evangelium,
es decir, "sean misioneros". Prediquen la palabra de Dios. O sea, que
lo esencial es salir.
Curioso: en esas reuniones hubo un cardenal que dijo que en
el texto del Apocalipsis Jesús dice: "estoy en la puerta y llamo. Si
alguno me abre, entraré". Él entonces dijo "Jesús sigue golpeando,
pero para que lo dejemos salir, porque lo tenemos aprisionado". Eso es lo
que se pidió en esas reuniones de cardenales. Y cuando fui elegido, lo puse en
marcha. A los pocos meses, se hicieron consultas hasta que se armó la nueva Constitución.
Y mientras tanto se iban haciendo los cambios. O sea, no son ideas mías. Eso
que quede claro. Son ideas de todo el Colegio Cardenalicio que pidió eso.
"Lo que hice no lo inventé ni lo soñé después de una
noche de indigestión", aclaró a manera de balance de sus casi 10 años de
papado. Foto: Archivo / AFP.
- Pero hay una impronta suya, se observa una impronta de la
Iglesia latinoamericana?
- Eso sí.
- ¿En qué posibilitó esa perspectiva los cambios que se
están viendo hoy?
- La Iglesia latinoamericana tiene una historia de cercanía
al pueblo muy grande. Si tomamos las conferencias episcopales - la primera en
Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida - siempre fue en diálogo
con el pueblo de Dios. Y eso ayudó mucho. Es una Iglesia popular, en el sentido
real de la palabra. Es una Iglesia del pueblo de Dios, que se desnaturalizó
cuando el pueblo no podía expresarse y terminó siendo una Iglesia de capataces
de estancia, con los agentes pastorales que mandaban. El pueblo se fue
expresando cada vez más en lo religioso y terminó siendo protagonista de su
historia.
Hay un filósofo argentino, Rodolfo Kusch, que es el que
mejor captó lo que es un pueblo. Como sé que me van a escuchar, recomiendo la
lectura de Kusch. Es uno de los grandes cerebros argentinos Tiene libros sobre
la filosofía del pueblo. En parte, esto es lo que vivió la iglesia
latinoamericana, aunque tuvo conatos de ideologización, como el instrumento de
análisis marxista de la realidad para la Teología de la Liberación. Fue una
instrumentalización ideológica, un camino de liberación - digamos así - de la
iglesia popular latinoamericana. Pero una cosa son los pueblos y otra son los
populismos.
LAS ENSEÑANZAS DE LA PERIFERIAS
- ¿Cómo sería la diferencia entre ambos?
- En Europa lo tengo que expresar continuamente. Acá tienen
una experiencia de populismo muy triste. Hay un libro que salió ahora,
"Síndrome 1933", que muestra cómo se fue gestando el populismo de
Hitler. Entonces, me gusta decir: no confundamos populismo con popularismo.
Popularismo es cuando el pueblo lleva adelante sus cosas, expresa lo suyo en
diálogo y es soberano. El populismo es una ideología que aglutina al pueblo,
que se mete a reagruparlo en una dirección. Y acá cuando les hablás de fascismo
y nazismo entienden en ese aspecto lo que es un populismo. La Iglesia
latinoamericana tiene aspectos de sujeción ideológica en algunos casos. Los ha
habido y los seguirá habiendo porque eso es una limitación humana. Pero es una
Iglesia que pudo y puede expresar cada vez mejor su piedad popular, por
ejemplo, su religiosidad y su organización popular.
Cuando vos encontrás que a las patronales del Milagro de
Salta te bajan los Misachicos (Nota de la redacción: Misachicos son pequeñas
procesiones organizadas por familias o grupos portando la imagen de un santo,
típicas del Noroeste Argentino) desde 3 mil metros, hay ahí una entidad
religiosa que no es superstición, porque se sienten identificados con eso. La
Iglesia latinoamericana ha crecido mucho en esto. Y también es una Iglesia que
supo cultivar las periferias, porque la verdadera realidad se ve desde allí.
- ¿Por qué la verdadera transformación viene de la
periferia?
-Me llamó la atención una conferencia que escuché de Amelia
Podetti, una filósofa que ya falleció, en la que dijo: ?Europa vio el Universo
cuando Magallanes llegó al Sur?. O sea, desde la periferia más grande, se
entendió a sí misma. La periferia nos hace entender el centro. Podrán estar de
acuerdo o no, pero si vos querés saber lo que siente un pueblo, andá a la
periferia.
Las periferias existenciales, no sólo las sociales. Andá a
los viejos jubilados, a los chicos, andá a los barrios, andá a las fábricas, a
las universidades, andá donde se juega el día a día. Y ahí se muestra el
pueblo. Los lugares donde el pueblo se puede expresar con mayor libertad. Para
mí esto es clave. Una política desde el pueblo que no es populismo. Respetar
los valores del pueblo, respetar el ritmo y la riqueza de un pueblo.
- En los últimos años Latinoamérica comenzó a mostrar
alternativas al neoliberalismo a partir de la construcción de proyectos
populares e inclusivos. ¿Cómo ve a Latinoamérica como región?
- Latinoamérica todavía está en ese camino lento, de lucha,
del sueño de San Martín y Bolívar por la unidad de la región. Siempre fue
víctima, y será víctima hasta que no se termine de liberar, de imperialismos
explotadores. Eso lo tienen todos los países. No quiero mencionarlos porque son
tan obvios que todo el mundo los ve. El sueño de San Martín y Bolívar es una
profecía, ese encuentro de todo el pueblo latinoamericano, más allá de la
ideología, con la soberanía. Esto es lo que hay que trabajar para lograr la
unidad latinoamericana. Donde cada pueblo se sienta a sí mismo con su identidad
y, a la vez, necesitado de la identidad del otro. No es fácil.
"La verdadera realidad se ve desde la periferia"
- Usted señala un camino a partir de ciertos principios
políticos.
- Ahí hay cuatro principios políticos que a mí me ayudan, no
solo para esto sino incluso para resolver cosas de la Iglesia. Cuatro
principios que son filosóficos, políticos o sociales, lo que quieras. Los voy a
mencionar: "La realidad es superior a la idea", o sea, cuando te vas
por los idealismos, perdiste; es la realidad, tocar la realidad. "El todo
es superior a la parte", es decir, buscar siempre la unidad del todo.
"La unidad es superior al conflicto", o sea, cuando privilegiás los
conflictos, dañás la unidad. "El tiempo es superior al espacio",
fijate que los imperialismos siempre buscan ocupar espacios y la grandeza de
los pueblos es iniciar procesos.
Estos cuatro principios siempre me ayudaron para entender a
un país, a una cultura o a la Iglesia. Son principios humanos, de integración.
Y hay otros principios que son más ideológicos, de desintegración. Pero
reflexionar sobre esos cuatro principios ayuda mucho.
MANIPULACIÓN MEDIÁTICA
- Usted es, tal vez, la voz más importante en el mundo en
términos de liderazgo social y político. ¿A veces siente que, desde su voz
disonante, tiene la posibilidad de cambiar muchas cosas?
- Que es disonante, algunas veces lo sentí. Creo que mi voz
puede cambiar, pero no me la creo mucho porque te puede hacer daño eso. Yo digo
lo que siento delante de Dios, delante de los demás, con honestidad y con el
deseo de que sirva. No me preocupa tanto si va a cambiar o no va a cambiar
cosas. Me cuadra más el decir las cosas y el ayudar a que se cambien solas.
Creo que en el mundo existe, y en Latinoamérica en especial, una gran fuerza
para cambiar las cosas con estos cuatro principios que recién dije.
Y, es verdad, si hablo yo todos dicen "habló el Papa y
dijo esto". Pero también es cierto que te agarran una frase fuera de
contexto y te hacen asegurar lo que no quisiste decir. O sea, hay que tener
mucho cuidado. Por ejemplo, con la guerra hubo toda una disputa por una
declaración que hice en una revista jesuita: dije "aquí no hay buenos ni
malos" y expliqué por qué. Pero se tomó esa frase sola y dijeron "¡El
Papa no condena a Putin!". La realidad es que el estado de guerra es algo
mucho más universal, más serio, y aquí no hay buenos ni malos. Todos estamos
involucrados y eso es lo que tenemos que aprender.
- El mundo se ha vuelto cada vez más desigual y eso se
refleja también en los medios de comunicación que a partir de una gran
concentración empresarial y de las plataformas digitales y redes sociales son
cada vez más poderosas en términos de producción de discurso. En este contexto,
¿cuál cree que debería ser el papel de los medios?
- Tomo el principio de "la realidad es superior a la
idea". Me viene a la mente un libro que escribió el filósofo Simone
Paganini, un profesor de la Universidad de Aachen, donde habla de la
comunicación y de las tensiones que existen entre el autor de un libro, el lector
y la fuerza del propio libro. Él plantea que tanto en la comunicación como en
la lectura del libro se va desarrollando una tensión. Y eso en la comunicación
es clave. Porque, de alguna manera, la comunicación tiene que entrar en una
relación de sana tensión, que haga pensar al otro y lo lleve a responder. Si no
existe esto, es sólo información.
"La comunicación no debe cambiar la esencia de la
realidad"
La comunicación humana - y habla de periodistas,
comunicadores, lo que sea - tiene que entrar en la dinámica de esa tensión.
Tenemos que ser muy conscientes que comunicar es involucrarnos. Y ser muy
conscientes de la necesidad de involucrarnos bien. Por ejemplo, está la
objetividad. Yo comunico una cosa y digo: "pasó esto, pienso esto".
Ahí me juego yo, y me abro a la respuesta del otro. Pero si yo comunico lo que
pasó podándolo, y sin decir que lo estoy podando, soy deshonesto porque no
comunico una verdad. No se puede comunicar objetivamente una verdad porque si
la estoy comunicando yo, le voy a meter mi salsa. Por eso es importante
distinguir "pasó esto y pienso que es esto". Hoy, lamentablemente, el
"pienso" lleva a deformar la realidad. Y esto es muy serio.
- Usted en varias oportunidades ha hablado de los pecados de
la comunicación.
- Esto lo dije por primera vez en una conferencia realizada
en Buenos Aires cuando era arzobispo. Se me ocurrió hablar de los cuatro
pecados de la comunicación, del periodismo. Primero, la desinformación: decir
lo que me conviene y callarme lo otro. No, decí todo, no podés desinformar.
Segundo, la calumnia. Se inventan cosas y a veces destruyen a una persona con
una comunicación. Tercero, la difamación, que no es calumnia, pero que es como
traerle a una persona un pensamiento que tuvo en otra época y que ya cambió. Es
como si a un adulto te trajeran los pañales sucios de cuando eras chiquito. Era
chico, pensaba así. Cambió, ahora es así. Y para el cuarto pecado, usé la
palabra técnica coprofilia, es decir, el amor a la caca, el amor a la
porquería. O sea, buscar ensuciar, buscar el escándalo por el escándalo. Me
acuerdo que el cardenal Antonio Quarracino decía: "Yo ese diario no lo
leo, porque hago así y brota sangre". Es el amor a lo sucio, a lo feo.
Creo que un medio de comunicación tiene que estar atento a
no caer en la desinformación, en la calumnia, en la difamación y en la
coprofilia. Su valor es expresar la verdad. Digo la verdad, pero soy yo quien
la expreso y le meto mi salsa. Pero dejo bien claro lo que es mi salsa y lo que
es lo objetivo. Y la transmito. Aunque a veces en esa transmisión se pierde un
poco la honestidad, entonces del boca a boca de la transmisión pasás a un
primer paso con Caperucita escapándose del Lobo que se la quiere comer y
terminás, después de la comunicación, en un banquete donde la abuela y
Caperucita están comiéndose al Lobo. Hay que tener cuidado para que la
comunicación no cambie la esencia de la realidad.
COMUNICACIÓN Y PODER
- ¿Qué valor le asigna a la comunicación?
- La comunicación es algo sagrado. Es quizás de las cosas
más lindas que tenga la persona humana. Comunicarse es divino y hay que saber
hacerlo con honestidad y autenticidad. Sin agregar cosas de mi cosecha y no
decirlo. "Pasó esto. Yo pienso que debe ser esto o interpreto lo
otro", pero que quede claro que sos vos. Hoy día los medios de
comunicación tienen una gran responsabilidad didáctica: enseñar honestidad a la
gente, enseñar a comunicarse con el ejemplo, enseñar a la convivencia. Pero si
vos tenés medios de comunicación que da la impresión que tienen una metralla en
la mano para destruir a la gente - con la selección de la verdad, con la
calumnia, con la difamación o con ensuciarlo - eso nunca hará crecer a un
pueblo.
Pido que los medios de comunicación tengan esa sana
objetividad, lo que no quiere decir que sea agua destilada. Reitero: "el
hecho es así y yo pienso así". Y salís al ruedo, pero que quede claro lo
que pensás. Eso es muy noble. Pero si vos hablás con el programa que te impone
tal movimiento político, tal partido, sin decir que es eso, eso es innoble y no
es de bien nacido. El comunicador, para ser buen comunicador, tiene que ser
bien nacido.
- Muchos medios al priorizar sus intereses dan paso a una
agenda de la globalización de la indiferencia. Son los temas que los medios
deciden visibilizar u ocultar por distintas razones.
- Sí, cuando a veces pienso en algún medio que
lamentablemente no cumple bien su misión, cuando pienso estas cosas de nuestra
cultura en general, de la cultura mundial, que dañan a la misma sociedad, me
viene a mí una frase de nuestra filosofía que parece pesimista, pero es la
verdad: "Dale que va, todo es igual, que allá en el horno se vamo" a
encontrar. Es decir, no interesa qué es la verdad o qué no lo es. No interesa
que esta persona gane o pierda. Todo es igual. "Dale que va". Cuando
se da esa filosofía en los medios de comunicación es desastroso porque crea una
cultura de la indiferencia, del conformismo y del relativismo que nos daña a
todos.
- Muchas veces se le asigna a la tecnología cierta vida
propia, como responsable de males que se cometen más allá del uso que se hace.
¿Cómo recuperar el humanismo en este mundo tan tecnológico?
- Mirá, un quirófano es un lugar donde la tecnología se usa al
milímetro. Y, sin embargo, qué cuidado se tiene en una intervención quirúrgica
a través de las nuevas tecnologías. Porque hay una vida de por medio que hay
que cuidar. El criterio es este: que la tecnología siempre vea que está
trabajando con vidas humanas. Hay que pensar en los quirófanos. Esa es la
honestidad que tenemos que tener siempre, hasta en la comunicación. Hay vidas
de por medio. No podemos hacer las cosas como si nada pasara.
LOS PASTORES DEL PUEBLO
- Siempre fue un pastor, pero cómo transmitir esa Iglesia de
pastores, esa Iglesia de la calle que le habla a los fieles. ¿Acaso hoy la fe
es distinta? ¿El mundo tiene menos fe? ¿La fe se puede recuperar?
- Me gusta hacer una distinción entre pastores de pueblo y
clérigos de Estado. Clérigo de Estado es aquel de las cortes francesas, como
Monsieur L'Abbé, y a veces los curas tenemos la tentación de noviar demasiado
con los poderes y ese no es el camino. El verdadero camino es el pastoreo.
Estar en medio de tu pueblo, delante de tu pueblo y detrás de tu pueblo. Estar
en medio para olerlo bien, para conocerlo bien, porque a vos te sacaron de ahí.
Estar delante de tu pueblo para a veces marcar el ritmo. Y estar detrás de tu
pueblo para ayudar a los rezagados y para dejar que camine solo para ver para
dónde tira, porque las ovejas a veces tienen la intuición de saber dónde está
el pasto. El pastor es eso. Un pastor que esté solo delante del pueblo no va.
Tiene que estar mezclado y participando de la vida de su pueblo. Si Dios te
pone a pastorear es para que pastorées, no para que condenes. Dios vino acá
para salvar, no para condenar. Eso lo dice San Pablo, no lo digo yo. Salvemos a
la gente, no nos pongamos demasiado severos.
A algunos no les va a gustar lo que voy a decir: hay un
capitel de la Basilica de Vèzelay, no me acuerdo si es 900 o 1100. Vos sabés
que, en aquella época medieval, la catequesis se hacía con las esculturas, con
los capiteles. La gente los veía y aprendía. Y un capitel de Vèzelay que me
tocó mucho es el de un Judas ahorcado, el diablo tirándolo para abajo y, del
otro lado, un buen pastor que lo agarra y se lo lleva con una sonrisa irónica.
Con eso le está enseñando al pueblo que Dios es más grande que tu pecado, que
Dios es más grande que tu traición, que no te desesperes por las macanas que
hiciste, que siempre hay alguien que te va a llevar sobre los hombros. Es la
mejor catequesis sobre la persona de Dios, la misericordia de Dios. Porque la
misericordia de Dios no es un regalo que te da, es él mismo. No puede ser de
otra manera. Cuando presentamos a ese Dios severo, que todo es castigo, no es
nuestro Dios. Nuestro Dios es el de la misericordia, de la paciencia, el Dios
que no se cansa de perdonar. Ese es nuestro Dios. No el que, a veces,
desfiguramos los curas.
"Latinoamérica siempre fue víctima de imperialismos
explotadores"
- Si la sociedad escucha a ese Dios y a ese pueblo que a
veces no es escuchado, ¿considera que se podrá construir un discurso distinto,
alternativo al discurso hegemónico?
- Sí, por supuesto. La hegemonía nunca es saludable.
Quisiera hablar de algo antes de terminar: en nuestra vida litúrgica, en el
Evangelio, está la huída a Egipto. Jesús tiene que escaparse, su padre y su
madre, porque Herodes lo quiere matar. Los Reyes Magos y toda esa historia.
Entonces está la huída a Egipto, que tantas veces la pensamos como si fueran en
carroza, tranquilos en un burrito.
Resulta que, hace dos años, un pintor piamontés pensó en el
drama de un papá siriano escapando con su hijo y dijo: "Ese es San José
con el niño". Lo que sufre ese hombre es lo que sufrió San José en esa
época. Es ese cuadro que está ahí, que me lo regaló.
BERGOGLIO Y FRANCISCO
- Más allá del orgullo de tener un Papa argentino, siempre
pienso cómo se ve usted. ¿Cómo ve el Papa a Bergoglio y cómo Bergoglio vería a
Francisco?
- Bergoglio nunca se imaginó que iba a terminar aquí. Nunca.
Yo vine al Vaticano con una valijita, con lo puesto y un poquito más. Más aún:
dejé preparados en Buenos Aires los sermones para el Domingo de Ramos. Pensé:
ningún Papa va a asumir el Domingo de Ramos, así que yo el sábado viajo de
vuelta a casa. O sea, nunca me imaginé que iba a estar acá. Y cuando veo al
Bergoglio de allá y toda su historia, las fotografías hablan. Es la historia de
una vida que caminó con muchos dones de Dios, muchas fallas de mi parte, muchas
posturas no tan universales.
Uno va aprendiendo en la vida a ser universal, a ser
caritativo, a ser menos malo. Yo creo que todas las personas son buenas. O sea,
veo a un hombre que caminó, que tomó una senda, con altos y bajos, y tantos
amigos lo ayudaron a seguir caminando. Mi vida no la caminé nunca solo. Siempre
hubo hombres y mujeres, empezando por mis padres, mis hermanos, una vive
todavía, que me han acompañado. No me imagino una persona solitaria, porque no
lo soy. Una persona que caminó su vida, que estudió, que trabajó, que se metió
a cura, que hizo lo que pudo. No se me ocurre pensarlo de otra manera.
- ¿Y cómo miraría Bergoglio al Papa?
- No sé cómo lo miraría. Yo creo que en el fondo diría
"¡Pobre tipo! ¡La que te tocó!" Pero no es tan trágico ser Papa. Uno
puede ser un buen pastor.
- Tal vez lo miraría como lo miramos todos: lo descubriría.
- Sí, puede ser. Pero no se me ocurrió hacerme esa pregunta,
meterme allá. Lo voy a pensar.
- ¿Siente que cambió mucho siendo Papa?
- Algunos me dicen que afloraron cosas que estaban en germen
en mi personalidad. Que me volví más misericordioso. En mi vida tuve períodos
rígidos, que exigía demasiado. Después me di cuenta que por ese camino no se
va, que hay que saber conducir. Es esa paternidad que tiene Dios. Hay una
canción napolitana muy hermosa que describe lo que es un padre napolitano. Y
dice "el padre sabe lo que te pasa a vos, pero se hace el que no
sabe". Ese saber esperar a los demás propio de un padre. Sabe lo que te
está pasando, pero se las arregla para que vos solo vayas, él te está esperando
como si nada sucediera. Es un poco lo que hoy criticaría de aquel Bergoglio
que, en alguna etapa, no siempre, como obispo que fui un poco más benévolo.
Pero en la etapa de jesuita fui muy severo. Y la vida es muy linda con el
estilo de Dios, de saber esperar siempre. Saber, pero hacerte el tonto como que
no sabés y dejarlo madurar. Es una de las sabidurías más lindas que nos da la
vida.
- Se lo ve muy bien, Francisco. ¿Tenemos Papa y Francisco
para rato?
- Que lo diga el de arriba.
LOS CUATRO PRINCIPIOS DE FRANCISCO
Desde sus años de formación jesuita, el Papa Francisco
siempre defendió cuatro principios conceptuales que lo ayudaron a comprender no
sólo las encrucijadas de su país, sino también algunos desafíos de su propia
Iglesia. "Reflexionar sobre ellos me ayuda mucho", admitió el
Pontífice en un tramo de la entrevista exclusiva que concedió a Télam, en el
Vaticano.
"La realidad es superior a la idea", es el primero
de estos principios, es decir "cuanto te vas por los idealismos, perdiste,
porque lo importante es la realidad, tocar la realidad", según explicó el
Pontífice.
"El todo es superior a la parte", es el segundo
principio, lo que se traduce en la necesidad de "buscar siempre la unidad
del todo", como señaló Francisco.
"La unidad es superior al conflicto", es el
tercero, o sea, "cuando se privilegian los conflictos se está dañando la
unidad", según sus palabras.
"El tiempo es superior al espacio", es el cuarto
de los principios con el que Francisco explica, didáctico, cómo "los
imperialismos siempre buscan ocupar espacios y la grandeza de los pueblos es
iniciar procesos".
A la hora de definirlos, a Francisco le gusta calificarlos
como "cuatro principios que son filosóficos, políticos o sociales",
al tiempo que recuerda que siempre le ayudaron "a entender a un país, a
una cultura o a la Iglesia".
"Son principios humanos y de integración, - concluyó -
mientras hay otros que son más ideológicos y de desintegración. Yo elijo
estos".
LOS PECADOS DE LA COMUNICACIÓN
La creciente influencia de los medios de comunicación y la
necesidad de instrumentar mecanismos de defensa ante la manipulación
informativa y las "fake news", son cuestiones que forman parte, desde
hace años, de la agenda del Papa Francisco. "Tenemos que ser conscientes
que comunicar es involucrarnos y ser muy conscientes en la necesidad de
involucrarnos bien", destacó el Pontífice en la entrevista con Télam.
Desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires, Francisco
viene analizando este peligroso fenómeno por todos conocido - y por muchísimos
padecido - con una mirada sumamente crítica. Y, fiel a su formación religiosa,
quiso bautizarlo como "Los Cuatro Pecados de la Comunicación".
El primero de ellos es la desinformación, es decir, informar
exclusivamente lo que conviene y callar el resto. "No - pidió Francisco -
tenés que decir todo, no podés desinformar".
El segundo pecado es la calumnia, o sea, una falsa
imputación que "a veces puede llegar a destruir a una persona con una
comunicación", según explicó el Papa.
En tercer lugar, se ubica la difamación, una actitud que
equivale a "traerle a una persona un pensamiento que tuvo en otra época y
que ya cambió, olvidando que ahora es diferente", como señaló el
Pontífice.
Para el cuarto pecado, Francisco suele utilizar la palabra
coprofilia, es decir, "ese amor a la porquería que busca ensuciar a partir
del escándalo", según sus palabras.
"Un medio de comunicación - concluyó el Papa - tiene
que estar atento a no caer en esta desinformación, calumnia, difamación y
coprofilia. Su valor debe estar en expresar la verdad".
"ESTAMOS ABOFETEANDO A LA NATURALEZA"
En un nuevo llamado a cuidar el medio ambiente y detener lo
que calificó como "una crisis mundial en nuestra relación con el
universo", Francisco advirtió que "hay gente que no se imagina el
peligro que hoy vive la humanidad con este recalentamiento y manoseo de la
naturaleza".
En un tramo de la entrevista exclusiva que concedió a Télam
en el Vaticano, el Papa expresó su preocupación por el creciente deterioro del
medio ambiente y la falta de políticas globales para revertir esta situación.
"No vivimos en armonía con la creación y la abofeteamos a cada rato.
Usamos mal nuestras fuerzas", aseguró el Pontífice.
El Pontífice también reveló cómo fue su aprendizaje personal
hasta llegar a Laudatio Si, la encíclica de 2015 en la que alertó sobre el
creciente deterioro de la naturaleza por la acción irresponsable del hombre.
"En 2007 integraba el equipo de redacción del Documento de Aparecida,
cuando nos llegaron las propuestas de los brasileños hablando del cuidado de la
naturaleza. ¿Pero qué tienen en la cabeza?, me preguntaba en aquel momento.
Pero con los años, me fui despertando y ahí me vino la inquietud de escribir
algo", evocó Francisco.
"Mucho tiempo después - agregó - cuando viajé a
Estrasburgo el presidente Hollande mandó a recibirme a su ministra de
medioambiente, que en aquel momento era Ségolène Royale. En un momento me
preguntó: '¿Es verdad que usted está escribiendo algo sobre el ambiente?'.
Cuando le dije que sí, me pidió: 'Por favor, publíquelo antes de la Conferencia
de París'. Entonces, me volví a reunir con los científicos que me dieron un
borrador, después me junté con los teólogos que me entregaron otro borrador, y
así salió el Laudato Si".
"Fue una exigencia para crear la consciencia de que
estamos abofeteando a la naturaleza. Y la naturaleza se la va a cobrar, se la
está cobrando", aseguró.
QUÉ PENSABA KUSCH, EL FILÓSOFO QUE EL PAPA RECOMIENDA LEER
Ignorado por la academia y marginado en su tiempo por no
aceptar las ideas que se intentaban imponer desde Europa, Günter Rodolfo Kusch
(1922-1979) fue un filósofo, antropólogo y dramaturgo argentino que dedicó su
vida a investigar y a difundir los valores del pensamiento popular e indígena
americano.
La esencia de su línea de pensamiento radica en el hecho
que, si se estudia con categorías alejadas de la propia realidad, se produce
una dominación cultural que impide la necesaria emancipación de los pueblos.
Para combatir esa lógica, Kusch se instaló en la puna
argentina con su esposa y dos "armas" fundamentales: un grabador y
una cámara de fotos. Con estas herramientas
se dedicó a escuchar al pueblo, dejando registro del riquísimo bagaje
cultural que podía expresar desde la dueña de una farmacia, hasta un tejedor o
un anónimo arriero. Es que para Kusch no se podía hacer filosofía sin ubicarla
en un determinado entorno.
Rodolfo Kusch, el filósofo argentino que es preciso leer,
como recomendó el Papa Francisco. / Foto: Gentileza Instituto Rodolfo Kusch.
Asimismo, marcó una diferencia fundamental entre el
"ser" y el "estar", aclarando que la experiencia del ser se
refiere a la Europa del siglo XVI; mientras que la del estar, a las culturas
precolombinas. Kusch planteó que alejarse de la naturaleza era una forma de
destruirla.
Desde su mirada, la filosofía americana sólo podía surgir a
partir de un sujeto cultural americano. En virtud de este razonamiento, pensaba
que en América no se podía tener una filosofía genuina, ya que la misma había
nacido en otro ámbito cultural.
Por eso, planteaba que era fundamental avanzar hacia esa
cultura americana que se expresaba en el pueblo, para de esta manera poder
plasmar una filosofía auténtica.
"Parto de la tesis de que la pregunta por el
pensamiento popular encubre la posibilidad de un pensar propio", solía
explicar "el filósofo que captó lo que es un pueblo", tal como lo
definió el Papa Francisco.
Entre sus libros se
destacan "América Profunda", "El pensamiento indígena y popular
en América", "Geocultura del hombre americano" y "Esbozo de
una antropología filosófica americana". Asimismo, cultivó la dramaturgia
con obras como "La muerte del Chacho" y "Cafetín".
LECTURAS Y ESCRITOS MENCIONADOS POR FRANCISCO
Aparecida: es un documento que surgió de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM), realizada en la
ciudad de Aparecida, en Brasil, en mayo de 2007. El entonces Cardenal Jorge
Bergoglio tuvo una gran participación en el escrito, dado que presidió la
comisión de redacción final. En sus casi 300 páginas, que incluyen discurso
inaugural de Benedicto XVI, el texto desarrolla una mirada sobre un nuevo orden
social en América latina, basado en la dignidad del ser humano y la justicia,
donde la equidad y la solidaridad se vuelven indispensables.
Carta encíclica Laudato Si': uno de los escritos
fundamentales del Papa Francisco, un llamado de atención mundial para ayudar a
la humanidad a comprender la importancia del cuidado de lo que el Sumo
Pontífice llama "la casa común", y cómo impacta la destrucción que
está causando nuestra civilización sobre el ambiente y las personas. Lo
presentó el 24 de mayo de 2015, dos años después de ser elegido Papa. "Que
nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo
de la esperanza", concluye en la encíclica. Sus casi 200 páginas, que
resumen la filosofía y el pensamiento de Francisco, se pueden leer desde la
Biblioteca del Vaticano.
Francisco Luis Bernárdez: fue un poeta y funcionario
argentino, que vivió entre 1900 y 1978. Bernárdez incluyó lo católico en su
obra, con un tono lírico sobre la vida. La frase que evoca Francisco es el
final de un soneto que inicia con las palabras "Si para recobrar lo
recobrado" y forma parte del libro Cielo de tierra (1937). Junto a
Leopoldo Marechal y otros artistas, fue parte de Convivio, un grupo de artistas
cristianos que estuvo activo entre 1927 y 1947 aproximadamente, y que reunía a
pintores, poetas, arquitectos, filósofos e historiadores. Escribió para las
revistas Proa y Criterio, entre otras.
Gustav Mahler: compositor y director de orquesta
austro-bohemio, nacido en la actual República Checa (1860-1911). Fue uno de los
máximos exponentes del posromanticismo junto con Richard Strauss. Compuso nueve
sinfonías, consideradas piezas maestras, en especial la novena, por ser
profundamente personal, a la que pudo terminar antes de morir, pero no llegó a
presentarla. Mahler pedía para el disfrute de su obra el silencio de una
liturgia religiosa, pero a la vez consideraba que "la tradición es la
transmisión del fuego y no la adoración de las cenizas", una frase que
suele recoger el Papa Francisco.
Siegmund Ginzberg: filósofo y periodista, nació en Estambul
en 1948 en el seno de una familia judía que llegaría a Milán en la década de
1950. Fue por muchos años redactor del periódico l'Unità, una publicación
ligada al partido comunista italiano, donde trabajó como corresponsal en China,
Japón, Nueva York y París, entre otros lugares. Público la selección de
escritos Sfogliature (2006) y Risse da stadio nella Bisanzio di Giustiniano
(2008), la novela familiar Spie e zie (2015) y el ensayo Síndrome 1933 (2019).
Este último trabajo, donde Ginzberg realiza un análisis sobre el ascenso de
Hitler, fue uno de los libros que Francisco le recomendó leer al presidente
español Pedro Sánchez.
Amelia Podetti: filósofa, escritora, ensayista y profesora
universitaria argentina, vivió entre 1928 y 1979. Fue una de las principales
impulsoras de las Cátedras Nacionales y una de las intelectuales más
influyentes de la agrupación peronista Guardia de Hierro. También dirigió la
revista Hechos e Ideas y fue directora nacional de Cultura en 1975. Uno de los
temas que trabajó y que interesaron al entonces cardenal Jorge Bergoglio fueron
sus ideas sobre las “periferias”, que pueden leerse en su libro La irrupción de
América en la historia (1981), donde analiza cómo el descubrimiento de América
en la historia cambia radicalmente no solo el escenario mundial sino el mundo
en sí.
Simone Paganini: es profesor de Teología Bíblica Universidad
de Aachen, en Alemania, desde 2013. Nació en 1972 en el norte de Italia y
estudió teología, filosofía e historia. Después trabajó como asistente de
investigación en las universidades de Viena e Innsbruck y en la Universidad
Ludwig Maximilian de Múnich. Ha realizado muchas publicaciones e
investigaciones.
Cambalache: Francisco cita el verso “Dale que va, todo es
igual, que allá en el horno se vamo’ a encontrar”, del emblemático tango que
Enrique Santos Discépolo compuso en 1934, y que se estrenó a fines de ese año
en el teatro Maipo de Buenos Aires, en la voz la cantante Sofía “La Negra”
Bozán.
Telam
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